El diario de Trump

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Una leyenda urbana, que muchos han tenido como real, cuenta que en el final de su gobierno el presidente argentino Hipólito Yrigoyen recibía un diario especialmente impreso para él con noticias ficticias que mostraban la buena marcha del país, que e dirigía lentamente al golpe neofascista del general José Félix Uriburu.

La fábula conservadora, creada para subrayar la presunta desconexión de Yrigoyen con la realidad, tuvo en la última semana un correlato, esta vez real, en el ya caótico gobierno de Donald Trump.

Esta vez, claro, no fue un diario, sino la suma de tuits, comentarios en radio y particularmente la cadena de noticias Fox, donde tienen cabida las voces más extremas de la ultraderecha local, lograron que el presidente cambiara una decisión pragmática por una que llevó a la Administración Federal a cerrar por tercera vez en dos años.

Pero vamos por partes.

Durante la campaña electoral de 2016, Trump prometió a un electorado crecientemente angustiado por la inmigración y que alberga profundos sentimientos xenofóbos y racistas, que construiría un muro en la frontera con México que ese mismo país -por otra parte, uno de los principales socios comerciales de Estados Unidos- pagaría para “asegurar” la frontera y “proteger” al país de inmigrantes ilegales, narcotraficantes y terroristas.

Demás está decir que México jamás iba a aceptar semejante premisa, pero Trump nunca ha dejado que la realidad le arruine un buen slogan, con lo que el “build the wall!” (¡construye el muro!) se ha transformado en uno de los principales gritos de guerra en sus frecuentes mítines con partidarios donde el Duce de Washington conecta con la “base” republicana que lo adora.

Pero, aunque el muro es un imposible político (la mayoría del país lo rechaza y los demócratas jamás votarían a favor de éste), la extrema derecha ha hecho de él un símbolo.

Fue así que el miércoles pasado Trump anunció que aceptaría que el Congreso extendiera los fondos para mantener abierto el gobierno, aunque no tuviera dinero para el muro. El Senado en manos republicanas rápidamente aprobó una norma que financiaba al gobierno hasta febrero pese a que una semana antes el propio presidente había dicho que si no le daban plata para el muro estaba decidido a cerrar el gobierno por falta de dinero.

Cabezas más frías le hicieron ver que esa medida afectaría a cientos de miles de empleados públicos en vísperas de Navidad y por eso el jefe de la Casa Blanca dio el paso atrás. Pero el jueves las voces más extremas de la derecha radiotelevisiva lo volvieron a hacer cambiar de opinión.

El siempre incendiario Rush Limbaugh rechazó el compromiso en su programa de radio -escuchado por millones de republicanos-, y aseguró que Trump “no consigue nada y los demócratas lo consiguen todo”. Otra de las habituales firmas de la ultraderecha, Ann Coulter, publicó una columna titulada “Un presidente sin huevos en un país sin muro”. Trump incluso encontró resistencias en su programa favorito, “Fox & Friends”, donde el siempre confiable anfitrión Brian Kilmeade reprendió al primer mandatario, al aire, el jueves por no mantener su promesa de campaña.

Laura Ingraham, también de Fox News, agregó leña al fuergo: “No financiar el muro se convertirá en una de las peores cosas que le pasarán a esta Administración. ….El muro, el muro, el muro, hay que construirlo”, repiqueteó.

Trump, según fuentes con acceso cotidiano a la Casa Blanca, dedica largas horas por día a ver televisión, especialmente Fox, que tiene una enorme influencia en él. “Si alguien busca algo de Trump lo mejor es ir a Fox y decirlo al aire. Eso él lo escucha de inmediato”, apuntó una de las fuentes.

De hecho, para Trump y su estrechísimo círculo de personas de confianza, Fox News, Limbaugh, Coulter y otro puñado de opinadores que siempre estuvieron en los márgenes de la política pero ahora tienen la capacidad de torcer decisiones presidenciales, son la conexión con la mítica “base” del electorado, que es la que sostiene a un gobierno en permanente crisis.

Pero estos personajes son los que mantienen a Trump en una realidad paralela, donde la apabullante derrota sufrida en la Cámara de Representantes hace poco mas de un mes (y los 8 millones de votos más que recibieron los demócratas, un récord) no ha hecho mella ni lo ha llevado a considerar políticas impopulares como la del muro o el cierre del gobierno.

Por eso Trump decidió dar marcha atrás a lo que se había avenido en principio, dijo que no aceptaría firmar una ley que no incluyera 5.000 millones de dólares para el muro a sabiendas de que nunca sería aprobada por el Senado y que, por ende, llevaría al cierre del gobierno por falta de fondos, lo que impide los pagos de salarios, por ejemplo, a 800.000 empleados públicos.

El senador republicano Bob Corker expresó el viernes su descontento con la influencia que estos comentaristas tienen sobre el presidente al afirmar que “dieron vuelta completamente” a Trump. “Esta es la tiranía de los conductores de radio, ¿verdad? Y si es así, ¿cómo lidias con eso?”, se preguntó un frustrado Corker ante los periodistas en el Congreso ,cuando el país se encaminaba al cierre de la administración. “Usted tiene dos locutores de radio que dieron vuelta al presidente. Y entonces, ¿sucumbimos a la tiranía de los locutores de radio?”

Aislado políticamente, y cercado por una investigación sobre su campaña electoral, sobre allegados e incluso sobre sus negocios, Trump tuvo esta semana una de las más caóticas de su ya caótica presidencia.

En sólo cinco días hábiles vio como Wall Street, un bastión del capitalismo y del conservadurismo, registró la peor semana en la última década para cerrar un año en territorio negativo, ordenó una inconsulta salida de tropas de Siria que le valió la crítica de aliados en el Congreso y culminó con la renuncia del secretario de Defensa, el general John Mattis, quien en una lapidaria carta dejó en claro que el presidente no trata a los aliados como debiera, está demasiado cercano a dictadores y no entiende que China y Rusia son los principales enemigos estratégicos de Estados Unidos.

Pero para la derecha de Fox News o Limbaugh, Mattis es una muestra más de un establishment globalista que ha llevado al país a la bancarrota, tratados de libre comercio injustos y mecanismos multilaterales que sólo existen para vulnerar la soberanía de Washington.

Si los neoconservadores de Bush tenían una visión semiromántica en la que creían que la democracia podía exportarse y que, por ejemplo, acabando con la dictadura de Saddam Hussein llevarían estabilidad y progreso a Medios Oriente -aventura de la que aún se están arrepintiendo-, la ultraderecha nativista que acompaña a Trump busca un país vuelto sobre sí mismo, sin mayores alianzas internacionales ni compromisos y apostando sólo a su fuerza económica y militar para salirse con la suya cuando así lo requieran sus intereses.

Que Vladimir Putin se haya apresurado a felicitar a Trump por la orden de retirar las tropas de Siria marca un increíble punto de inflexión para un presidente republicano y deja la sensación de que la Guerra Fría no terminó en un triunfo estadounidense como todos creían.

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