La Gioconda y los “fondos buitre”

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Francia analiza la posibilidad de subastar la mítica obra de Leonardo Da Vinci alojada en el museo del Louvre. Algunas consideraciones sobre su valor, su precio y la especulación financiera.

Son varios los países que pusieron a la venta parte de su patrimonio cultural. Portugal vendió “La estrella Azul” de Joan Miró por 30 millones de dólares y tiene otras 85 obras del mismo artista listas para ser subastadas, por las que se cree que podría obtener 35 millones de euros.

Hubo protestas por la venta, aunque desde que se adquirieron nunca habían sido exhibidas y el gobierno portugués dijo que para llevar adelante políticas de austeridad, no puede promover la cultura y que Miró no es una de sus prioridades ya que no es un artista portugués.

No obstante, no fueron los primeros en pensar en “vender las joyas de la abuela”. En 2011, Ángela Merkel, la canciller de Alemania, y el entonces presidente francés, Nicolás Sarkozy, sugirieron que para la salir de la crisis en la que estaba sumergida Grecia este país podría vender el Partenón. (Nunca a nadie se le ocurrió reclamar que Gran Bretaña le devolviera a Grecia los más de cien metros de friso y otras importantes esculturas que eran parte del Partenón, pero este es otro tema). Volviendo a las crisis que ponen al borde del abismo a ciudades, países y continentes, la de 2008 llevó a la quiebra a la ciudad de Detroit. En 2013 se pusieron a la venta o a concesión teatros y aeropuertos, y el alcalde pensó subastar, para ayudar a la reconstrucción de la ciudad, varias obras del importante museo de arte de la ciudad, en el que hay pinturas de Vincent Van Gogh, Pablo Picasso y Caravaggio.

La industria automotriz prometió donar 26 millones de dólares a la ciudad para evitar la subasta de las obras, pero el tema aún no se cerró.

Madrid, otra ciudad con problemas financieros, puso a la venta obras de artistas contemporáneos que no estaban catalogadas tras encontrar una grieta en la ley que no permite vender obras del patrimonio, aunque muchos museos las alquilan y esa es otra manera de generar recursos. Se cree que los 300 millones de euros que consiguieron en la subasta es un precio inferior al que realmente tienen las obras en el mercado.

Un banco de Irlanda subastó 14 obras que estaban valuadas entre 1,7 y 2,2 millones de euros y que habían sido decomisadas a especuladores de bienes raíces, que quebraron con la crisis de 2008. Y entidades bancarias de Corea del Sur ya encararon acciones similares. Tras la propuesta alemana en plena crisis griega, Francia puso las barbas en remojo y está pensando en vender la Gioconda, de Leonardo Da Vinci, obra emblemática y que atrae a cientos de miles de turistas que hacen largas colas para visitarla en el Museo del Louvre. Lqs autoridades consideran que la venta podría traerle un respiro al reducido presupuesto cultural del gobierno.

En 1962 fue registrado en el “Guiness World Records” que la Gioconda estaba valuada en 100 millones de dólares a los efectos de poder ser asegurada. Hoy podría valer cerca de 1.000 millones de dólares, lo que representa menos del 1% de la deuda pública francesa. Esta pequeña gran obra de solo 77 cm x 53 cm, realizada sobre tabla, muchas veces sorprende a quienes la ven, porque suponen que una obra importante debe ser grande y de ningún modo es así.

La subasta de La Gioconda es improbable, y hasta quizás sea un recurso de marketing para vender más entradas y “souvenires” frente a una inminente venta. Si, finalmente, y tras sacar cuentas ven que esta iniciativa podría reportar ganancias importantes, lo que podría tener un “efecto dominó” sobre el patrimonio que habita en los casi 200 museos de la “Ciudad Luz”. Expertos calculan que sólo la obra dentro del Museo de Orsay podría alcanzar un valor cercano a los 4.000 millones de euros.

Por el momento las leyes en Francia prohíben la venta de obras, pero si es necesario las normas se pueden cambiar y entonces, a la pérdida de patrimonio, se le sumarían varios problemas más: quizás tengan que recompensar a quienes donaron obras o afrontar una catarata de juicios multimillonarios.

El mercado del arte funciona igual que Wall Street, pero es más reducido el número de gente que decide cuánto vale una obra, qué hay que comprar ahora y qué obras que ya hayan adquirido deben vender rápido porque el valor de ese artista está cayendo en picada, cosa que también por arte de magia deciden ellos. Tanto particulares como grupos financieros compran obras como se compran acciones solo con fines especulativos, y eso de alguna manera explica por qué circula y se vende tanta cosa estrafalaria de artistas carentes de talento. Si el mercado del arte se maneja como Wall Street, no hay que dejar de lado a los “fondos buitre”, que en este caso no comen carroña sino caviar y del bueno. En el medio de este zafarrancho especulativo, la Gioconda bien podría terminar yéndose con su sonrisa a otra parte.

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