El Presidente ante el Congreso: El estado de la (des)unión

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El discurso de apertura de las sesiones ordinarias en el Congreso mostró a un Mauricio Macri en busca de recuperar la iniciativa política después de un mal febrero, y con el telón de fondo de una de las primeras buenas noticias de su gestión: el acuerdo con los \”holdouts\”. Los fallos en la comunicación y la falta de una política.

La disputa entre quienes querían que el presidente Mauricio Macri hiciera un balance de la “herencia recibida” y los que, como su asesor, el ecuatoriano Jaime Durán Barba, y el jefe de Gabinete, Marcos Peña, dejara atrás el pasado, fue zanjada este martes por el primer mandatario, quien hizo una suerte de informe sobre el “estado de la Unión”, al estilo de los presidentes de EEUU, en el que no ahorró críticas –con datos– a la Administración Kirchner por el deterioro de la situación económica.

Se lo pedían la vicepresidenta, Gabriela Michetti, varios de sus ministros y sus socios de la UCR. Macri dedicó 20 minutos de su discurso de apertura de las sesiones ordinarias a marcar, uno por uno, los errores y horrores de política económica del kirchnerismo, otros 15 a destacar las primeras medidas de su gobierno y unos 20 más a “plantar” conceptualmente las bases de su gestión: la lucha contra la corrupción y el narcotráfico, y la “revolución educativa”.

El nuevo jefe de Estado contó con el acuerdo con los “holdouts”, concretado este lunes, como telón de fondo para anunciar el comienzo del despegue económico que imagina. Esto, una vez que concluya el duro ajuste que aplicó, en particular a los sectores medios y medios bajos, que deberán hacerse cargo de la mayor parte de la carga después del sinceramiento de la devaluación contenida por el gobierno anterior y la suba de la tarifa de los servicios públicos. El campo recibió con alivio el fin del cepo, en particular los productores medianos y pequeños, pero los grandes acopiadores no le respondieron al gobierno como éste esperaba, y retuvieron la liquidación de dólares hasta el punto de que la divisa ya supera con holgura los 16 pesos. Y eso a pesar de la venta masiva de dólares que lleva adelante el Banco Central. En el segundo semestre, se ilusionan en la Casa Rosada, comenzará a sentirse el impacto de las primeras obras públicas generadoras de empleo, liberados los primeros tramos del financiamiento internacional hasta ahora trabado por el conflicto con los “fondos buitre”.  

Lado flaco. El “relato” K tenía una virtud: ponía en contexto las medidas –pensadas o improvisadas– que iba tomando el gobierno anterior. Esa narrativa, para ser más precisos, ha estado ausente en estos 80 días de macrismo en el poder, crítica que se siente con fuerza en los máximos niveles del Ejecutivo y que comienza a filtrarse en los medios más importantes a pesar del evidente cuidado que ponen para tratar la flamante gestión. Las bases del PRO reclaman cada vez con más fuerza que Macri explique lo que está haciendo y para qué. Y en los diez días que siguen, el Presidente lo hará en un “raid” de medios luego del cual espera darle argumentos a sus seguidores y a sus funcionarios.

Sin embargo, la comunicación es una herramienta, importante, pero una herramienta al fin. Cuando una crisis se desata, los expertos en marketing político no tiene demasiadas respuestas. Pueden encarar un proceso de control de daños, pero difícilmente puedan dar vuelta una realidad ominosa. El escrito israelí Avishai Margalit escribió, allá por los 80’: “Las revistas no cambian el mundo, pero moldean cierto clima de ideas”.

El manejo de la comunicación de la Administración Macri es criticada, básicamente, por el desdén con que trata a los medios tradicionales. Es cierto, como señala Peña, que la importancia de estos medios es cada vez menor en términos del avance de las redes sociales. La anécdota de las críticas de Mirtha Legrand, de inmediato viralizadas en esas redes, da cuenta no obstante que nos encontramos en una transición en la que los medios tradicionales –la octogenaria Mirtha y sus almuerzos son un epítome de esos medios– siguen traccionando con sus contenidos la “conversación”, por lo que siguen “moldeando un clima de ideas”, como apuntaba el escritor israelí.

La primera medida de Peña como jefe de Gabinete, la de congelar la pauta publicitaria de los medios de comunicación, muchos de los cuales se sostienen a duras penas con ella, en particular por lo mal pagador que es el Estado, sin duda responde a un concepto válido: si los medios son empresas privadas, no pueden depender tanto de los aportes estatales.

Es cierto. No pueden depender, pero aún lo hacen. Y mientras se llega a la otra orilla de la reforma estructural que imagina Macri, en el medio el clima social puede frustrar esa reforma…si los medios no acompañan. Así son las cosas y, en particular los radicales que acompañan a Macri en la gestión, le han advertido que es jugar con fuego no enfrentar esta cuestión con “realismo”, mientras se prepara el terreno para desandar las políticas prebendarias y extorsivas de las últimas décadas.

El discurso de Macri, sin embargo, buscó “decir la verdad” pero no la empatía con su público objetivo: la gente, como gusta categorizar el macrismo. Al gobierno le falta congeniar “el deber ser” con “el deber comunicar”, que en democracia no significa mentir, como cree Macri y su madre condena, sino tomarse el trabajo de explicar para ganar voluntades. Su rechazo al populismo –el reciente y el histórico–, han hecho que el presidente realce su costado duro y su administración, hasta ahora, descanse en el más sensible de Michetti, que incorpora gestos y un tono mucho más cercano a los problemas sociales que su jefe, el ingeniero. La “vieja política” es detestable, pero el sistema está en crisis y en toda crisis convive los añejo con lo que vendrá. Si no, estaríamos hablando de la toma del Palacio de Invierno, y Macri no eligió ese camino sino el gradualismo, el mismo que le ha hecho ganarse críticas de los ortodoxos como Miguel Ángel Broda y, en privado, de su propio amigo, Carlos Melconian, hoy en un segundo plano en la presidencia del Banco Nación.

Las redes sociales, entonces, vuelven a tener la importancia que tiene cualquier medio: una pistola nunca puede ser más importante que la bala.

* Director de gacetamercantil.com 

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