La sinagoga más antigua de la Ciudad recupera el esplendor de su fachada, ícono de la arquitectura y la historia porteña.
La sinagoga más antigua de Buenos Aires, el Templo Libertad del barrio porteño de San Nicolás, volverá a lucir como cuando se inauguró, en 1932, luego de arreglos para la puesta en valor de la fachada, que abarca también al Museo Judaico de la República Argentina, dos iconos de la ciudad que por su arquitectura e historia atraen a turistas del país y el mundo.
El “lavado de cara” de la construcción que abarca desde el 769 al 785 de la calle Libertad, con un costo de poco más de cinco millones de pesos, está a punto de finalizar luego de más de cinco meses de trabajos, lo que no impide visitas durante los días de semana, presenciar conciertos o participar de ceremonias religiosas.
El frente del edificio estilo románico o bizantino, con arcos de medio punto que enmarcan una enorme estrella de David y el candelabro de siete brazos, permanece protegido por un andamio que permite el trabajo de los albañiles que reconstruyen la Piedra Paris, símil piedra de argamasa o revoque.
La piedra fundamental de la construcción fue colocada el 27 de septiembre de 1897 por los residentes judíos en Buenos Aires unidos en la entonces Congregación Israelita de Buenos Aires, hoy llamada Congregación Israelita de la República Argentina.
El crecimiento de la comunidad judía en suelo porteño hizo que el edificio allí construido fuera modificado en gran parte en 1932, cuando adquirió la fisonomía actual. Las reformas fueron elaboradas por el arquitecto Norman y los ingenieros Alejandro Enquin y Eugenio Gantner, mientras que la firma constructora encargada de llevarlas a cabo perteneció a los ingenieros Ricchieri, Jaroslavsky y Thiexay.
El 29 de diciembre de 200, a través de decreto 1296, la sinagoga fue declarada Monumento Histórico Nacional.
El templo tiene una capacidad para 1.000 feligreses. Posee tres naves, asientos corridos de madera y el piso hecho de baldosas graníticas.
El frente de la nave principal se mira a Jerusalén, mientras que los fieles a Oriente. En el extremo oriental hay un ábside con vitraux que da luz natural sobre el lugar donde se halla depositada la Torá.