Amalia Anchorena, benefactora de la Iglesia de Catamarca

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Hija de Mercedes Castellanos, falleció joven pero dejó un legado importante que fue aprovechado en importantes obras benéficas por el obispado local.

Amalia Valentina María Anchorena Castellanos nació el 14 de febrero de 1872 en el seno de una familia de élite y de poder económico de Buenos Aires. Era la cuarta de los hijos del matrimonio formado por Nicolás Hugo Anchorena Arana y María Lina de las Mercedes Castellanos de la Iglesia.

Nicolás Hugo Anchorena Arana (1828-1884) era deuna familia considerada como “arquetipo” de las familias argentinas que lograron enriquecerse, fundada en las últimas décadas del siglo XVIII por el español Juan Esteban de Anchorena y Zundueta.   

Su esposa, conocida como Mercedes Castellanos, nació en Rosario (1840-1920) hija del  destacado militar y colonizador de Santa Fe Aarón Castellanos y de la porteña Secundina de la Iglesia Castro.

Del matrimonio Anchorena-Castellanos nacieron once hijos. Después de la muerte de su padre en 1880 y posteriormente la de su marido, Mercedes Castellanos se convirtió en una de las mujeres más ricas de Buenos Aires. Destinó gran parte de su fortuna a la realización de importantes obras benéficas, entre ellas el altar del Señor del Milagro en la Catedral de Salta, el monasterio de Santa Teresa de Jesús (Buenos Aires) y la Basílica del Santísimo Sacramento (Buenos Aires). Por su labor El Vaticano la honró con el título nobiliario de condesa pontificia, siendo la primera mujer en recibirlo.

La vida de la familia Anchorena-Castellanos estuvo marcada por la muerte de varios hijos. Después del nacimiento de Amalia fallecieron tres de sus hermanos y su padre.  

Otra de las obras realizadas y por lo que se conoce a Mercedes Castellanos es el Palacio Anchorena, su vivienda particular, uno de los más bellos de Buenos Aires y hoy sede ceremonial de la Cancillería argentina.

En un clima familiar de fe católica, de duelos familiares, de realizaciones benéficas,  creció Amalia, quien contrajo matrimonio a los 28 años con Juan José Florencio Ramón Blaquier Oromí, en 1900.

Siguiendo el ejemplo de su madre, Amalia realizó su primera obra benéfica, la construcción de una capilla en honor a la Virgen del Carmen, inaugurada en julio de 1903 y ubicada en la calle Marcelo T. de Alvear, casi esquina Pueyrredón, en el barrio Norte de Buenos Aires. En la revista “Caras y Caretas” del 11 de julio de 1903 se lee: “Tan simpática como altamente social fue la fiesta que se realizó el 2 con motivo de la bendición de la capilla que en honor de la Virgen del Carmen ha mandado construir en la calle Charcas la señora Amalia Anchorena de Blaquier”. Monseñor Espinosa bendijo la capilla y fueron padrinos de la ceremonia la benefactora y su esposo. No podía estar ausente Mercedes, que seguramente no fue ajena a la obra, quien “representó” como madrina de la Virgen del Carmen. 

Amalia falleció a los 35 años el 16 de marzo de 1907 en Córdoba, pero por testamento legó a la Iglesia de Catamarca la suma de 50.000 pesos, un monto significativo para la época, teniendo en cuenta que superaba el 10% del presupuesto anual de la provincia.

El legado económico de Amali fue percibido por el obispo de Tucumán, monseñor Pablo Padilla y Bárcena, de quien dependía la Vicaría Foránea de Catamarca. En 1910 se creó el obispado de Catamarca y su primer obispo fue monseñor Bernabé Piedrabuena. Al asumir sus funciones, en 1911, se propuso difundir la fe Mariana bajo la advocación de la Virgen del Valle y organizar con brillo las celebraciones del XXV aniversario de la Coronación Pontificia de la Virgen del Valle, realizada en 1895.

Según un informe de Piedrabuena, el obispo de Tucumán ya había dispuesto de 5000 pesos del legado, que fueron donados a la Universidad de Tucumán, recientemente creada. Continúa el obispo advirtiendo que, al tomar posesión de la Diócesis catamarqueña, no se le entregó “en forma regular las cosas pertenecientes al legado…las que fueron entregados parcialmente…habiendo recibido las últimas entregas en los años 1914 y 1915”, cuando se estaban ejecutando obras en el Seminario Conciliar y en la Catedral Basílica de la ciudad de Catamarca (De la Orden G. 2016).  

Monseñor Piedrabuena, en una eficaz gestión y disponiendo de fondos del mencionado Legado, concretó la construcción del actual Camarín de la Virgen del Valle.  La obra se alzó en el área donde estaba la sacristía de la actual Catedral Basílica, construida por el arquitecto italiano Luis Caravati en la segunda mitad del siglo XIX, obra emblemática de la ciudad.   

El autor de los planos del Camarín fue el arquitecto Isaac Lecuona, de origen vasco y residente en Buenos Aires, probablemente recomendado al obispo por Mercedes Castellanos. Sobre el camarín el arquitecto Eduardo Solá expresó: “Desde el punto de vista artístico-arquitectónico es una excelente integración con el resto de la construcción que fuera obra del arquitecto Luis Caravatti. Magnífico ejemplo de la arquitectura ecléctica”.

Con el Legado Anchorena también se construyó el Altar mayor y el Presbiterio de la catedral de Catamarca, obras que junto con el camarín fueron inauguradas en los grandes festejos del XXV aniversario de la Coronación Pontificia de la Virgen del Valle, que se realizaron entre los días 5 y 14 de mayo de 1916.

El camarín fue inaugurado y bendecido con la presencia de gobernadores y obispos de la región y de Cuyo, de gran cantidad de devotos, de integrantes de una importante delegación de Buenos Aires conformada por el Nuncio Apostólico, la presidenta de la Comisión Pro Homenaje a la Virgen del Valle formada en Buenos Aires por el obispo Piedrabuena, Adelia María Harilaos de Olmos, otra gran benefactora de la Iglesia (más tarde condesa y marquesa pontificia), quien como madrina del camarín donó la urna donde fue colocada la imagen de la Virgen.

Otra obra ejecutada con el Legado fue la realización de los bellos vitraux  del camarín, hechos en Alemania por la Casa Weber. De su concreción se ocupó el propio Piedrabuena, quien ya estaba al frente del obispado de Tucumán.  

A partir de esta investigación se conoció el Legado y la ejecución del mismo, por lo que Amalia Valentina Anchorena de Blaquier amerita un homenaje y placa de reconocimiento por parte de la Iglesia de Catamarca

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