Sampaoli’s horror show

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“Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo el fútbol” (Albert Camus)

Seguramente Albert Camus no se hubiera inspirado en esta Selección Argentina para pronunciar esa sentencia. La afición del escritor franscés por este deporte –jugador él en una época-  lo ayudó a encender su pensamiento y comprender conductas de los individuos que fue analizando y exponiendo en sus novelas y ensayos filosóficos. Vio las grandezas y las pequeñeces humanas mientras rodaba la pelota sobre la tierra. Hoy, en canchas rusas, sólo hubiera conocido pequeñeces, desequilibrando sus análisis.

Hay que retroceder 60 años para encontrarse con un papelón de esta inmensidad, cuando la selección “blanquiceleste” caía 6-1 ante Checoslovaquia en el Mundial de Suecia 1958. La gran diferencia es que aquel vapuleo no estaba en los cálculos de nadie, en cambio, este seleccionado armado y desarmado cien veces, no sorprendió a muchos con su caída estrepitosa. Y no la califico así por las cifras del 3-0 sino porque cada paso de esta terrenal historia estuvo signado por el fracaso.

Si no queríamos engañarnos, teníamos que aceptar que era imposible transformar la imagen decaída del equipo nacional en una actuación brillante. Porque sólo los que brillan son capaces de triunfar en un Mundial.

Ya a esta altura no es necesario citar nombres. Es un equipo hundido sin gloria y con pena. Pena de quienes quisieron fervorosamente creer. Pues se hundieron aferrados a esa tabla de salvación que ridículamente había sido confiada a la figura olvidable de Jorge Sampaoli. Y no lo nombro más: nunca tuvo un plan ni tomó ninguna decisión apropiada. Y como un desastre ocurre sólo cuando se encadena una cantidad de hechos negativos, hay que buscar el origen de esta debacle más profundo. Sí, la raíz está en la Asociación del Fútbol Argentino, un barco sin destino.

Esta charla con ustedes no va entonces como un llanto por la derrota de ese pobre grupo de muchachos que actuaron más obligados por las circunstancias que iluminados por un sueño victorioso. Tratar de ganar al fútbol por imposición es un triste papel. Y es más difícil llevarlo a cabo por gente satisfecha en sus vidas profesionales, sin necesidades imperiosas, débiles espiritualmente en su comodidad.

Esta charla de café, frío ya, sería, como casi todas ellas, ardorosa e interminable y, como dicta la tradición futbolera, acabaría recordando a nombres gloriosos de un pasado que la gran mayoría de los fanáticos de hoy no vivió. O sea, sería por completo inconducente.

Siento la desilusión general, pero cuando escribo estas amargas líneas pasó media hora de finalizado el horroroso espectáculo con el fútbol más negativo, contradictorio, miedoso, monótono, desmembrado, absurdo que haya visto en mi vida y ya me olvidé de todos los nombres…Les recomiendo que hagan lo mismo.

* Periodista emérito

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