Temer desiste de la reforma jubilatoria resistida por los sindicatos

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Era el mayor proyecto económico para este año. El país vecino recibió una amenaza de reducción de nota de Moody?s tras dar marcha atrás con el proyecto.

La reforma previsional en Brasil, impopular según las encuestas y que enfrentaba una dura resistencia de los sindicatos, quedó sepultada hoy luego de que el gobierno de Michel Temer admitiera que no alcanza los dos tercios de los diputados para aprobarla.

El mercado financiero aguardaba este proyecto por considerarlo clave para la reducción del déficit fiscal desde que Temer asumió la presidencia en 2016, pero a pocas horas del anuncio de la caída de la iniciativa reaccionó la calificadora Moody’s con una baja de la nota de la deuda.

“Si bien esperábamos que una amplia reforma era improbable, abandonar los planes para aprobarla es negativo para el perfil de crédito del país ya que restringiría la capacidad de las autoridades para cumplir con el techo del gasto en los próximos años”, indicó Moody’s en un comunicado.

Del otro lado del arco ideológico, el titular de la Central Unica de Trabajadores (CUT), la más importante del país, Vagner Freitas, celebró lo que consideró “la mayor derrota de los golpistas y una victoria que muestra la fuerza de la clase trabajadora”.

“Logramos sacarle la joya de la corona a los golpistas, porque este era el principal reclamo de los bancos que apoyaron el golpe”, remarcó Freitas, en referencia a la destitución de Dilma Rousseff luego de que su vice, Temer, se pasara a la oposición de derecha en 2016.

La decisión, anunciada anoche por el jefe de gabinete, Eliseu Padilha, se basó en que una reforma previsional debe concretarse mediante una enmienda constitucional, lo que no puede conseguirse mientras dure la intervención federal en Río de Janeiro.

En cambio, el gobierno brasileño lanzó una serie de iniciativas económicas como la privatización de la gigante eléctrica Eletrobras, la simplificación del sistema impositivo y un nuevo reglamento para la autonomía del Banco Central.

Después de 14 meses, Temer no pudo reunir los 308 votos necesarios en la Cámara de Diputados para reformar el sistema de jubilaciones, iniciativa que según las encuestas era rechazada por más del 70% de la población.

“De todos modos, este seguirá siendo un gobierno reformista”, aseguró Padilha a la prensa, recordando que hubo un cambio en las leyes laborales y se fijó un techo en el gasto público por veinte años en el Presupuesto.

Según analistas, la reforma jubilatoria había sido una de las exigencias de las agencias de calificación de riesgo para no rebajarle la nota a Brasil a finales de 2017.

La iniciativa fue repudiada justamente ayer por un paro de bancarios y metalúrgicos en una veintena ciudades organizado por la CUT.

El equipo económico lanzó una agenda de 15 puntos para 2018 que incluyen un proyecto que limita los salarios de los empleados públicos y determina el cese gradual de la reducción de los aportes patronales de 50 sectores de la economía.

Para la oposición, la intervención militar en Río de Janeiro es vista como una “cortina de humo” para no admitir el fracaso de la reforma jubilatoria, según el jefe del bloque de de diputados del Partido Socialismo y Libertad, Ivan Valente.

La decisión del gobierno choca con los dichos de Temer, quien al firmar el decreto de intervención militar en la seguridad pública de Río dijo que iba a suspender la medida en caso de aprobación de la reforma previsional.

No obstante, el ministro de la Secretaría de Gobierno, Carlos Marún, no descartó tratar la reforma previsional en noviembre, después de las elecciones generales de octubre.

Gran parte de la mayoría oficialista en el Congreso no quiso sumarse en un año electoral a una agenda notoriamente impopular como la reforma del sistema de jubilaciones, que alteraba los años de aportes y aumentaba la edad para el retiro laboral.

El gobierno tenía a comienzos de 2017 la mayoría de dos tercios del Congreso para votar la reforma -vía enmienda constitucional- pero la perdió luego del escándalo generado por la delación de los empresarios del frigorífico JBS acusando a Temer de negociar supuestos sobornos.

El capital político del gobierno se esfumó en dos votaciones en la Cámara baja para rechazar la denuncia de la fiscalía general contra el primer mandatario por corrupción.

El foco del gobierno de Temer está ahora en la intervención en Río de Janeiro, una iniciativa que cuenta supuestamente con más apoyo que la reforma previsional.

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