Superfinal River-Boca: Usted preguntará por qué cantamos…

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Como decía el gran poeta uruguayo Mario Benedetti, cada pregunta tiene su respuesta.

Quién hubiera dicho, excepto los peces gordos que inflaron este globo, que recalaríamos en Chamartín para alucinarnos del confort primer mundiano. Sospechados de todos y con cara de buenitos. 

Oye chaval, no te confundas que los argentinos somos derechos y humanos y no me metas en esa sopa de macarrones, ni entre los puñaditos de marginales que después de chutarse se van de piedras.

Ya está la catarsis, toda, toda. Una mejor que otra, inmisericorde, hasta dejar como un micrón la inmortal “Salsa criolla” de Enrique Pinti, aquella con que muchos aprendimos a destrozar nuestro ego.

Después de todo, nada más placentero para el prójimo planetario que un argentino en desgracia. Tan caído de su soberbia, asintiendo a toda la Humanidad que no podemos organizar ni un puto asado. Mucho menos la finalísima del siglo, qué va.

Y sin nada más que decir, cantando de frío pero rumbeando feliz en la capital perenne del imperio castellano, va el hincha sesentón, curtido por decenas de batallas transcontinentales, en medio de tanto esplendor, encandilado por las luces de otros barrios. 

Con la azul y oro bajo la chamarra, simulando tranquilidad, conviviente con el gallinero, tenso también, en plena víspera. Con cuatro ojos, increíble, ya ni Madriz parece un buen refugio de la barbarie sudaca que nos pasó por arriba.

Extraño, como un pato en el Manzanares, diría Joaquín, va este hincha de Boca rumbo al Bernabéu, sin saber bien cómo fue que llegó tan lejos. Poco importa, finalmente, más lejos estaba Japón y tampoco faltamos.

Padre nuestro que estás en el cielo, que esta puta final pase pronto. Al fin y al cabo, los argentinitos estamos mal como se ha dicho, y extrañamos el descontrol. En poco tiempo más, los que cruzamos el charco, volveremos a la decadencia, a nuestro caos conosureño, con la copa en el bolso o con la frente marchita.

El fútbol es una disciplina miserable, doctor. Haga algo para extirparme este tumor antes de que me termine de matar. Pero espere un poco, no todavía, después de la Libertadores. Después, proceda, haga usted lo que quiera.

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