“Comprar Twitter es un acelerador para crear X, la aplicación para todo”. El multimillonario Elon Musk escribió esa frase en Twitter luego de su aparente cambio de opinión, nuevamente, acerca de comprar la plataforma.
En una carta enviada a la compañía, Musk acordó pagar el precio que ofreció hace meses antes de intentar abandonar el trato. Pero con el mensaje en la red social, el dueño de Tesla y SpaceX mostró su intención de llevar Twitter a un nuevo nivel.
La editora de Tecnología de la BBC, Zoe Kleinman, dice que Musk bien podría estar pensando en algo similar a la exitosa app china WeChat.
WeChat es una especie de “superapp” que reúne una gran cantidad de servicios, incluidos mensajes, redes sociales, pagos y pedidos de alimentos. Es algo que en Occidente todavía no existe.
En comparación con sus rivales, Twitter es una plataforma comparativamente pequeña con alrededor de 300 millones de usuarios activos y nunca ha experimentado el crecimiento exponencial de, por ejemplo, TikTok o Instagram.
Pero se considera influyente y es ampliamente utilizada por políticos, líderes mundiales y empresas para compartir comentarios y opiniones.
Cuando anunció por primera vez sus intenciones de comprar Twitter, Musk dijo que quería abrir la plataforma a una mayor “libertad de expresión” con menor moderación, una línea difícil de caminar y mantener para cualquier empresa de redes sociales con variadas regulaciones y leyes sobre el discurso del odio en el mundo.
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Sin embargo, puede ser que Musk quiera convertir la plataforma en algo muy diferente, lo que podría alejar a sus fanáticos actuales, pero también atraer a una multitud completamente nueva, afirma Kleinman.
¿Cómo funcionan las superaplicaciones y qué es lo que puede llegar con X? Tessa Wong, periodista de la BBC en Singapur, lo cuenta en primera persona.
Cómo es la vida en una superapp en Asia
Estoy atrapada en casa cuidando a un niño enfermo cuando, de repente, me viene una sensación familiar: un antojo de durián, una fruta tropical del sudeste asiático.
Pero no hay necesidad de ir a un puesto o a un supermercado para comprarlo, llevarlo a casa y luchar para abrir su cáscara puntiaguda.
Simplemente saco mi teléfono, abro una aplicación llamada Grab y toco la pantalla unas pocas veces.
Cuarenta y cinco minutos después, llaman a mi puerta. Un repartidor me entrega una bolsa: es mi durián, recién pelado y sellado en un envase de plástico, listo para comer.
Desde pedir taxis y comida hasta pagar facturas y reservar vacaciones, las superaplicaciones como Grab ofrecen una increíble variedad de servicios.
Elon Musk está pensando en crear una llamada X, pero en muchas partes de Asia han sido una parte fundamental de nuestra vida cotidiana en los últimos años.
Principalmente uso Grab para que me lleven a casa después de una noche de fiesta, o pido comida tailandesa para llevar cuando no tengo la energía para preparar la cena para la familia.
Pero muchos en Singapur también lo usan para enviar paquetes y documentos, o comprar en internet: un colega acaba de encargar un equipo de karaoke para su casa.
Otras extensiones permiten reservar boletos de autobús y ferry, habitaciones de hotel, e incluso agendar que alguien vaya a tu casa a hacer una prueba de covid.
El negocio de los pagos digitales
Estos productos y servicios se pueden pagar a través de un sistema propio de la aplicación. Una billetera electrónica está vinculada a tu cuenta bancaria o tarjeta de crédito, se puede configurar para pagar en cuotas o incluso con puntos que se obtienen con cada actividad realizada a través de la aplicación.
También se puede usar para pagos sin efectivo, tanto escaneando un código QR con la aplicación en una tienda o con una tarjeta física vinculada a tu cuenta.
Pero Grab no es el único jugador. Hay superapps en abundancia, desde GoJek de Indonesia hasta PayTM de India, que permiten hacer aún más cosas, como reservar una manicura, pedir combustible para la motocicleta, pagar una multa de tránsito y hasta comprar oro.
Un rumbo marcado por China
Las superapps se han puesto de moda en una región de nativos digitales. Solo en el sudeste asiático, alrededor de las tres cuartas partes de nuestra población usa internet y, de ese grupo, el 88% tiene un teléfono inteligente.
Luego está WeChat de China, la superaplicación asiática original que se dice fue la inspiración para la X de Musk.
Es una plataforma de mensajería y red social que se ha convertido en una de las aplicaciones más grandes de la región en términos de su gama de servicios y número de usuarios. Según el último recuento, se estima que tiene 1.290 millones de usuarios solo en China.
WeChat también es una de las redes de pago más grandes de China, y los consumidores la usan para pagar bienes y servicios y para enviarse dinero entre ellos.
Algunas investigaciones sugieren que un usuario chino pasa hasta un tercio de sus horas -sin contar cuando están durmiendo- en WeChat.
Los peligros del “todo en uno”
Mucho se ha escrito sobre cómo su ubicuidad en la vida cotidiana china, en una sociedad estrictamente controlada por el gobierno, ha convertido a WeChat en una herramienta de vigilancia y censura.
Mensajes, publicaciones e incluso cuentas se bloquean rutinariamente por contenido considerado políticamente sensible.
Existe, además, la preocupación de cómo podría contribuir a los diversos esquemas controvertidos de “crédito social” en China, donde las vidas de los ciudadanos pueden verse restringidas en función de sus puntajes de crédito bancario o comportamiento social.
En 2020, WeChat introdujo su propio sistema de puntuación en el que los usuarios obtienen privilegios adicionales si tienen buenos registros de crédito en la aplicación.
El ejemplo de WeChat destaca la principal preocupación sobre las superaplicaciones: dado que todos hacen prácticamente todo en unas pocas plataformas, estas apps terminan recopilando una gran cantidad de datos sobre las personas y podrían ejercer cierto poder sobre nuestra vida diaria.
Cómo se tratan esos datos y en qué medida los gobiernos deberían tener acceso a ellos será parte del debate en sociedades donde la privacidad es particularmente apreciada.
La superaplicación X de Musk, si llega a buen puerto, puede ser vista por algunos con recelo como una navaja suiza de doble filo.
Sin embargo, para otros, la conveniencia y la simplicidad de vivir la vida en solo una aplicación compensa las desventajas. Para aquellos con profundas preocupaciones sobre la privacidad, siempre existe la opción de reducir su uso.
Y en los mercados abiertos, las aplicaciones especializadas seguirán compitiendo por la atención de los usuarios, lo que reduce la probabilidad de que la mayoría de los datos terminen en manos de solo una o dos empresas; una de las razones del dominio de WeChat en China es que algunas aplicaciones como Twitter y WhatsApp están bloqueadas allí.
Aquí en Singapur no hago todo en Grab. No es porque desconfíe, pero prefiero usar aplicaciones específicas para otras cosas, como las compras de mercado o de ropa, ya que son mejores en eso.
Así que estoy bien con Grab porque no sabe todo sobre mí, solo algunas cosas, como el hecho de que me encanta la entrega a domicilio de durián.