Centeno finalmente reveló que quemó los cuadernos en su casa

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El testigo e imputado terminó reconociéndolo porque la mentira inicial, de que aún los tenía, podía impedir que ingresara al sistema de protección oficial.

Oscar Centeno declaró anoche, en el juzgado de Claudio Bonadio, que quemó los ocho cuadernos donde escribió, con meticulosidad, todos los movimientos de una década al lado de su jefe, el ahora detenido Roberto Baratta, número dos de Julio de Vido en el ministerio de Planificación.

Allí detalló rutas, pagadores y destinatarios de coimas . “Los quemé en la parrilla del fondo de mi casa”, afirmó cuando peligraba el acuerdo de testigo protegido que le había ofrecido el fiscal Carlos Stornelli.

No obstante, Centeno reconoció las fotocopias y su contenido, las que habían sido aportadas por el periodista Diego Cabot, de La Nación, tras haberlas recibido de un amigo del ex remisero.  
 
Centeno dijo que la fogata fue cerca de mayo de este año, que le estaban trayendo muchos problemas y que lo había hablado con un ex compañero de trabajo del Ministerio de Planificación, que le recomendó que se deshiciera de los cuadernos.

La declaración de Centeno de anoche fue el final de un sainete que casi arruina su acuerdo con el fiscal para ser tenido por arrepentido y lo confina a una larga temporada en la cárcel. Finalmente, Bonadio convalidó el pacto y le firmó la excarcelación.

Un rato antes de la indagatoria de ayer, el juez había sido muy claro: “No me gusta que me traten de boludo”. ¿Por qué?

Bonadio le estaba dando a Centeno una última oportunidad, bajo amenaza de no firmarle la homologación del acuerdo que había cerrado con Stornelli.  
Sucede que la versión de la incineración de los documentos no fue la primera que el chofer dio en los tribunales. “Los tengo yo”, había contestado un día antes, en la fiscalía de Stornelli, en la declaración como arrepentido en la que se suponía que estaba contando todo lo que sabía sobre las coimas.

Pero al rato de decir que él tenía los cuadernos, Centeno agregó ante el fiscal la posibilidad de que tal vez su mujer los hubiera llevado a lo de su madre o su hermano (suegra y yerno de Centeno).

Entonces, Stornelli decidió salir en su búsqueda: salió con él, un prosecretario del juzgado de Bonadio y la policía hacia la casa del ex chofer de Baratta.

Cuando llegaron se encontraron con la mujer de Centeno. “¿Qué cuadernos?”, preguntó ella ni bien su marido entró y le dijo lo que estaban buscando. Centeno fue directo a un ropero donde aseguraba que se suponía que debían estar, debajo de unas carpetas con documentos, donde él los había dejado.

“¿Pero no te acordás que los habías quemado?”, le dijo entonces su mujer, mirándolo fijo a los ojos. “Sí”, contestó Centeno, que explicó entonces que debía llamar a alguien más que podía aportar información, pero no tenía su teléfono. Iba a pedirle el número a su hija.

En ese punto, Stornelli y el prosecretario de Bonadio, cansados de las vueltas, coincidieron en que así no iban a llegar a ningún lado: le dijeron a los policías que revisaran toda la casa pero no encontraron nada.

Volvieron a los autos y marcharon todos a un segundo destino: la supuesta casa del cuñado de Centeno en Bella Vista. Era una vivienda muy precaria, con olor rancio, que parecía abandonada. Ahí tampoco estaban los cuadernos. Stornelli se hartó. “Pégenme un tiro, pero yo no los tengo”, se disculpó Centeno.

Cuando le contaron lo que estaba pasando, Bonadio decidió que en esas condiciones no iba a beneficiar a Centeno y fue por eso que tardó más de un día en homologar el acuerdo. La primera regla de todo arrepentido es que no puede mentir, a punto tal que la ley impone penas de prisión muy graves a quien es tenido como colaborador y trata de engañar a la Justicia.

Asesorado por su abogado, el defensor público Gustavo Kollmann, Centeno pidió ampliar su indagatoria para que el juez y el fiscal escucharan su versión final. A las 17.30 de ayer, Centeno entró al juzgado de Bonadio. donde el magistrado lo esperaba con el acuerdo sin firmar sobre su escritorio y le advirtió que era su última oportunidad.

Entonces contó que efectivamente había quemado los cuadernos. Que lo había hecho en la parrilla, sin testigos. Sobre la temporada que no los tuvo en su poder, dijo que había decidido sacarlos de su casa porque pensaba que su actual mujer se los leía y tenía miedo de que ella pudiera usarlos en contra de su voluntad.

Según pudo reconstruir La Nación, también contó que, cuando los recuperó, se enojó con el hombre que se los había cuidado porque se dio cuenta de que le había abierto la caja, lo que coincide con el testimonio de Jorge Bacigalupo, el amigo de Centeno en cuestión.

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