El papa Francisco aprovechó su viaje de este fin de semana a Mongolia para – al sobrevolar China en su ruta desde Roma a Ulán Bator- enviar “buenos deseos” y bendiciones de “unidad y paz” al presidente del gigante asiático, Xi Jinping, y al “pueblo” de ese país, al tiempo que le aseguró sus oraciones por “el bienestar de la Nación”.
El Vaticano y China no tienen relaciones diplomáticas tras la proclamación de la República asiática en 1949, mientras que la Santa Sede es el único Estado europeo que reconoce la independencia de Taiwán, una isla sobre la que Beijing reclama soberanía.
Tras haber viajado en 2022 a Kazajistán para encabezar un encuentro interreligioso con los credos de la región, Francisco volvió un año después al Asia Central a mostrarse como un “primus inter pares” (el primero entre pares) en las convocatorias a las religiones a trabajar unidas.
“Nuestro esfuerzo común para dialogar y construir un mundo mejor no son vanos. Cultivemos la esperanza”, los animó este domingo en esa dirección.
Con presencia de representantes del budismo, el Papa aprovechó para recordar las persecuciones que sufrieron los miembros de esa religión en el siglo XX a manos de los regímenes comunistas de la zona.
“Que la memoria de los sufrimientos padecidos en el pasado, pienso sobre todo en las comunidades budistas, nos dé la fuerza para transformar las heridas sombrías en fuentes de luz, la ignorancia de la violencia en sabiduría de vida, el mal que arruina en bien que construye”, agregó.
El Papa aprovechó la presencia de dos obispos de Hong Kong para “enviar un caluroso saludo al noble pueblo chino”.
“A todo el pueblo le deseo lo mejor, e ir adelante, progresar siempre”, deseó en un tramo improvisado de su saludo final.
“Y a los católicos chinos pido que sean buenos cristianos y buenos ciudadanos”, agregó tras la celebración a la que asistieron fieles chinos y de otros países de Asia Central.