El film está inspirado en la serie de televisión homónima de los años 80s, donde un agente de inteligencia retirado decide prestar sus servicios a aquellos que lo necesitan.

Es claro que las sociedades donde es frecuente la aparición de héroes anónimos que se dan a la tarea de impartir justicia por mano propia no suelen ser las más equitativas del mundo. Es más, hasta se podría decir que este tipo de circunstancias son sinónimo de una profunda decadencia institucional.

Por desgracia, dicho fenómeno no es nuevo a lo largo de la historia y, por ende, tampoco en el cine donde, si hacemos memoria, vamos a encontrar infinidad de casos de justicieros que luchan solos contra la corrupción, ya sea en ciudad gótica, metrópolis o, como en este caso, en la ruidosa ciudad de Nueva york.

“El justiciero” (“The equalizer”) está inspirada en la serie de televisión homónima de los años 80s, donde un agente de inteligencia retirado llamado Robert McCall decide prestar sus servicios a aquellos que lo necesitan, en la mayoría de los casos a personas de la clase trabajadora.

En esta ocasión, el elegido para interpretar a dicho agente es Denzel Washington, quien ya había trabajado con Antoine Fuqua (director del film) en “Día de entrenamiento”.

La acción comienza despacio, McCall trabaja en una carpintería, es un hombre callado, austero y muy disciplinado, al que todas las noches le gusta llevarse un libro al bar ya que por alguna razón padece de insomnio. Es así como conoce a Teri (Chloe Grace Moretz), una prostituta con la que entabla una amigable relación, y a la que incita a buscar una vida mejor. Pronto McCall se dará cuenta que la chica es una víctima de la mafia rusa (sí, los mafiosos siempre son extranjeros), y que él es el único que puede ayudarla a escapar de ese infierno.

Pero como todo héroe tiene su villano la mafia decide enviar a Teddy (Marton Csokas), un sociópata narcisista que viene desde Rusia a poner orden a los asuntos de la organización luego de que McCall se cargue a parte de sus secuaces. Un personaje despiadado e interesante por momentos, pero que sin quererlo anuncia un final más que previsible porque, como es sabido, el héroe nunca pierde.

Es cierto que, como decía al principio, hoy en día los justicieros están más vigentes que nunca dentro del ámbito cinematográfico hollywoodense pero, por fortuna, desde hace algún tiempo, a muchos de ellos se los ha sacado del bronce y se los ha dotado de un semblante más humano, haciendo hincapié no solo en sus virtudes sino también en sus miserias, lo cual ayuda a construir una imagen más adulta y menos ingenua de los mismos.

Lamentablemente, esto es de lo que carece el ex agente McCall interpretado por Washington, un héroe de piedra que quizás hubiese estado bien en los años 80s, pero que en el año 2014 se nos hace bastante naif, no por la interpretación del actor, sino por cómo está encarado (conceptualmente) el personaje: Un hombre “políticamente correcto” en una sociedad corrupta que de un día para el otro decide ayudar a los desvalidos con un interés puramente altruista.

En suma, “El justiciero” desarrolla la vieja idea del héroe anónimo que aparece para ajusticiar a los inmorales, pero lo hace de una manera inocente, carente de originalidad y poco atractiva, donde quizás se destaquen algunas buenas escenas de acción y poco más, en una película disfrutable un domingo por la tarde mientras no tengamos nada más importante que hacer.