No voy a decir que 80 años no es nada

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No, no lo diré; pero sí qué febril la mirada. Porque ha pasado ese tiempo y el Turismo de Carretera sigue echando leña al fuego, como lo acaba de demostrar con 60.000 espectadores en el autódromo de los Gálvez.

Puedo decir que crecí escuchando los grandes premios por radio. Esas transmisiones de Luis Elías Sojit y su hermano “Córner” eran un alimento especial para el espíritu deportivo que anidaba en los chicos de los años ’30 y ’40. Me levantaba a las 5 de la mañana si era preciso… tenía 6 o 7 años, y esas transmisiones te hacían oler la grasa y el combustible y sentir el polvo de los caminos en tu piel. Todo era producto de la imaginación. Fangio y Gálvez eran Pelé y Maradona, a los chicos nos compraban los autitos de plomo y reproducíamos las carreras de TC como si las estuviéramos viendo… y el “replay” no aparecía en ninguna pantalla –porque no existían-, salvo la de la mente de la niñez. De la querida radio  surgía la voz de “Córner” desde el camino… “Atención. Atención!  El ‘Aguilucho’ (Oscar Gálvez) necesita una bujía, una biela”. Qué sé yo, cualquier cosa, y la voz seguía: “Atención en General Pirán”, o en Calamuchita, donde fuera. Y llegaba Oscar o su hermano Juan, o Marcilla, Marimón, Lo Valvo, Peduzzi, Marquitos Ciani, cualquiera, y un lugareño lo estaba esperando al borde del camino con el repuesto tibio en las manos. Yo pegado a la radio, con lápiz y cuaderno para anotar detalles, información original directa de la fuente. No voy a decir que era mejor. Pero ¡qué lindo era!. Y crecimos juntos, el TC, la radiofonía y yo. Después esperaba hasta el viernes siguiente y pasaba horas mirando las fotos de El Gráfico y recreando lo que me había entrado por los oídos. De esa manera archivaba en mi cajón de recortes los borradores que había escrito durante el Gran Premio de TC y las crónicas del maestro Ricardo Lorenzo, “Borocotó”. “Lo que es la vida Ricardo”, me decía mi viejo hablando de cualquier tema. Lo que es la vida, me cantaba yo íntimamente el día que me senté ante un escritorio de El Gráfico y empecé a revisar aquellos archivos con un entusiasmo devastador. No hay una hoja de El Gráfico de aquellas épocas de pioneros de las rutas argentinas, si es que se conserva el papel, que no tenga mis huellas.

Y resulta que de la mano del superlativo Borocotó formé la otra mitad de mi carrera, de mi vida. Todos los días, en algún intervalo del laburo, iba al cuarto –porque aquellas que habitábamos no podían llamarse oficinas- de Lorenzo y me sentaba a escuchar. No hacía falta nada más. Mil anécdotas de los caminos, de los valles y montañas, de frenos y embragues, de fangiómanos y galvistas. Lorenzo emanaba el Turismo de Carretera por los poros. Ponía en marcha su máquina retrospectiva y nos hacía vivir cada tramo de sus relatos. De todo aquello, de millones de palabras escritas y leídas, cubiertas de barro y regadas de lluvia, extraigo una historia breve que retrata tiempos, personajes, estilo de vida, entrega, carácter, todo lo que ustedes quieran. Es un pedazo de estos 80 años de existencia que está festejando el TC y al mismo tiempo un homenaje a Borocotó, que fue quien puso en órbita con su verba cálida a este deporte tan metido en las venas de los argentinos

El estilo de Lorenzo, que escribía como sentado a una mesa de café, pero sin perder su apostura, buscaba siempre revelar la faceta personal de los pilotos y encaraba los grandes premios de Turismo de Carretera como una aventura cargada de ribetes anecdóticos. Recogía confesiones que sólo él podía transmitir a todo el mundo con certera puntería. Es decir, recreó toda su vida personajes que existían, pero que en aquella época sólo podían trascender a través de su pluma en esa revista que llegaba a todos los pueblos de habla hispana. Los protagonistas de la carrera Buenos Aires-Caracas, con regreso Lima-Buenos Aires, fueron el notable Oscar Gálvez “El Aguilucho”, y Domingo Marimón “Toscano”:

“…Oscar, el gran candidato, estuvo a punto de ganar el trayecto de ida, pero al final venció Marimón, porque el arribo del Aguilucho a la capital venezolana fue considerado antirreglamentario. Su desempeño, de todas maneras, fue excepcional: ganó siete etapas y a todo esto habrá que sumarle el inolvidable trabajo cumplido en el retorno, de Lima a Tacna, donde había largado en el puesto 49, a 8 minutos del puntero Marimón.

– Esta etapa la gano yo– había dicho Oscar, con esa sinceridad demoledora que muchas veces no es bien interpretada por quienes lo escuchan. Y lo cierto es que a los ciento cincuenta kilómetros de marcha, Pedro Duhalde tuvo que advertir a su piloto, Marimón, en plena noche peruana:

– Viene el Flaco…

– No puede ser.

– Viene el Flaco. Lo conozco porque tiene el farolito arriba del techo.

Y de inmediato Oscar los pasó como una bala.

Esta etapa la gano yo, había dicho en Lima y a quienes quisieran oírlo. Y las ganaba porque quería ganarlas, porque jamás en su vida buscó tanto un triunfo, porque después de las discusiones habidas en Caracas pretendía ganar indefectiblemente esa etapa y la carrera de regreso.

– Yo andaba fuerte –me contaba Marimón en Tacna- cuando Duhalde me anunció que venía Tito. Era de no creer, de verdad. Sin embargo me había pasado a los ciento cincuenta kilómetros y tras largar ocho minutos después que yo…“.

* Periodista emérito

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