Tres cámaras ubicadas en el edificio del Banco Nación transmitieron el acto por el Día de la Lealtad. La apuesta de Jaime Yankelevich y el entusiasmo de Evita. La irrupción de la pantalla en el reino de la radio.
Una pantalla pequeña, rectangular, plateada, titilante. Una pantalla metida en un cajón. Una pantalla que lleva el cine a casa. Una caja mágica, una excentricidad, un mamotreto difícil de ubicar. Todo eso era un televisor el 17 de octubre de 1951, cuando con la transmisión desde Plaza de Mayo del acto por el Día de la Lealtad nacía, hace ya 70 años, nacía la televisión en la Argentina.
Aquella primera transmisión, realizada por LR3 Radio Belgrano TV con fuerte apoyo estatal, inauguró una era que marcaría el siglo XX: la de televisión. Desde entonces su gravitación cultural, política y económica se volvió imprescindible para comprender la sociedad en que vivimos, y sus transformaciones (del color al control remoto, de la televisión inteligente al “streaming” y a la alta definición) cambiarían para siempre la vida cotidiana.
“La tele nace en la Argentina por iniciativa de un tipo que, hasta muy poco tiempo antes, hasta 1947, había sido uno de los pioneros de la radio y en ese entonces era director de Radio Belgrano: Jaime Yankelevich”, dice a Télam el periodista y especialista en medios Carlos Ulanovsky, autor junto a Silvia Itkin y Pablo Sirven de “Estamos en el aire. Una historia de la televisión en la Argentina”.
“Uno de los hijos de Yankelevich, Miguel, estaba muy grave. Era muy joven pero hablaba inglés, leía revistas especializadas y estaba bastante al tanto de lo que era la televisión. En su lecho de enfermo le pidió a su padre que trajera la televisión a la Argentina. Y don Jaime cumplió con ese mandato”, relata Ulanovsky.
Miguel moriría por una peritonitis en febrero de 1949 con sólo 18 años, pero su sueño se haría realidad. La Argentina pasaría a integrar el selecto club de los ocho países que disponían de la novedad, junto a los Estados Unidos (cuyo modelo fue tomado como referencia), Cuba, Brasil, México, Alemania, Gran Bretaña y Francia.
Yankelevich fue a ver a Eva Perón, a quien conocía porque le había dado las primeras oportunidades artísticas en radio Belgrano. “Con el estilo que se dice que Evita tenía, de mucha afirmación, le dijo a Yankelevich, con quien tenía mucha confianza: ‘Está todo bien con la televisión, pero quiero que empiece el 17 de octubre’”, comenta Ulanovsky.
El futuro será televisado. Sin participación activa del Estado y decisión política que acompañara el proyecto, la televisión era imposible. Y Yankelevich lo sabía, por eso se aseguró el apoyo oficial.
“Quienes más hicieron para que la televisión sea una realidad fueron Evita y el ministro de Comunicación, Oscar Nicolini. Hubo un mes y medio de preparación antes del 17 de octubre de 1951. Finalmente, el acto de la Lealtad Peronista se televisó con tres cámaras, desde muy temprano y desde la Plaza de Mayo”, recuerda el periodista.
Con la radio ocupando el centro de gravedad del universo mediático, la televisión era mirada de reojo, con una mezcla de expectativa y desconfianza. En el gobierno surgido de la movilización popular del 17 de octubre de 1945, Eva Perón era la más entusiasta con el desarrollo del nuevo medio.
“Supongo que Evita apostó a la televisión porque era lo nuevo. Perón, en cambio, estaba más seducido por la radio. Cuando lo derrocaron se encontraron miles de mensajes suyos grabados para la radio”, explica el autor de “Televisión Argentina: 25 años después”.
Y agrega: “Entre el nacimiento de la tele en 1951 hasta el derrocamiento de Perón en 1955 hubo un gran apoyo al desarrollo de la televisión, en algún momento se importaron entre 6.000 y 7.000 aparatos de TV. Eran una especie de cajones, unos mamotretos de marca Capheart, Zenith o Dumont”.
Un viaje, un destino. A fines de 1950 Yankelevich viajó a los Estados Unidos para adquirir los equipos que necesitaba para “traer la televisión”. Lo hizo con sus hijos Samuel, Paulina y Raquel, y contó con el asesoramiento de Pepe Guerrico, Daniel lkonicoff y del ingeniero Max Koelble. El equipamiento llegó a la Argentina entre mayo y junio de 1951. Un mes después se realizaron las primeras pruebas.
“Compró material de rezago, desde cámaras hasta los elementos para armar la antena, que se colocó en el edificio del ministerio de Obras Públicas, sobre la avenida 9 de Julio, donde funcionó el primer estudio de televisión del país, previo al de la boite del Hotel Alvear, en Ayacucho y Posadas, donde Canal 7 tuvo su primer hogar”, repasa Ulanovosky.
Yankelevich trajo de los Estados Unidos el transmisor, cables, luces, acoplamiento de antenas, dos equipos móviles, once cámaras y 450 televisores, de los cuales 100 fueron repartidos en casas de artículos para el hogar y 150 vendidos a particulares. Todo ello con una inversión inicial de unos 26 millones de dólares.“Hasta ese momento el centro de entretenimiento hogareño era la radio. En 1951 se empiezan a importar televisores para que la gente pudiera usarlos. No solamente había que importar el ‘cómo hacerlo’, se necesitaban también los dispositivos”, repasa el investigador.
La antena parabólica, de 50 metros de altura, y el equipo transmisor, se colocaron en la terraza del Ministerio de Obras Públicas, ubicado en la avenida 9 de Julio y Moreno, un rascacielos de 22 pisos construido en 1936.
La instalación de los equipos demandó 45 días, en tanto que la antena fue colocada en 19 días, supervisada por un grupo de técnicos encabezados por James Ballantine (de la Standard Electric), Alejandro Spataro (de Radio Belgrano) y el mencionado Máximo Koelble.
El 24 de septiembre se realizó la primera transmisión de prueba. Frente a las cámaras estuvieron el locutor Fito Salinas, de Radio Belgrano, y el trío musical Los Prado. La radio tendía una mano a la naciente TV.
Fueron tres horas de emisión con dirección de Enrique Telémaco Susini, quien el 27 de agosto de 1920 había participado de la primera emisión de radio realizada en el país desde la terraza del Teatro Coliseo de Buenos Aires, los míticos “Locos de la azotea”. Todo estaba listo para salir al aire.
Luz, cámara, acción. El acto convocado por la CGT para celebrar el sexto aniversario del Día de la Lealtad no era uno más. El 17 de octubre de 1951 se respiraba un clima de excepción: el 22 de agosto Eva Perón había renunciado a la postulación a la vicepresidenta que le formulara la propia central obrera; el 28 de septiembre el general retirado Benjamín Menéndez había encabezado una insurrección para derrocar a Perón; Evita estaba muy enferma, a tal punto que le había arrancado a los médicos la autorización para estar en Plaza de Mayo.
El acto se inició a las cinco de la tarde, aunque la flamante televisión comenzaría a transmitir desde la mañana y seguiría varias horas después de que este finalizara. La señal no llegaba más allá de los cinco kilómetros y los pocos aparatos disponibles estaban en las vidrieras de las tiendas y en unas poquísimas casas particulares.
“(…) Yo no quise ni quiero nada para mi. Mi gloria es y será siempre el escudo de Perón y la bandera de mi pueblo, y aunque deje en el camino jirones de mi vida, yo sé que ustedes recogerán mi nombre y lo llevarán como bandera a la victoria”, dijo Evita en lo que fue uno de sus discursos más emotivos.
Y también: “(…) Yo sé que Dios está con nosotros porque está con los humildes y desprecia la soberbia de la oligarquía, y por eso la victoria será nuestra. Tendremos que alcanzarla tarde o temprano, cueste lo que cueste y caiga quien caiga”.
La multitud rugía, por primera vez, ante las cámaras de televisión. “En la Plaza de Mayo, un grupo de iniciados ni siquiera tenía cabal conciencia de que acababa de ingresar en algún lugar de la historia a través de una dimensión auténticamente desconocida: la de una pantalla pequeña, rectangular, titilante y plateada”, apunta Ulanovsky en su trabajo de investigación.
Y agrega: “Desde un balcón del segundo piso del Banco Nación, Enrique Telémaco Susini, marcado de cerca por Jaime Yankelevich, junto con Agromayor y Gerardo Noizeaux (más Oscar Orzábal en el switcher) manejaron las tres cámaras que registraron uno de los más recordados actos políticos del peronismo. Desde que terminó el acto la pantalla del día inaugural siguió ocupada por cortos musicales y dibujos animados. A la noche transmitió un pasatiempo musical preparado por Susini, con vestuarios y escenografía prestadas por el Teatro Colón. Muchos de los que actuaban en Radio Belgrano en los días siguientes del 17 de octubre se hicieron unas pasaditas frente a las cámaras”.
Había nacido la televisión en la Argentina. Sin nadie que la presente, sin decreto ni ley que la reconozca, sin estridencias. Con apenas un puñado de televidentes y en una jornada marcada por la historia. Colocándose ya, desde el primer día, en el corazón de la vida cotidiana.
La radio con imágenes. La primera etapa de la televisión puede asimilarse a la radio con imágenes. Al menos eso sentía buena parte de un público que observaba al nuevo medio entre maravillado e incrédulo. La “radio con imágenes” era también un lugar común entre quienes se sentían defraudados por la novedad.
“Como la imagen se interrumpía con frecuencia, en un rincón aguardaba, listo para salvar el bache, un dúo folclórico, y en una especie de cámara que muy pocos llamaban telecine se almacenaban unos cortos fílmicos que, en poco tiempo, por la cantidad de veces que fueron transmitidos y vueltos a transmitir, se convirtieron en el terror de los pocos televidentes”, puede leerse en el libro “Estamos en el aire”.
Además, los televisores eran caros: 8.000 pesos de las época cuando un salario aceptable rondaba los 1500 pesos. “Por eso había mucha gente que decía -destaca el analista- que la televisión era cara y, además, es radio con imágenes. Fue una primera época donde todo era precario y elemental”.
Después de las primeras emisiones Canal 7 fue dejando de operar en el ministerio de Obras Públicas para hacerlo en un pequeño teatro que había en el Alvear Palace Hotel, y que funcionaba como auditorio de Radio Belgrano.
“Habían adaptado la boite del Alvear Palace Hotel, le habían puesto unas vías para que se deslizaran las cámaras. Básicamente los camarógrafos era gente proveniente del cine. Y algunos ni siquiera eso, eran absolutamente improvisados”, señala Ulanovsky.
El primer estudio de la Canal 7 tenía forma de T, las tres cámaras con que contaba el canal se deslizaban hacia delante o atrás por las vías, en un movimiento de travelling. Una de ellas, incluso, podía alzarse unos 2,5 metros del suelo en un “efecto grúa”.
“Box. Cine. Fútbol. Catch. Danza. Automovilismo. Cómicos. Dibujos. Invitados ¡Todo desde su propia casa! Todo por LR3 Televisión Radio Belgrano. Todo a partir del 4 de noviembre con cinco horas diarias de transmisión”.Así anunciaba la propia televisión el inicio de su programación regular, menos de un mes después de la emisión inaugural.
Y entonces llegó el fútbol. La “caja mágica” puso en los poco más de mil televisores que había entonces el empate 1 a 1 entre San Lorenzo y River, disputado ante una multitud en el Gasómetro de avenida La Plata, el 18 de noviembre. El primer gol que mostró en vivo la televisión argentina fue convertido por José Maravilla, delantero del “Ciclón”.
Eso sí. El árbitro convalidó el gol a instancias del juez de línea, ya que un defensor de River rechazó la pelota en la línea. Las imágenes no podían repetirse una y mil veces como en la actualidad. Ni siquiera mostrar la jugada desde una mejor perspectiva ya que el camarógrafo no pudo trepar a la tribuna debido a la gran cantidad de público. El empate de los “Millonarios” -que tenía entre sus jugadores a Amadeo Carrizo y a Ángel Labruna- fue logrado por Santiago Vernazza.
Lo que probablemente sí ocurrió es que al término del partido, seguido masivamente por la radio, no fueron pocos los que llegaron al comercio de electrónicos a preguntar “cuánto sale la tele”. Empezaba a gestarse un fenómeno tan masivo como novedoso: el fútbol por TV.
Pero la oferta no se detuvo en la pelota. Completaban la primera grilla de la televisión nacional “Tarde de vosotras” (el primer teleteatro nacional), “Variedades hogareñas” con la cocinera Petrona C. Gandulfo, humoristas, cantantes de tango y folclore y ciclos como “Fiestas gauchas” o “Pampa y cerro”.
Además, en los inicios también hubo lugar también para obras de teatro como “La malquerida”, con Lola Membrives, “La geisha”, de Franz Lehar, y “El lago de los cisnes”, a cargo del ballet del Teatro Colón.
“Desde el comienzo de la programación en Canal 7, el 4 de noviembre de 1951, la mayor parte de los programas tenían un auspiciante privado y detrás de este había una agencia de publicidad”, detalla Ulanovsky. “Odol pregunta”, “La Cabalgata Deportiva Gillette” o el “Reporter Esso”, serán un ejemplo que se extenderá en el tiempo.
La pantalla en disputa. Los dos principales responsables de la llegada de la televisión a la Argentina morirían víctimas del cáncer y un mismo día 26 del año 1952: Jaime Yankelevich lo haría en febrero y Eva Perón cinco meses después, en julio.
Canal 7, sin embargo, siguió creciendo. A pesar de que los aparatos todavía eran pocos (a fines de 1955 había unos 45.000 receptores) se incorporaban programas y figuras al nuevo medio, como el “Negro” Brizuela Mendez y Marcos Zucker con la comedia “¡Qué familia!”, Santiago Gomez Cou con “Mis personajes” o el crítico musical Fernando Emery con “El gran salón”.
Pero el contexto político era cada vez más complejo. Perón decide dar un golpe de timón para contrarrestar las críticas de quienes lo acusaban de controlar las medios de comunicación. En septiembre de 1953 el Congreso de la Nación sancionaría la primera de ley de radiodifusión de la Argentina (14.241) y en junio de 1954 se otorgan las licencias gestionar las tres cadenas de radiodifusión existentes y Canal 7.
Ulanovsky asegura que “Perón hizo una suerte de privatización de Canal 7 para aliviar la tensión con la oposición, poniendo al frente del canal al empresario Cecilio Madanes y a Blakie (la periodista y productora Paloma Efron), quienes venían del teatro y de la radio respectivamente”.
“Esto empieza a notarse en la programación de 1954, que era muy atractiva”, agrega el analista y pone como ejemplo al Primer Telenoticioso Argentino, que condujo Carlos D’Agostino. Con quince minutos de duración de lunes a viernes, saldría al aire por primera vez el 20 de abril de 1954, convirtiéndose en el pionero de la televisión argentina.
“En esa primera época de Canal 7 se instalaron todos los géneros de la TV, que fueron creciendo y afianzándose en modo ensayo y error, con mucho amauterismo, con mucha improvisación, pero haciendo cosas increíbles”, asegura Ulanovsky.
La tele y la industria. El golpe de Estado del 16 de septiembre de 1955 derrocaría a Juan Domingo Perón y abriría una etapa política dominada por la inestabilidad institucional, la proscripción del peronismo y la violencia política. Todo esto también impactaría en la naciente televisión y dejaría secuelas en distintas formas de control sobre el nuevo medio.
“La ‘Revolución Libertadora’, también por presiones, llama a licitación, en 1958, para otorgar tres canales de Buenos Aires y otros doce en las provincias. Canal 9 empieza en 1960, Canal 13 en octubre de ese mismo año y Canal 11 el año siguiente. Y esto lastima seriamente a Canal 7, que sin embargo logra sobrevivir”, relata Ulanovsky.
¿Por qué lo lastima? “Porque hasta ese momento era el único canal, el que transmitía en exclusividad, el que tenía la gente para entretenerse. Los canales privados llegan y ofrecen más dinero, más repercusión, y empiezan a quitarle las grandes figuras a Canal 7”.
El gobierno militar encabezado por Pedro Eugenio Aramburu anulará las licencias otorgadas por Perón y a través del decreto 6287 (firmado 72 horas antes de que asumiera el gobierno constitucional de Arturo Frondizi) concede a particulares las licencias de los canales 9, 11 y 13. Estos comenzarían a transmitir casi tres años después.
Hacia fines de 1955 Chas Madariaga es designado director artístico de Canal 7 para “ordenar una programación atestada de ciclos culturales”, donde se destaca la historia de los trajes y la belleza coordinada por Paco Jamandreu, los programas del Foto Club y la saga sobre grandes pintores o el ballet de danza contemporánea de Renate Schottelius.
En la pantalla del 7, que en marzo de 1956 se desvincula de Radio Belgrano y pasa a denominarse LS82 TV Canal 7, los noveles televidentes podían disfrutar a “Los cinco grandes del buen humor” (Jorge Luz, Zelmar Gueñol, Rafael Carret, Guillermo Rico y Juan Carlos Cambón), la guitarra de Eduardo Falú y el bandoneón de Astor Piazzolla y su sexteto, el despliegue de la pareja que conformaban Ana María Campoy y Pepe Cibrián y el humor de Juan Carlos Mareco.
Ojos de videotape. Así como fue escuela de géneros, formatos e iconos en los inicios de la televisión argentina, Canal 7 encabezó el uso de algunos de los progresos técnicos que marcarían el desarrollo del nuevo medio.
En diciembre de 1959 la señal pública protagonizó la primera experiencia en el uso de videotape. Con maquinaria prestada por la Universidad del Salvador, el ballet de Nora Irinova ofreció en vivo 14 minutos de las danzas polovtsianas, pertenecientes a la ópera “Príncipe Igor”.
Al concluir el vivo el locutor invitó a los televidentes a ver los mismos 14 minutos, pero esta vez en la versión grabada en videotape. El prodigio era que entre uno y otro no había diferencias.
En 1961, dos años después de aquel “experimento” puesto al aire, Canal 7 dispondría de la nueva herramienta para uso cotidiano.
“En la década que va de 1951 hasta junio de 1960, cuando nace Canal 9, y en octubre de ese año, cuando lo hace Canal 13, Canal 7 reinó en soledad y se convirtió en la escuela de todas las cosas que después se generaron en la tevé argentina”, explica Ulanovsky. “Muchas de ellas, tomadas de la radio: el radioteatro se convierte en teletatro; en 1954 el informativo de la radio se convierte en el Telenoticioso; el fútbol relatado por radio comienza a ser el fútbol televisado. Y así todo”.
Sin embargo, aunque las transmisiones ya eran regulares la televisión no era todavía un fenómeno masivo. Los dispositivos seguían siendo caros. En 1954 el gobierno participó por primera vez en la compra de aparatos, lo que aumentó las ventas y sirvió como estimulo para mejorar las transmisiones.
Pero la cantidad de espectadores superaba con creces los aparatos que había en los hogares. Como la mayoría de los dispositivos se encontraban en bares y comercios, comenzó a verse gente amontonada alrededor de las mesas o agolpada frente a las vidrieras.
Con curiosidad y recelo disfrutaban de aquellas imágenes que, aún imperfectas, provocaban fascinación. La televisión ya no se detendría. Y nada sería como entonces. El modo de informarse y de entretenerse, e incluso de mirar, empezaban a cambiar para siempre. Se estaba gestando una nueva manera de ver el mundo.