María Cristina Villalonga incursiona con éxito en el difícil ejercicio de esta técnica. Su muestra virtual.
María Cristina Villalonga es una artista porteña que decidió, como muchos, dar a conocer sus obras, en este caso acuarelas, por la imposibilidad de exponerlas por el aislamiento decretado por la pandemia de coronavirus.
Lo hizo a través de una página que subió a la web, en la que pueden verse -y comprarse- sus excelentes trabajos en esta difícil técnica, cuya palabra proviene del italiano “acquerello” y refiere a una pintura sobre papel o cartulina con colores diluidos en agua.
En sus puertas, paisajes y detalles destaca esa atmósfera etérea que le da su particularidad a la técnica.
Todo hace suponer que la pintura a la acuarela siguió a la invención del papel en China en el siglo II d.C.
Ya en el siglo XIII los árabes introdujeron la fabricación del papel en España y la tecnología se extendió a Italia décadas más tarde.
La utilización del agua para disolver la pintura es una técnica muy antigua. Los egipcios diluían los pigmentos en agua con una base de gomas o resinas naturales. Los chinos, al utilizar el papel de arroz, y aún otros soportes, como la seda y el pergamino, elaboraron lo que podríamos clasificar como verdaderas acuarelas.
En líneas generales se consideró como un arte menor al servir como bocetos de obras mayores. En los viajes de conquista y reconocimiento siempre se llevaba un experto que registraba los nuevos hallazgos ya que el equipo era de fácil traslado.
Sin embargo, primero Alemania y luego Inglaterra dieron acuarelistas exquisitos que han desarrollado esta técnica que hoy tiene cultores en todo el mundo.