Cuadernos de un país anormal

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Que la Argentina dejó de ser un país normal hace mucho tiempo, en términos institucionales, orden social y seriedad política, es una verdad de Perogrullo, pero no por eso se renueva en sorpresas que no lo son y en exabruptos económicos, sociales y políticos.

La saga de los “incunables Gloria” del ex sargento Oscar Centeno y conductor automovilístico del inefable Roberto Baratta, mano derecha de Julio De Vido, ha producido un tembladeral en el mundo político. Pero como el país tiene un rasgo esquizofrénico, en Argentina una ola tapa la otra. Hoy ya nadie recuerda que Luis D’Elía pidió el fusilamiento del presidente Mauricio Macri en Plaza de Mayo, hace apenas una semana; Cristina Kirchner se fotografía junto a Hugo Moyano, unidos por el espanto y no por el amor, al decir del gran Jorge Luis Borges; emulando en tono de comedia a Ribentropp y a Molotov, esperando el momento, que llegará sin duda, de volver a irse a las manos si la coyuntura lo hace necesario. Tampoco se recuerda, que existen militares y civiles presos, de más de 70 años, algunos octogenarios enfermos, sin que la Justicia les brinde la prisión domiciliaria que sí otorga a cualquier delincuente de aberrantes crímenes. El asesinato de dos mujeres policías en la más brutal acción no despertó ni un quejido de las feministas que hoy abarrotan las calles con la pañoleta verde. El replanteo del rol de las fuerzas armadas, inexistentes operacionalmente, como tal, en cuanto a su función actual, despuntó el griterío de todo el arco de la izquierda y el kirchnerismo; hoy, éste último un poco acallado por las escrituras de Centeno en los notables cuadernos.

La sociedad argentina, frívola e hipócrita a la vez, cierra páginas en 24 horas, olvidando lo que no le conviene recordar o le incomoda en su maleable conciencia, como sucede, repetimos, con la tragedia de la década del ’70.

El debate por el aborto hoy muestra a la intolerancia de los “progresistas”, que se jactan de la tolerancia, como lo demostró la crispada escritora Claudia Piñeiro en el Senado, retando como una celadora a sus alumnos a los senadores de la Nación, que recibió una contundente respuesta de su correligionaria radical por La Rioja, la senadora Inés Brizuela, quien sostuvo que “no hay nada más progresista y revolucionario que defender al más vulnerable”.

Pareciera que la “libertad de conciencia” en un tema tan trascendente no es tal si se vota lo que no es compartido. Todo indica que el próximo miércoles 8, el Senado rechazará la ley abortista aprobada en Diputados y que no habrá “cambios” de 180 grados de último momento y transfuguismo, como sí sucedió en Cámara baja en la madrugada del pasado 14 de junio, luego de operaciones surgidas de los despachos de la Casa Rosada.

Debería tomar nota el presidente Macri de lo sucedido evitando repetir el “operativo” llevado a cabo desde sus más cercanos colaboradores. De ser rechazada la ley, muestra claramente lo que sostuvimos en su momento, una realidad es la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano acomodado y otra la Argentina profunda del interior del país.

La multitudinaria marcha convocada por las Iglesias Evangélicas de la Argentina en el Obelisco han dado una muestra más que la calle no sólo es verde y roja (ya que todos los partidos de izquierda siempre tuvieron en sus plataformas el aborto legal y no como los oportunistas del kirchnerismo que guardaron silencio durante doce años y hoy se embanderan junto a los abortistas y la izquierda). Esta policromía del verde-rojo y celeste volverá a verse este miércoles en el Congreso Nacional.

En lo político, el escándalo que afecta al kirchnerismo y a su jefa, para el peronismo es un dilema: para algunos que buscaban el acercamiento, hoy la estampida se cuenta de a muchos; para los otros, que aspiran a ser alternativa a Cambiemos en 2019, la actual situación la arrincona más a la viuda de Kirchner en su núcleo duro de Unidad Ciudadana, más las variopintas fuerzas de izquierda, cercanas a un frente trozkokirchnerista.

El problema es que, al poseer muchos posibles candidatos y ninguno hasta hoy que aglutine detrás suyo al “todo peronista”, siguen mirando cómo Cristina es la que, hasta el presente, acumula más votos o adhesiones, de llegar a ser candidata, si logra sortear el desafuero.

El gobierno, que lleva la crisis económica y social como puede, debe, para afirmarse como opción de continuidad, definir su perfil, dejar de actuar con culposidad en el juego ideológico que le presentan las fuerzas del arco político que jamás lo votarán. Pero para 2019, falta una eternidad, donde la dinámica de Pandora sigue siendo la variable más segura en la Argentina.

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