Una muestra en el Museo Metropolitano de Nueva York actualiza una técnica ancestral.
NUEVA YORK.- La milenaria tradición del arte con tinta en China, utilizado para caligrafía y paisajes, puede parecer cosa del pasado para muchos, aunque una nueva exposición que se abre en el Museo Metropolitano de Nueva York muestra la vigencia y renovación de esta técnica.
Destacada como la “primera gran muestra de arte chino contemporáneo jamás montada” en el prestigioso museo neoyorquino, la exposición presenta desde el miércoles hasta abril próximo un total de 70 obras de 35 artistas nacidos en China continental en la segunda mitad del siglo XX.
“El arte con tinta es un término muy elástico en esta muestra”, dijo el curador del Departamento de Arte Asiático del Metropolitano, Mike Hearn, en referencia a las obras seleccionadas, ya que cohabitan pinturas en papel, pergaminos, esculturas, fotografías, vídeos e instalaciones.
Si durante más de dos milenios la tinta ha sido el principal instrumento utilizado para la pintura y caligrafía en China, desde comienzos del siglo XX esta tradición se ha visto desafiada por la aparición de nuevos medios de expresión y la introducción de prácticas occidentales, dando lugar a originales creaciones.
“El pasado de China tiene un gran futuro”, señaló en ese sentido Hearn en la presentación de la muestra a la prensa ante la mirada de una decena de los artistas elegidos.
El director del museo, Thomas Campbell, indicó de su lado que la muestra, con obras de 1980 hasta la actualidad, abarca “un tiempo de cambio social y económico en China, un periodo en el que el arte chino estaba ocupando su lugar en el escenario mundial”.
“Cualquier valoración de estos artistas y su obra también debe tener en cuenta el rico legado cultural de China”, agregó sin embargo Campbell, dejando en claro como estos trabajos se inscriben y son continuación de una tradición.
Caligrafía, paisajes, abstracción. La muestra está dividida en cuatro partes: caligrafía, paisajes, abstracción y un capítulo titulado “Más allá del pincel”, en el que se agrupan aquellas obras que escapan a los tres primeros conceptos pero que comparten ya sea la utilización de algún modo de la tinta o de una tradición artísticas antigua.
Muestra del contraste, la exposición se abre con clásicos trípticos que en esta ocasión presentan temáticas modernas, uno de ellos parte del proyecto “Suicidiología del puente del río Yangzi en Nanjing” (2009), donde Qiu Zhijie explora la cuestión del número récord de suicidios en ese lugar, que fue el primer puente carretero y ferroviario moderno diseñado y construido enteramente por chinos en 1968.
Entre los “nuevos paisajes”, la “Vista de la marea” (2008), de Yang Yongliang, parece a simple vista una imagen límpida de la grandeza de la naturaleza, con olas, montañas y valles, pero se revela luego, al ser observada de cerca, como un medio ambiente usurpado completamente por la mano del hombre, con carreteras, rascacielos y torres de electricidad omnipresentes.
“Paisaje chino tatuaje número 2 y número 4” (1999), de Huang Yan, son fotografías que forman parte de una serie sobre un torso desnudo tatuado con montañas, bosques y escenas tradicionales chinas que convierte en un “emblema de cada chino que no puede ser separado de su herencia cultural”.
Una sala está enteramente dedicada al “Libro del Cielo” de Xu Bin (1955), una famosa instalación creada entre 1987 y 1991 y consistente en libros escritos a manos y pergaminos que recubren toda una habitación y crean “un medio ambiente que sumerge al visitante en un mar de imágenes de palabras”.
Otra de las obras emblemáticas es “Impreso en el agua” (1996), una serie de 36 fotos de Song Dong en las que se lo ve “estampar” en las aguas del río Lhasa un gran sello de madera grabado con el carácter chino de la palabra agua.
“Ejercí gran fuerza pero al final no dejé ningún rastro”, admite Song, oriundo de Pekín y una de las figuras del arte conceptual en su país desde principios de la década del 1990, al referirse a su obra.