“Las mujeres solas son muy vulnerables; juntas, son invencibles”.

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La escritora chilena aborda el mundo femenino en su última novela, “Violeta”, con una protagonista que en plena pandemia decide dejar testimonio de su historia personal. Boric, un “soplo de aire fresco”.

En su última novela, “Violeta”, Isabel Allende aborda nuevamente el mundo femenino con una protagonista que en plena pandemia de 2020 decide dejar testimonio de su historia personal, desovillando una madeja en la que se enhebran la vida de sus antepasados y de otros seres que la acompañaron en un largo camino, donde se filtran, como sucede en la obra de la autora, ecos familiares y, en este caso, la figura de su madre y la suya propia, quien casi a los 80 años es una de las escritoras más leídas del mundo y una feminista que no se cansa de advertir que “hay una guerra declarada contra las mujeres”.

Cuando los nietos de Isabel Allende eran chicos le decían que tenía un pueblo en la cabeza, con personas que alimentaba su imaginación. La autora da crédito de esto, al publicar cada año un libro habitado por personajes inspirados en muchos de sus familiares o en esas mujeres fuertes que admira por su resiliencia, quienes por su condición de género son el botín de un mundo que les declaró la guerra, como repite cada vez que puede, porque “mientras no nombremos esa guerra, mientras no sea parte de la narrativa, no la vamos a poder eliminar”. “Las mujeres solas son muy vulnerables, las mujeres juntas son invencibles”, dice.

Desde un tiempo a esta parte, la escritora viene denunciando la política de sometimiento que sufren las mujeres y construye textos luminosos en los que, a pesar de las adversidades y desencuentros, la sororidad y el empoderamiento devienen en vidas que valen la pena ser vividas. “Violeta”, su última novela, es uno de esos libros.

La obra se inicia en plena gripe española de 1920 cuando nace Violeta y termina en plena pandemia de Covid, con un testimonio de vida que la protagonista, de 100 años le deja su nieto Camilo. La diversidad de personajes de esta obra da cuenta de una América Latina mestiza y se entreteje con extranjeros como Miss Taylor, institutriz que tendrá un vínculo amoroso con Teresa Rivas, luchadora por el derecho al voto femenino.

Desde Estados Unidos, rodeada por ejemplares de su nuevo libro (Sudamericana), Allende recordó a su hija Paula, dijo estar “encantada” con Gabriel Boric, nuevo presidente del Chile que dejó hace 47 años, tras la caída de Salvador Allende, primo hermano de su padre, y habló sobre los efectos sociales del patriarcado y de su fundación para asistir a personas LGBTIQ+. En su haber cuenta con más de 30 libros. “El plan infinito”, “De amor y de sombra” y “Largo pétalo de mar” entre otros.

“Ayudo a mujeres porque he sido feminista toda mi vida, pero puedo decir que, y toco madera, nunca me ha tocado una persona que me falte el respeto, en parte debe ser porque soy feroz -dice riéndose-. Una vez mi segundo marido me levantó la voz, pero nunca más”.

-Télam:¿Qué inspiró esta nueva historia?

-Isabel Allende: La idea nació cuando se murió mi mamá a los 98 años, poco antes de la pandemia. Era una mujer preciosa en muchos aspectos y teníamos una relación íntima de escribirnos cartas todos los días, por décadas y décadas, así que conozco su vida al revés y al derecho. No pude escribir su historia porque estaba muy cerca emocionalmente de ella y porque su vida no fue extraordinaria, en parte porque no pudo mantenerse sola, pero inventé un personaje, Violeta, que tenía sus características pero no es ella (nace en una familia de cierta clase social, conservadora, católica) y la presté algunas cosas mías, el resto es imaginación.

– T: La novela transcurre en muchos países, supongo que tiene que ver con su historia personal de emigrante y exiliada, cómo describe su vínculo con Chile.

– I.A: Es un vínculo de la imaginación y el cariño, porque cuando voy a Chile siempre me sorprende que ya no es el país que recuerdo. Creo que le pasa a cualquiera que ha vivido demasiados años afuera, uno se queda con un país inventado con el corazón y la cabeza, y después es extranjero también ahí, es lo que me pasa con Chile.

– T: ¿Hubo intención de testimoniar en este libro la diversidad de América Latina?

– I.A: Como vivo en California y hay una amalgama de inmigrantes que vienen de Centroamérica y Latinoamérica y como yo misma he sido una persona desplazada, la diversidad se me da en forma natural. Tanto que ayer me tocó ver una película de 1955 y lo primero que me llamó la atención es que todo el mundo era blanco. En Chile, en este momento, al plantearse la redacción de una nueva Constitución, uno de los temas es la diversidad. Ya no somos un país homogéneo y nunca lo fuimos, lo que pasa es que se ignoró sistemáticamente a la población indígena, al mestizaje, y eso somos todos.

– T: Violeta tiene con su marido un vínculo violento. En momentos de gran fuerza feminista y, sin embargo, de aumento de femicidios ¿cómo se puede salir de esta situación?

– I.A: Hay una guerra declarada contra la mujeres en el mundo y mientras no la nombremos y no sea parte de la narrativa no la vamos a poder eliminar. Para eliminarla se necesita la acción combinada de las leyes y la educación a edad muy temprana. Tiene que haber consecuencias contra esto y una gran conciencia.

– T: La actriz Emma Thompson, en el Festival Internacional de Cine de Berlín denunció la presión que hay sobre las mujeres acerca de la imagen corporal porque las bombardean con una estética.

– I.A: La objetivización del cuerpo femenino y los estándares a los cuales obligan a las mujeres a emular son imposibles y tampoco deseables. Eso está cambiando en los últimos desfiles de moda: ya no son solamente niñas de 14 años anoréxicas, son mujeres mayores, inclusive con el pelo blanco, eso es interesante. Se está tratando de combatir esta cosa contra la edad para salirse de esos moldes y la diversidad racial también esta ayudando. Ahora se aceptan en las publicidades rostros que no son blancos. En los Estados Unidos la población afro no considera que ser demasiado delgada sea bello, hay una especie de orgullo en el cuerpo de cualquier tamaño que sea. Días atrás veía fotos de una cantante casi desnuda que consideraríamos con sobrepeso, pero no parece chocante, es distinto nomás.

– T: La novela también aborda el amor entre mujeres.

– I.A: A eso lo viví cuando era chica: mi madre tenía dos amigas que vivían juntas y se decía que eran íntimas amigas y lo habían sido desde la escuela y ahora, mirando atrás, me di cuenta de que eran pareja, a pesar de que nadie lo decía, pero era vox populi, todo el mundo lo sabía. En cambio, no se aceptaba de la misma manera el vínculo amoroso entre hombres. Dado el carácter de Miss Taylor y de Teresa, lógicamente iban a ser pareja.

El universo que Isabel Allende presenta en su última novela, “Violeta”, transcurre en distintos momentos históricos y políticos que se extienden de 1920 a la actualidad con personajes que dan cuenta de una América Latina mestiza, y consultada por su país confía que el presente político de Chile, con el triunfo de Gabriel Boric en diciembre pasado, la tiene “encantada”.

“Me parece un soplo de aire fresco el que llega a Chile. Esto viene después del estallido social de octubre del 2019 cuando salió toda la gente a la calle, millones de personas a protestar y exigir una nueva Constitución”, manifiesta la autora en diálogo con Télam, que desde hace años vive en Estados Unidos pero nunca abandonó la relación con el país del que debió exiliarse cuando Augusto Pinochet instauró el gobierno de facto en 1973.

– Télam: ¿Cómo evalúa el triunfo de Gabriel Boric en Chile?

– Isabel Allende: Yo estoy encantada. El triunfo es importante, porque Kast era la ultra derecha feudal y sacó el 40 por ciento de los votos, lo que demuestra que eso existe en Chile, esa nostalgia por el autoritarismo, la nostalgia de Pinochet. La derecha lo maneja muy bien metiendo miedo con la inmigración, la inseguridad en las calles, y con el comunismo, un partido pequeño muy bien organizado que forma parte de la coalición que apoyó a Boric.

– T: El voto de las mujeres fue muy importante en el triunfo

– I.A: Quienes eligieron a Boric fueron las mujeres y los jóvenes, entonces a mí me da una gran esperanza, además en su discurso de triunfo el día de la elección planteó todos los puntos por los que vengo alegando hace años: paridad de género, porque las mujeres deben estar en la gerencia del país, en igual número, y para demostrarlo compuso un gabinete de 14 mujeres y 10 hombres. Además plantea la inclusión de todos, los pueblos originarios, las personas del colectivo LGTBIQ+, los inmigrantes.

Y considera que los recursos naturales del país deben pertenecer al pueblo, no deben estar en manos privadas, como sucede ahora; tiene que haber una distribución de los ingresos mas justa. Chile es un país que ha progresado mucho económicamente y sin embargo hay una clase alta que es la más rica, una clase media que vive del crédito y hay pobreza disimulada. El sistema neoliberal extremo que se ha planteado en Chile permite esa tremenda desigualdad y la fomenta, entonces no se sale de ese atolladero sino se cambian las reglas del juego. Boric es un hombre muy calmado, no es un cabeza caliente.

– T: Por lo que dice, pareciera que en algunos momentos los personajes se impusieran por sí mismos.

– I.A: Los personajes hacen lo que les da la gana, yo los presento. Cuando mis nietos eran chicos decían que yo tenía un pueblo dentro de la cabeza y que yo vivía en ese pueblo. Y es la verdad, es un pueblo lleno de personajes que hacen lo que quieren. Van entrando en un libro a medida que los necesito, pero van guiando la historia en direcciones que, muchas veces, no tengo calculadas. No tenía calculado que Teresa y Miss Taylor se iban a conocer, pero necesitaba presentar la lucha de la mujer por el derecho a voto, entonces supuse que Teresa haría eso y que Miss Taylor, muy progresista, se engancharía con ella. Cuando empecé a hablar de Julián, heroico, legendario, seductor, el hecho de que fuera violento y abusivo se dio con el carácter, un tipo acostumbrado a hacer lo que le diera la gana.

-T: Pese a ser muy emprendedora y de carácter fuerte, Violeta sostiene mucho tiempo la relación.

– I.A: Esa relación es completamente tóxica, ella la soporta por años en parte porque no lo ve. En la fundación que trabaja con mujeres abusadas y personas LGBTIQ+ a menudo nos toca ver, después de haber logrado poner en marcha una estrategia para sacar a una mujer de una situación de violencia, el poder tremendo del abusador y una debilidad casi crónica de la víctima que no logra identificar lo que le pasa. Cuando Violeta ve eso en otra mujer, le pone nombre y crea una Fundación. Tiene la posibilidad de ganarse la vida en una sociedad donde las mujeres no podían hacer eso, no las educaban. De las amigas de mi madre alguna que haya triunfado sola económicamente, que yo me acuerde, ninguna. Las grandes emprendedoras de Latinoamérica provenían de la clase media, de escuelas públicas, una clase luchadora, mujeres que echaron adelante la educación, la salud, las reformas políticas, ellas fueron las que consiguieron el voto.

– T: En la novela aparece una figura entrañable para Violeta, el tio Bruno, padre de Teresa, ¿hasta dónde la amistad puede reemplazar a la familia?

– I.A: Perdí a mi familia cuando me fui de Chile, y mi familia era bastante loca, voy a decir, un montón de lunáticos. Me sirvió para escribir “La casa de los espíritus”. Como he sido siempre desplazada he ido tratando de recuperar una familia con amistades, gente que no está relacionada por sangre. En Venezuela, por ejemplo, prácticamente nos adoptaron los Torres, mis hijos le decían primos a sus hijos, que fueron y siguen siendo mi familia, ahora viven en el exilio todos. En Estados Unidos me casé con un hombre que tenía una familia completamente disfuncional, los tres hijos adictos, un horror, y traté de formar una familia con lo que pude. Ahora vivo en una casa muy chiquita y mi familia son mi marido, mi hijo, mi nuera y dos perros, ese es todo mi clan.

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