A no llorar, ganó el mejor

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Vamos a hablar en la Tierra. Sin filosofar ni buscar interpretaciones más allá del fútbol. Esta primera jornada de octavos de final del Mundial Rusia 2018 mostró el fútbol en un escalón superior al visto hasta ahora. En verdad se están jugando finales. Y aparecieron con nitidez las falencias de la Selección Argentina, que fue partícipe necesario en un partido excelente de la Selección de Francia.

Otro espectáculo de primera fue el triunfo vigoroso de Uruguay sobre Portugal. Y además se produjo un hecho inesperado por los fanáticos de todo el mundo. En octavos quedaron afuera los mencionados como los dos mejores jugadores del mundo: Cristiano Ronaldo y Lionel Messi se fueron silbando bajito.

Sus cetros quedaron escondidos por rigurosos bloqueos defensivos de sus rivales. Varios de sus colegas comienzan a mostrarse como sucesores de ellos, al menos en este campeonato. Entre estos aspirantes aparecen con nitidez el francés Kylian Mbappé (19) y el uruguayo Edinson Cavani (30), ambos del Paris Saint Germain, autores de dobletes decisivos para la victoria de Francia y Uruguay, que se medirán en cuartos de final.

La Argentina, lo hemos visto todos, llegó hasta donde le daba el cuero, tras haber confirmado hoy su fútbol dubitativo, poco agresivo, lento y fatalmente desguarnecido en su defensa.

Ya lo dije, pero es necesario repetirlo porque notoriamente mi voz no llega a Rusia. Apenas rebota entre las paredes de los lectores de estas líneas. No se puede ir a un Mundial jugando para atrás. La comparación fue dramática, de los cuatro finalistas de hoy sólo Argentina dejó de lado algo que ya expresaba hace 70 años el impecable relator Fioravanti y su generación: “No hay mejor defensa que un buen ataque”.

Lamento no haberme sentado frente a la TV con un cronómetro en la mano, para así confirmar que Argentina desperdició por lo menos un veinte por ciento de su tiempo “jugando” para atrás. Ha sido un error letal de una táctica surgida en Barcelona y totalmente mal interpretada por Jorge Sampaoli.

Fue el propio Pep Guardiola, que la utilizó cuando dirigía el equipo catalán y quedó establecida como palabra santa, quien aclaró, estando en Bayern Munich, que “el tiqui-taca es una mierda” si no se utiliza como un arma productiva. Argentina desarrolló en este campeonato un toqueteo ineficaz, aburrido, inocente y rotundamente amargo.

Francia era la oportunidad que tenía el team “albiceleste” para jugar al fútbol de ataque en serio. El de Mbappé y Griezmann es un equipo atrevido y abierto, que juega y deja jugar. Lo demuestra con claridad el resultado final: 4-3. Una goleada de Argentina y sin embargo perdió.

Lo más valioso de esta gira de la banda de Sampaoli ha sido el reflejo festivo del público. Despliegue de color y alegría, buena onda e imaginación en los vestuarios y los cantos y bailes. No permitan que una veintena de jugadores estropeen esa imagen. No hay que llorar. Las derrotas también se celebran, si imperiosamente conducen a un sendero de regreso a la calidad del fútbol que amamos.

* Periodista emérito

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