Si sus paredes hablaran, seguro que saldría a la luz más de un secreto de la historia de España, pues este monumental edificio que alberga uno de los hoteles más distinguidos de Madrid, cumplió el viernes 12 cien años de vida, un siglo albergando secretos e ilusiones de sus ilustres huéspedes.
Por María Luz Climent Mascarell (dpa)
A principios del siglo XX en Madrid había un único hotel de lujo, el Ritz. La boda en 1906 del rey Alfonso XIII puso en evidencia la carencia de hospedaje de alta categoría, cuando numerosas familias de la realeza europea se vieron obligadas a alojarse en palacetes y mansiones privadas. Fue precisamente el monarca quien contactó al empresario belga Georges Marquet (propietario de otros hoteles de esta índole en Europa y también dueño del Ritz) para alentarlo a que construyera otro hotel de gran lujo.
Mientras el Ritz fue siempre el hotel de la aristocracia, el Palace, ubicado frente al edificio de las Cortes y con una de sus fachadas mirando a la emblemática y céntrica fuente de Neptuno, acogió a figuras del mundo de la política, las letras, la música, la pintura, el cine, el toreo o las altas finanzas. Fue además el primer gran edificio con una estructura de hormigón armado y el primer hotel de toda España con teléfono y cuarto de baño en cada una de sus 800 habitaciones. En aquellos tiempos el Ritz tenía teléfono, pero el baño era compartido por varias habitaciones.
En el Palace, y sobre todo en su concurrido y afamado bar, se respiraba ese cosmopolitismo al que el resto del país estuvo ajeno durante décadas, condenado al ostracismo político mientras se recuperaba de sus heridas tras la Guerra Civil y el régimen del dictador Francisco Franco (1939-1975) procuraba llamar poco la atención, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial.
Si se deja volar la imaginación en el salón central bajo la hermosa y gran cúpula de cristal, (uno de los rincones favoritos de Jorge Luis Borges), casi se puede uno imaginar a Mata Hari descendiendo las elegantes escaleras que desembocan en el hall. Antes de que mataran a la famosa espía, ésta se alojó en el Palace, asegura en entrevista con la agencia dpa la relacionista pública del hotel, Paloma García.
\”El hotel era más moderno que el Ritz y acogió a gente más bohemia. El Ritz ha sido más un hotel para la nobleza y el Palace ha sido el hotel de los artistas de los bohemios, de los intelectuales, de la gente que se salía un poco del canon convencional de cada época. A veces digo: \’Esto es surrealista\’. Ves a un torero bajando a la plaza como El Juli o (Alejandro) Talavante, que siempre se aloja aquí, que se cruza en las escaleras con un jeque árabe ataviado con su túnica. Es un foto muy divertida\”, explica García.
De Benito Pérez Galdós a Alejandro Lerroux, pasando por Oskar Kokoshka, Buster Keaton, Carlos Gardel, Federico García Lorca, Carlos Fuentes, Octavio Paz, Orson Welles, Glenn Ford y un sinfín de políticos y artistas han descansado mirando al imponente edificio del museo del Prado y con los árboles del parque del Retiro como telón de fondo.
Salvador Dalí, siempre que pasaba por Madrid, se hospedaba allí junto a su esposa Gala, como también lo hizo a partir de los años 60 Jorge Luis Borges. Su viuda María Kodama, que sigue alojándose allí, le contó a Paloma García que en una de sus visitas a la capital española coincidieron en el hotel con Mick Jagger, el cantante de los Rolling Stone. Entonces Borges ya apenas podía ver y el músico británico, al verlo, se le acercó y le dijo: \”Maestro, le admiro mucho\” y al pedirle un autógrafo, el escritor le preguntó quién era y tras presentarse, Borges le replicó que le gustaba mucho su música, porque su esposa María se la hacía escuchar con frecuencia.
Pero ante todo el hotel ha sido un testigo privilegiado de la historia de España durante el último siglo. El hotel sólo perdió su función en una única ocasión: durante la Guerra Civil, cuando las autoridades de la República lo convirtieron en un hospital. Tras el conflicto fraticida fue remodelado por completo y durante la contienda mundial en los años ‘40 se convirtió en nido de espías, refugiados nazis, así como traficantes de armas y negociantes que se enriquecieron con el estraperlo (comercio ilegal).
Por su proximidad al edificio que alberga el Congreso siempre ha sido un punto de encuentro estratégico para políticos y empresarios. \”En 1981 (cuando el 23 de febrero se produjo el intento de golpe de Estado) el gobierno provisional de la nación se instaló en el Palace y aquí se manejaron los hilos de la solución del conflicto. Todos los que no estaban en el Congreso vinieron aquí. En cuestión de dos horas se recibieron 200 reservas de periodistas internacionales y familiares de congresistas, aquella noche fue un hervidero de gente con la policía por aquí. El hotel fue tomado como centro de operaciones\”, recordó la relacionista pública.
Un año después, cuando por primera vez el Partido Socialista ganó las elecciones, su máximo dirigente, Felipe González, eligió una de las habitaciones del hotel para saludar a la multitud y celebrar la victoria.
Los tiempos han cambiado y aunque ahora estamos en plena era \”low cost\”, en la que el lujo ya no es un distintivo como antes, sigue existiendo una clientela, sobre todo procedente de países emergentes, que busca la fascinación que evoca un establecimiento con tanto pasado. Es por ello que Paloma García está segura de que el Palace nació y morirá como hotel. Hasta entonces el Palace seguirá siendo el testigo silencioso de la capital y el país.