Historia: Anna Kuliscioff, madre del socialismo italiano

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Suerte de Alicia Moreau de Justo ítalo-rusa, esta dirigente socialista fue médica y luchó por los derechos de la mujer y los niños con la misma pasión que Rosa Luxemburgo, su contemporánea polaca.

Por Myrna Leal

Murió justo a tiempo para evitar ser testigo de lo peor del fascismo, en 1925, año clave durante el cual el gobierno de Benito Mussolini se fue transformando en dictadura.

Anna Kuliscioff fue un personaje trascendente de los inicios del socialismo italiano. Prácticamente desconocida para el mundo de habla castellana, su obra no alcanzó a traspasar fronteras con la avasallante fortaleza de los análisis de Rosa Luxemburgo, su contemporánea residente en Alemania, también de origen judío y nacida en el Imperio Ruso.

Kuliscioff fue una suerte de Alicia Moreau de Justo italo-rusa, ya que sus trayectorias y aportes pueden compararse, a veces casi en espejo: Ambas se recibieron de médicas en tiempos en que la mujer no frecuentaba los claustros universitarios, fueron feministas, se especializaron en enfermedades de la mujer, fueron directoras de publicaciones de análisis socialista e impulsoras de leyes en defensa de los más débiles a través de las bancas de sus compañeros varones, en momentos en que las mujeres no podían votar ni ser votadas.

Las biografías no se ponen de acuerdo en el año del nacimiento de Kuliscioff. Mencionan 1854, tal vez 1857, un 9 de enero, en Crimea, con el nombre de Anna Moiseevna Rozenstejn, que a causa de la persecución política cambió por Kuliscioff. Hija de una familia próspera de comerciantes, capaces de enviarla a Suiza a realizar sus estudios de filosofía, debió huir de su país cuando el zar Alejandro II desató una fuerte represión contra los grupos revolucionarios.

Adhería por entonces a ideas libertarias y a la convicción de que una revolución no sería posible sin violencia, postura que fue modificando con la experiencia hacia opiniones más reformistas, aunque sin perder jamás la pasión y su credo socialistas.

En el exilio entre Francia y Suiza, se unió sentimental y políticamente a Andrea Costa, que años más adelante se convertiría en el primer diputado socialista de Italia. Juntos se instalaron en la península, donde nació la hija de ambos, en 1881, y luego se distanciaron.

Su vida trashumante continuó varios años. Regresó a Suiza, donde inició sus estudios de medicina y después retornó a Italia, para finalizar su carrera en Nápoles. Por años arrastró las secuelas de una tuberculosis contraída en uno de sus pasos por la prisión, adonde fue a parar a causa de su actividad política.

Hacia 1888 consiguió su especialización en ginecología y con sus investigaciones dio con el origen bacteriano de la infección puerperal, un mal que por entonces era altamente mortal. Al mudarse a Milán, dio inicio a su trabajo como médica en sectores marginales de la población, entre quienes se hizo conocida como la \”doctora de los pobres\”.

Al mismo tiempo continuaba con su militancia y fortalecía su nueva y definitiva relación sentimental con el político Filippo Turati. Juntos fundaron en 1890 la revista \”Crítica Social\” y participaron en la creación del Partido Socialista. Anna encaró en ese marco su batalla en favor de los derechos de la mujer y, en especial, del voto universal.

Su manifiesto por excelencia, en este sentido, lo dio a conocer el 27 de abril de 1890, en el Círculo Filosófico Milanés, bajo el título \”El Monopolio del Hombre\”. De prosa pasional y carismática, Kuliscioff atrajo a una multitud que saturó el salón. Su idea fuerza: el trabajo de las mujeres debe ser retribuido de modo igual al de los varones porque eso les permitirá conquistar su libertad, respeto e independencia.

También fue autora de un proyecto contra la explotación laboral de menores de edad y mujeres, que sus compañeros legisladores lograron sancionar en 1901, y fue conocida públicamente como la Ley Carcano.

Desde 1892 hasta su muerte, Anna junto a Turati vivió en un departamento, en Portici Galleria 23, con amplios ventanales a las cúpulas puntiagudas del duomo de Milán. Allí funcionó el \”salón de la Kuliscioff\”. Fue casa de la pareja, redacción de Crítica Social y lugar de debate, oficina de recepción de personajes de la cultura, de la política y de personas humildes que les confiaban sus padeceres.

Para ambos, el comienzo del fin fue la llegada de Mussolini al poder. Un antiguo compañero del socialismo, devenido en padre del fascismo. Un tobogán anímico derivado de lo que veía como un fracaso de sus ideales sociales, acorralados por un gobierno totalitario y el exilio de su compañero en Francia, conjugado con el avance de sus problemas de salud, la llevaron a la muerte el 27 de diciembre de 1925. Hasta el final fue objeto de la furia fascista: un grupo de forajidos arrancó las coronas y ornamentos al paso de la carroza fúnebre cuando sus restos eran llevados en procesión al Cementerio Monumental de Milán.

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