Fuga récord: los argentinos tienen más de 336.000 millones de dólares en el extranjero

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La cifra, que representa la permanente desconfianza en la economía nacional, supera la deuda externa y las exportaciones sumadas.

El Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) reveló en su más reciente informe que durante el tercer trimestre de este año los depósitos de ciudadanos argentinos en cuentas en el extranjero alcanzaron la cifra récord de 336.224 millones de dólares.

La dimensión de esa fuga de capitales se demuestra en el hecho de que supera la deuda externa, cuyo valor nominal alcanzó los 272.852 millones de dólares.

También representa casi siete veces más que los 50.996 millones obtenidos este año por exportaciones, y casi nueve veces más que los 38.499 millones de dólares que se erogaron en importaciones.

Otro dato que refleja el peso de la ausencia de esos capitales es el de las reservas del estatal Banco Central, que apenas alcanzan los 41.378 millones de dólares, esto sin contar las de libre disponibilidad.

De acuerdo con el informe, el monto de depósitos en moneda extranjera fuera de las fronteras creció en 12.059 millones de dólares durante el último año.

Si se toma en cuenta la variación histórica, el aumento es todavía más violento ya que en 2009 había 161.918 millones de dólares de argentinos en el exterior, lo que significa que en una década se duplicaron.

Seis año más tarde, en 2015, estos depósitos eran de 232.323 millones de dólares pero en los siguientes años crecieron a pesar de que gobernaba Mauricio Macri, que ofreció beneficios al empresariado y que incluso promovió multimillonarios blanqueos de capitales.

Obsesión verde. En caso de invertirse en el país, estos fondos podrían ayudar a paliar la crisis económica que dejó Macri y que se agravó durante el gobierno de Alberto Fernández debido a la pandemia de coronavirus. Pero es improbable que suceda porque la fuga lleva décadas.

Por otra parte, el monto, que de por sí es récord, podría ser todavía mayor porque el Indec solo toma en cuenta las operaciones legales, las cuentas declaradas, pero hay miles de personas que no las reportan porque es una forma de evadir impuestos.

Todo esto se explica, en parte, por qué el ahorro en dólares es el único refugio que los argentinos han encontrado ante las intermitentes crisis económicas padecidas en las últimas décadas.

En 1975, un ajuste provocó que la inflación aumentara más del 700 por ciento anual. En 1989 fue todavía peor: la hiperinflación fue superior al 3.000 %, con jornadas caóticas, saqueos a supermercados y remarcación de precios durante un mismo día.

Ya en los noventa, la subordinación de la moneda argentina se consolidó cuando el gobierno de Carlos Menem decretó que un peso valía igual que un dólar, ficción que no se sostenía con las condiciones económicas del país y que terminó en una grave crisis, con decenas de muertos incluidos, en diciembre de 2001.

La crisis marcó la salida anticipada de su sucesor, el presidente Fernando de la Rúa, quien solo pudo cumplir dos de los cuatro años para los que había sido elegido.

Desconfianza. Frente a cada uno de estos episodios, quienes podían compraban dólares para proteger sus ahorros. Aun así, fueron estafados con el “corralito” que estableció De la Rúa durante sus últimos días y que limitó la extracción de las cuentas de ahorro en dólares.

“El que depositó dólares, recibirá dólares”, prometió más tarde el presidente interino Eduardo Duhalde. En realidad, quienes depositaron divisas recibieron pesos en bonos que se pagaron a plazo en varios años.

Aunque la convertibilidad que igualaba a la moneda local con la divisa norteamericana terminó en 2002, la desconfianza hacia los bancos y a los gobiernos persistió tanto como las prácticas que todavía hoy tienen al dólar y no al peso como moneda de referencia para la economía cotidiana.

En 2011, la expresidenta Cristina Kirchner, quien padeció nueve corridas bancarias de especuladores que impulsaban devaluaciones, aplicó una serie de controles al mercado cambiario conocidos como “cepo”.

Pero entre más controles impuso el gobierno kirchnerista, mayor fue la compra del “dólar blue” o ilegal, que llegó a costar incluso un 100 por ciento más que el oficial, que era mucho más barato pero de difícil acceso porque se debían cumplir múltiples trámites ante las autoridades fiscales.

Más tarde, una alta inflación que jamás fue reconocida por el kirchnerismo, conflictos con el pago de la deuda, la dispersión de los controles, el permanente temor a una crisis económica y las elecciones presidenciales dieron forma a una mezcla que, otra vez, llevó a miles de argentinos a refugiarse en el dólar.

De 2011 a 2015, durante el segundo mandato de gobierno de CFK, el dólar oficial aumentó de 4,20 a 9,90 pesos, pero el ilegal se disparó de 4,80 a 14,60 pesos.

Cuando Macri asumió la Presidencia cumplió su promesa de terminar con el “cepo” y en un solo día el dólar oficial pasó de 9,9 a casi 15 pesos. Cuatro años más tarde estaba en 63,30 pesos.

Con Fernández el dólar oficial ronda los 83 pesos pero es casi inconseguible, así que la alternativa es el ilegal, que ya supera los 150 pesos.

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