La innecesaria crueldad de la xenofobia trumpista

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Nadie debería sorprenderse por la terrible crisis humanitaria que se desarrolla en la frontera entre México y Estados Unidos, donde familias son separadas forzadamente de sus hijos mientras se procesa a los padres por no cumplir las leyes migratorias.

Donald Trump nació a la política encabezando la campaña destinada a quitarle legitimidad al primer presidente negro de la historia de los Estados Unidos, con su recordada campaña que sostenía que Barack Obama no había nacido en este país y que muy posiblemente era un musulmán encubierto.

Trump nunca tuvo problemas para mentir, a sabiendas (Obama nació en Hawaii), y para guiñarle un ojo a los sectores mas xenófobos y racistas de EEUU, que hoy ven con buenos ojos que su gobierno “haya decidido aplicar la ley” y cuya consecuencia es el drama de miles de niños viviendo separados de sus padres en lo que podría llamarse campos de concentración.

La cruel e innecesaria práctica de separar a los hijos de sus padres inmigrantes en la frontera (muchos de ellos buscando refugio de la violencia política en América Central) ha comenzado a generar un coro de repudio que abarca a republicanos y demócratas, a líderes religiosos e, incluso, a las Naciones Unidas.

Hasta ahora Trump ha atinado a decir que la culpa es de los demócratas en un ejercicio cínico para pasarle la responsabilidad a gobiernos anteriores que nunca pusieron en práctica una política así: es cierto que la ley dice que los niños no pueden estar detenidos en cárceles de mayores, pero también es cierto que cuando se detenía a alguien intentando entrar ilegalmente en Estados Unidos se lo capturaba y liberaba -con una fianza- casi inmediatamente, nunca separándolo de sus hijos.

El pensamiento vivo del jefe de la Clasa Blanca se resumió el lunes en un tuit que rebosaba racismo: “El pueblo de Alemania se está volviendo en contra de su liderazgo ya que la migración está sacudiendo a la ya tenue coalición de Berlín. El crimen en Alemania está subiendo. ¡Gran error en toda Europa al permitir que millones de personas hayan cambiado su cultura”. Y para no queden dudas, agregó: “¡No queremos que pase con nosotros lo que está sucediendo con la inmigración en Europa!”.

Trump sabe que su línea dura -y para muchos inhumana- paga buenos dividendos políticos en el sector mas recalcitrante de la derecha del Partido Republicano, que, a cinco meses de las elecciones de medio término que renovaran Cámara de Representantes y el Senado, necesita que saga a votar en masa si no quiere que una ola demócrata barra a las mayorías republicanas en el Congreso.

Especular con la suerte de miles de niños por razones políticas puede parecer repugnante. Y lo es, y así lo han denunciado senadores y hasta la ex primera dama, Laura Bush, quien dijo esta semana en una columna que el gobierno “no debería estar en el negocio de almacenar niños en tiendas de campaña en el desierto, a las afueras de El Paso”.

“Estas imágenes son inquietantemente reminiscentes de los campos de concentración de japoneses-estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial, lo que ahora se considera uno de los episodios más vergonzosos en la historia de Estados Unidos”, prosiguió Bush.

“Los estadounidenses nos enorgullecemos de ser una nación moral, de ser la nación que envía ayuda humanitaria a lugares devastados por desastres naturales, hambruna o guerra”, agregó. “Nos enorgullecemos de creer que las personas deben ser vistas por el contenido de su persona, no por el color de su piel. Nos enorgullecemos de la aceptación. Si realmente somos ese país, entonces es nuestra obligación reunir a estos niños detenidos con sus padres, y dejar de separar a padres e hijos en primer lugar”, continuó.

The Washington Post decía este martes que “finalmente, podemos haber encontrado un caso en el que un número significativo de republicanos esté dispuesto a oponerse al presidente Trump” en este caso. “Y todo lo que se necesitó fue que niños llorando fueran arrancados de los brazos de sus padres”, acotó.

Estaba previsto que este martes, Trump fuera al Congreso para hablar con los republicanos sobre un par de proyectos de ley de inmigración que la Cámara va a votar esta semana. El presidente busca un endurecimiento feroz de las leyes anti inmigratorias y financiamiento para el controvertido muro que intenta construir en la frontera con México.

Es en este contexto que su Administración esta usando a los niños como peones en el ajedrez político diciéndole a los demócratas: “¿Quieren ver menos niños llorando?, denme lo que pido”.

La tragedia de los chicos pudo haberse evitado, desde luego, pero Trump ha empleado el tema inmigratorio como una herramienta electoral desde que se lanzó a la carrera por la presidencia con el recordado discurso, desde la Trump Tower en Nueva York, en el que acusó a México de enviar violadores y criminales a través de la frontera, lo que hizo a su vez de la construcción del famoso muro (que México debía pagar) una de sus principales promesas de campaña.

De todas formas, cuando el presidente habla con periodistas o públicos que no son su base enfervorizada, suele decir que siente “amor” por los inmigrantes y que quiere lo mejor para ellos.

Cuando enfrente está la audiencia que lo adula y le aplaude cuanta cosa sale de su boca, Trump no pierde la oportunidad de pintar a los inmigrantes en los peores colores posibles, refiriéndose a ellos como “animales” o achacándoles casi todos los males que sufre el país.

Sitiado por un creciente coro de rechazo, el magnate inmobiliario reforzó la apuesta en la noche del lunes diciendo que (los inmigrantes detenidos) “podrían ser asesinos y ladrones y mucho más”. “Queremos un país seguro y eso comienza con las fronteras, y así son las cosas”, completó.

El fiscal general Jeff Sessions también defendió la práctica y aseguró que no quieren “separar a los padres de sus hijos”, y luego, en una tumultuosa conferencia de prensa en la Casa Blanca, la secretaria de Seguridad Nacional, Kirstjen Nielsen, explicó las acciones de la Administración argumentando que no tenía otra opción, e insistiendo en que la única forma en que la práctica podría terminar sería a través de la acción del Congreso.

Nielsen remarcó que los niños que habían sido detenidos estaban bien cuidados, pero no pudo responder a varias preguntas de los periodistas, que exigían detalles sobre su paradero y atención. Dijo que no había visto las imágenes ampliamente difundidas de familias que se encontraban enjauladas ni escuchó el audio de chicos que lloraban dentro de los centros de detención.

“Los padres que ingresaron ilegalmente son por definición delincuentes”, se ratificó Nielsen. “Al ingresar ilegalmente a nuestro país, a menudo en circunstancias peligrosas, los inmigrantes ilegales han puesto en riesgo a sus hijos”, advirtió, taladrando con el argumento oficial de por qué el gobierno decidió adoptar esta práctica.

Si la medida dará réditos políticos o no se sabrá en noviembre. Mientras, Trump ha sumado un hito más a una presidencia que ha hecho de la inmoralidad y la mendacidad casi una forma de gobierno.

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