Un lugar de la cultura negra se palpita a sangre viva

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Histórica y multicultural, gourmet e infinitamente musical, la ciudad supo reconvertirse tras el huracán Katrina de 2005 y recibe miles de turistas atraídos por el jazz, el blues y el legado de Louis Armostrong.

Por Analía GIMÉNEZ

(TÉLAM).- Fundada en pleno Golfo de México en 1717 por colonos franceses, cedida a España en 1763 y finalmente vendida a comienzos del siglo XIX a los Estados Unidos, se convirtió en la ciudad más grande de Luisiana, con un puerto por el que desfilaron miles de esclavos africanos que dejaron su impronta en la música y en la comida.

“Es una ciudad maravillosa que se caracteriza por ser muy diferente al resto de las de Estados Unidos por su estilo europeo, con la elegancia de la arquitectura de las mansiones del sur norteamericano. Además, se emplaza a orillas del río Misisipi, el más grande de los Estados Unidos que recuerda a los libros de Mark Twain y los viajes en balsa de Huckleberry Fin”, detalló tras su visita el viajero argentino Gustavo Neme.

Con una gran población de negros descendientes de la esclavitud, la música allí es la anfitriona; y si bien el jazz y el blues son típicos, también se pueden escuchar y bailar en los bares el pop del momento o los clásicos de otros estilos y tiempos, en especial en el barrio Francés, designado Hito Histórico Nacional.

Conocida también como ‘The Big Easy’ por su vida relajada, su buena comida y su mejor música, a la belleza de la ciudad se le añaden los tranvías que surcan la ciudad desde 1835 y tan solo por 3 dólares el pase de 24 horas corridas, permite recorrer y conectar tanto la zona comercial, como las de Carrollton y Garden District por la avenida St Charles con sus mansiones del siglo XIX y las universidades de Tulane y Loyola.

De planear alguna excursión se puede optar por visitar las plantaciones de azúcar que habitaron ricos y esclavos; como tours a los humedales y pantanos en pequeños catamaranes donde experimentar una aventura en plena naturaleza (ambas desde 65 dólares).

Visitas al zoológico, acuario o insectario, casino, museos, recorridas al cementerio de San Luis (antiguo y atractivo por sus tumbas de los siglos XVIII y XIX), y tours ‘Vodoo’ que cuentan historias de magia negra y fantasmas también completan la oferta para toda la familia.

Y si bien se observa un gran trabajo de conservación donde casi no se notan las cicatrices del Huracán Katrina de 2005, también venden tours que muestran vestigios de sus efectos devastadores.

Pero si hay algo que atrae al turista a Nueva Orleans es la noche divertida, con sus calles festivas repletas de bares y excelentes músicos dispuestos a tocar por tan solo una propina.

Ingeniosas estatuas vivientes y excéntricos disfrazados copan la calle Bourbon desde la tarde y hasta entrada la madrugada, mientras el público opta por bailar, cenar, cantar karaoke o ver un show de drag queen, strippers o bailes de chicas.

Paralela a Bourbon, ya menos bizarra y sucia (las aguas malolientes son un clásico ahí ya que corren al costado de las calles) se ubica la calle Royal, con su oferta más cool de galerías de arte y artesanías; la calle Magazine, con sus numerosas boutiques y tiendas de antigüedades; o la Frenchmen, en el cercano barrio Faubourg al que se accede cruzando el Mercado Francés y el Museo del Jazz, donde si se puede disfrutar más tranquilo de verdaderos músicos de jazz .

Para cruzar el río Misisipi, se puede tomar el Ferry público por tan solo 4 dólares ida y vuelta o un paseo en un auténtico barco a vapor con jazz en vivo desde 31 dólares o con almuerzo desde 42 y 79 si es cena.

Lo mejor de cruzar el Misisipi en el medio más económico es la posibilidad de bajar y recorrer a pie el tranquilo y súper pintoresco barrio de enfrente, con sus casas típicas y floridas y hasta conocer a sus vecinos, auténticos habitantes de esas tierras.
Además su comida es muy particular, con una fusión entre la comida europea por su origen francés y español y un rescate de la comida pobre de los esclavos negros de los siglos XVIII y XIX.

‘Gay Friendly´ y ‘Food Destination´ como le gusta decir a los americanos, a quienes la ciudad le ofrece más de 1500 restaurantes para todos los paladares, desde exquisitos restaurantes de tradición francesa a carritos en la calle donde se pueden adquirir desde ostras y todo tipo de productos de mar hasta los típicos muffaletta (sándwich); cocina Creole, Jambalaya y Cajún, que llevan la impronta negra de cuando los esclavos caminaban sus calles.

“Ahhh, Nueva Orleans … todos mis sentidos están en alerta máxima cuando camino por las calles de mi ciudad favorita en el mundo. Desde el fucsia vibrante de las Buganvillas en flor en los balcones a la reverberación del saxo alto, es mi opción en caso de estrés. Y luego está la comida con la mezcla picante de pimienta y ajo mezclado con pimentón, orégano y tomillo que impregnan el aire espeso día y noche”, comentó a Télam la americana y profesora de inglés, Laura Finlay.

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