Después de un par de temporadas con la pandemia de coronavirus a pleno en varias zonas del planeta para esta época, el mundo se prepara para recibir el 2024 con festejos multitudinarios nuevamente y cada país tiene sus propias tradiciones para encarar el primer día del Año Nuevo con renovada esperanza.
Los japoneses, por ejemplo, aprovechan todo el mes de diciembre para saldar sus cuentas, limpiar casas y enseres e, incluso, renovar su vestuario como símbolo para recibir el nuevo año.
En la Nochevieja del 31 de diciembre se celebra el “Omisoka” o “Gran Día Final del año” y ese día, luego de una limpieza especial de la casa, se degustan en familia las tradicionales tazas de fideos, símbolo de longevidad. Y a las 12 de la noche, cuando repican las campanas de los templos, visitan el santuario sintoísta más cercano.
En Rusia siguen el calendario de la iglesia ortodoxa y por ese motivo las celebraciones tienen lugar unos días más tarde. La cena de Nochebuena está compuesta por doce platos, uno por cada apóstol, y el plato estrella es el pescado, acompañado por una sopa de remolacha.
Para Año Nuevo, los niños rusos reciben la visita del Abuelo de Hielo o Maroz, que –como Papá Noel- luce una larga barba blanca y viste anchas ropas rojas y botas negras. Llega acompañado por la Niña de Nieve y reparte juguetes a los niños más pequeños, pasteles de jengibre y mamushkas, las clásicas muñecas rusas que tienen dentro otras más pequeñas.
Las tradicionales uvas que se comen en España el 31 de diciembre como augurio de buena suerte para el año siguiente, en Italia se reemplazan por lentejas. También se usa regalar lencería roja como símbolo de buena suerte y tirar trastos viejos por la ventana.
En Alemania, el protagonista es San Silvestre, quien vivió y ostentó el papado de la Iglesia en el siglo IV. En su honor, corre la bebida, y encienden fuegos artificiales para ahuyentar los malos espíritus.