A 30 años, Mijail Gorvachov afirma que el golpe en su contra “fue un engaño al pueblo”

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El último líder de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) dio su versión de los hechos que derivaron en la desintegración del país.

El último mandatario soviético, Mijail Gorvachov, recordó cómo reaccionó en agosto de 1991 a su detención en Crimea por parte de un grupo de golpistas, cuyas acciones “delictivas” derivaron en la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

Entre el 19 y el 21 de agosto de 1991, Moscú fue escenario de un golpe de Estado protagonizado por un grupo de dirigentes políticos y de militares del núcleo duro del poder soviético que se oponían a las reformas de Gorbachov, que buscaban evitar la desintegración del país.

Sin embargo, paradójicamente, distintos expertos creen que los golpistas aceleraron con su acción la desaparición de la URSS, ocurrida finalmente cuatro meses más tarde.

En la memoria popular, ese episodio histórico comenzó el día 19 cuando los residentes de Moscú vieron aparecer decenas de tanques por las calles de la capital.

(Menos de dos años antes, en noviembre de 1989, se había producido la caída del muro de Berlín con la consecuente debacle del bloque soviético en Europa del Este).

Sin embargo, el entonces presidente había afrontado su mayor desafío al frente de la URSS un día antes, el 18 de agosto, cuando los servicios especiales lo incomunicaron del mundo exterior mientras se encontraba veraneando en su residencia de Forós, en Crimea.

“Cuando los golpistas, que me habían aislado en Forós desconectando todas las comunicaciones, me enviaron a sus delegados, rechacé rotundamente su pedido de decretar el estado de emergencia”, rememoró el exmandatario, de 90 años, en un comunicado difundido este miércoles por la Fundación Gorbachov.

El “padre de la perestroika” recuerda que en aquel momento calificó de “delictivas” las acciones de los golpistas, ya que se trataron de “un engaño al pueblo y una usurpación del poder”.

El comunicado, emitido con motivo del 30.º aniversario de aquellos sucesos, recoge los motivos que adujeron en posteriores investigaciones los miembros del Comité Estatal para el Estado de Emergencia y varios generales (del Ejército y de la KGB): dijeron que los había impulsado a actuar “la preocupación por la conservación del país”, si bien los efectos fueron los contrarios, por lo que Gorbachov les atribuye una “parte enorme de la responsabilidad” en la disolución de la URSS.

Algunos de los golpistas ofrecieron una versión de lo sucedido y, posteriormente, la cambiaron, señaló el exmandatario. “Primero se arrepintieron y luego siguieron el consejo de uno de los conspiradores: ¡échenle toda la culpa a Gorbachov!”, aseguró.

Sin embargo, finalmente, los hechos fueron “establecidos por la investigación” y “no se los puede refutar”, sentenció.

Gorbachov destacó el papel que jugaron los miles de moscovitas que salieron a las calles para expresar su rechazo al golpe porque —recalcó— “no querían que el antiguo régimen volviese”.

En su opinión, “las instituciones democráticas creadas como consecuencia de la ‘perestroika’, en general, superaron la prueba”.

Pese a su fracaso, el golpe de Estado “complicó y debilitó las posiciones del presidente de la URSS” ya que las posteriores declaraciones de independencia que se desencadenaron en varias repúblicas dificultaron la tarea de preservar la Unión.

Entre agosto y comienzos de diciembre de 1991 todavía existió la oportunidad de mantener la Unión federal sobre nuevos fundamentos, pero el 8 de diciembre de hace 30 años los líderes de las repúblicas soviéticas de Rusia (Borís Yeltsin), Ucrania (Leonid Kravchuk) y Bielorrusia (Stanislav Shushkévich) certificaron el fin de la existencia de la URSS con la firma del Tratado de Belovezha, que separaba las tres repúblicas de la URSS y alumbraba el nacimiento de la Comunidad de Estados Independientes.

Gorbachov considera vigentes hoy en día las “lecciones de aquellos días”: “defender los principios de la democracia y del estado de Derecho” porque “excluir cualquier posibilidad de usurpación del poder o de acciones aventureras siempre debe ser una preocupación de la sociedad y del Estado”.

Asimismo, reafirmó su idea de que la vía democrática de desarrollo es la única correcta para Rusia. 

Historia. En la mañana del 19 de agosto, los medios estatales soviéticos anunciaron que Gorbachov estaba “incapacitado para cumplir con sus obligaciones a causa de su estado de salud” y que el Comité Estatal para el Estado de Emergencia asumiría el poder.

Los tanques que el mando militar desplegó en las calles de Moscú no llegaron a disparar y parte de sus tripulantes se dispusieron a defender el edificio de la Casa Blanca, entonces sede del órgano legislativo de la república socialista rusa (Soviet Supremo).

Sin embargo, tres hombres jóvenes murieron aplastados o por impacto de bala en la capital rusa a medida que se efectuó ese despliegue. Los tres formaban parte de un escudo humano en un túnel cercano.

El presidente Yeltsin, electo en junio de aquel mismo año, aprovechó su libertad de acción durante el golpe para erigirse en adalid de la defensa de la democracia. Subido a un tanque, la figura de Yeltsin se agigantó ante la opinión pública, perfilándose ya como líder de la futura Rusia poscomunista.

Cuando el 21 de agosto algunos de los golpistas viajaron a Crimea para hablar con Gorbachov, éste se negó a recibirlos y ese mismo día la junta permanente del Soviet Supremo de la URSS anuló la suspensión de Gorbachov de su cargo presidencial alegando que la información sobre su precario estado de salud era falsa.

En la madrugada del 22 de agosto, el mandatario soviético regresó a Moscú y ese mismo día comenzaron las detenciones de los golpistas.

El rechazo del golpe de Estado por parte de la sociedad no fue unánime: según distintas fuentes que citó el Partido Comunista de Rusia, entre el 20% y el 40% de la población apoyaba la acción del Comité Estatal.

Un sondeo realizado a comienzos del 2021 reveló que entre el 42 y el 59 por ciento de los rusos culpan aún a Gorbachov de la destintegración de la URSS.

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