¿Nada es para siempre?

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El autor, coleccionista e integrante de entidades dedicadas a la preservación del patrimonio, se refiere aquí a un tema de actualidad por el reciente robo al Museo Nacional de Arte Decorativo.

El patrimonio cultural de un país constituye, sin lugar a dudas, la piedra angular sobre la cual se construye su identidad como nación. Solamente basta con pensar en dos artistas como Florencio Molina Campos (con sus trabajos costumbristas del campo argentino) y Benito Quinquela Martín (con sus paisajes de La Boca) para comprobar que somos eso: una mezcla de barcos repletos de inmigrantes, gauchos y pueblos originarios (tal como son denominados desde hace algunos pocos años). De todo este crisol proviene la Argentina.

Dada la riqueza lingüística que tiene nuestro idioma, antes de abordar el tema de hoy es importante recurrir al diccionario de la Real Academia Española, que señala entre los diferentes significados de la palabra “identidad” los siguientes: “Conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás”; y también: “Conciencia que una persona o colectividad tiene de ser ella misma y distinta a los demás”.

Dicho esto, no cabe duda de que el patrimonio cultural es el ADN de nuestra identidad como nación y, si falta algo, ya nada es lo mismo. Cada persona tiene en su árbol genealógico dos abuelas y dos abuelos; si alguno de ellos fuera reemplazado por otro hombre o mujer, el resultado sería diferente ya que habría cambiado la genética y estaríamos hablando de una persona absolutamente distinta. Con el patrimonio cultural de un país sucede lo mismo, si no somos cuidadosos de su conservación, dejamos de ser la consecuencia de ese acervo cultural y nos convertimos en un país diferente.

En estos últimos días ha tomado estado público el robo de piezas de la colección de un conocido museo argentino. El caso se encuentra en manos de la Justicia, la que determinará qué sucedió y la responsabilidad de quienes fueron puestos como custodios de esos bienes que no son de su propiedad.

En los ambientes culturales se ha disparado un debate sobre la protección y cuidado del patrimonio cultural, muy especialmente el que se encuentra en manos del Estado, ya que en la esfera privada cada cual cuida su colección de la mejor forma que lo considere ya que en definitiva los bienes son de su propiedad.

Cuando hablamos del Estado y las colecciones que albergan los diferentes museos, la situación cambia ya que no nos referimos a bienes que pertenecen a una determinada administración o a un determinado director de museo; ambos son únicamente sus custodios temporales (aunque debo confesar que me ha tocado hablar con alguna persona que, desempeñando el rol de director de un museo, al oírla daba la sensación de estar hablando con el dueño de la institución y no con un administrador temporal). Obviamente, también tenemos directores que trabajan con pasión y seriedad por el museo en el cual se desempeñan.

Al hablar de coleccionismo siempre se puede tender a pensar que alguien es el dueño de tal o cual colección (formalmente lo es ya que forma parte de su patrimonio), pero si uno se sienta a reflexionar con él sentirá que no está hablando con el dueño sino con el guardián. Una importante parte de las piezas que integran el patrimonio del Estado en materia museística provienen de donaciones de particulares, quienes luego de atesorarlas e ir reuniéndolas a lo largo del tiempo en compras, muchas veces realizadas en diferentes partes del mundo, y exhibirlas en sus casas, deciden que, al morir o antes, toda “su colección” sea donada a un determinado museo (con este enorme acto de generosidad, se excluyen a los herederos legítimos de esa persona privando a su descendencia de la misma en pos del disfrute público de la gente que visitará el lugar en donde estará expuesta). Además, el Estado argentino, especialmente en las primeras décadas del siglo XX, compró objetos a particulares y con esas adquisiciones, dependiendo del caso, reforzó o comenzó a crear las colecciones de muchos de los museos que hoy podemos visitar. El Estado ha comprado incluso casas o las ha recibido en donación y en ellas hoy funcionan museos: incluso ha reacondicionado sitios para destinarlos a ese fin.

Al recorrer un museo tenemos que pensar que podemos disfrutar de los objetos que vemos gracias a que algunas personas decidieron que tal jarrón o tal cuadro, en lugar de quedar en la casa de su hijo, pase a formar parte de la colección de esa institución. Asimismo, también están las donaciones realizadas por las asociaciones o fundaciones de amigos de los diferentes museos, a los que yo defino como su “club de fans”; y, como tales, están dispuestos como dicen en España a “dejarse la piel” por el “amado Museo”. Estos “amadores museísticos” a veces son respetados y muchas otras maltratados por la dirección del museo, pero igualmente ellos siguen allí firmes “al pie del cañón”. Quizás para alguien al que no le interesen mucho los temas culturales o no los llegue a entender correctamente, las asociaciones de amigos tienen el mismo fanatismo por el museo con el que colaboran que un hincha de fútbol por su club. Uno podría preguntarle a un hincha de fútbol: “¿Qué te da tu club?;  y la respuesta podría ser: “Nada y todo a la vez”, y es algo que no se puede poner en palabras. Lo mismo se aplicaría a una asociación/fundación de amigos.

En el presente, época en la que los grandes mecenas de la cultura han casi desaparecido, los museos públicos pueden incrementar su patrimonio mediante donaciones ya que el Estado ya casi no realiza compras. Esas donaciones provienen de alguna empresa que compra tal o cual obra o pieza y de los programas de compras de las asociaciones de amigos. También están las donaciones que realizan los artistas a los museos, tanto sea por “motu proprio” o por ser requerido en el marco de un premio como el Nacional a la Trayectoria Artística, que se exhibe en el Museo Nacional de Bellas Artes, en el cual nos podemos encontrar con la maravillosa obra “Doble plataforma”, de Dalila Puzzovio, la “emperatriz del Di Tella”, quien recibió el Premio Nacional a la Trayectoria en 2021.

La protección del patrimonio cultural no solo requiere el cuidado de las piezas sino que además reclama que estén a cargo de profesionales especializados en las diversas temáticas, y en lugares apropiados y bien mantenidos. De la misma forma que nadie se subiría a un avión a cargo de un piloto inexperto, nadie debería dejar al mando de esos templos de la cultura, en donde se encuentra nuestro patrimonio, a gente que no esté a la altura del cargo. Afortunadamente, también existe un inmenso ejército silencioso que lo protege formado por profesionales idóneos y fanáticos que velan por su cuidado.

Creo que, como país, deberíamos pensar que si no cuidamos y protegemos nuestro joven patrimonio cultural (en gran parte de una antigüedad que no llega a dos siglos), privaremos a las futuras generaciones de conocer su historia, sus raíces y su identidad. ¿Qué hubiera pasado con la Historia de la Humanidad si en la actual Italia a los 200 años de la Caída del Imperio Romano hubieran empezado a demoler y saquear todo? Hoy nada tendríamos.

Debemos fomentar desde el colegio que nuestros descendientes conozcan el patrimonio cultural de nuestro país, debemos facilitar su presencia en museos y acercarles la cultura en un lenguaje entendible y acorde con su edad. Nadie ama lo que no conoce. Permitir que el ciudadano de a pie conozca más, de la misma forma que Francia lo hizo de la mano de su entonces ministro de Cultura, André Malraux.

Un lugar importante también se tiene que dar desde el mundo universitario, especialmente en aquellos ámbitos en donde se forman personas interesadas en las políticas públicas, la educación y la formación en finanzas públicas.

No debemos dejar el manejo de la cultura en manos de unas pocas personas, debemos involucrarnos porque este acervo de bienes al cual nos referimos es de todos.

El cuidado del patrimonio cultural no es solamente mantener protegidos los objetos y evitar su robo, es algo mucho más profundo que eso, es mantener “con vida y a salvo” esos rasgos propios que nos caracterizan frente a los demás.

Desde estas líneas pretendemos dar una mirada diferente a la cultura y su análisis.

* Coleccionista e integrante de entidades dedicadas a la preservación del patrimonio

 

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