San Martín de Tours, un patrono olvidado

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Cuando Juan de Garay fundó la ciudad el 11 de junio de 1580, el Cabildo sorteó el patronazgo, que recayó en el obispo de Tours, “el Apóstol de las Galias”.

Cuando en octubre de 1580, los miembros del Cabildo porteño sortearon, según una vieja tradición, el santo que habría de ser Patrono de la Ciudad de la Santísima Trinidad en el Puerto de Santa María de los Buenos Aires, fundada el 11 de junio de ese año por Juan de Garay, se sorprendieron. Claro, el digno miembro de la corte celestial beneficiado con el patronazgo era el francés San Martín, obispo de Tours y llamado “el Apóstol de las Galias”. Parece que insistieron por una segunda y una tercera vez y el porfiado santo quedó confirmado en el patronazgo.

La lectura de las actas del extinguido cabildo porteño nos traen un detallado informe de las celebraciones con que nuestra ciudad honraba a su Patrono, comenzando con la tradicional Novena. A las ceremonias religiosas se agregaban las fiestas populares con corridas de toros, torneos ecuestres y juegos como el del palo enjabonado, representaciones teatrales y acróbatas para entusiasmar a grandes y chicos. No faltaba tampoco el gasto no menor de iluminar en las vísperas y ese día a la Iglesia Catedral y el Cabildo, mientras que los vecinos abrían las ventanas a la calle e iluminaban las salas, los que podían con cornucopias que reflejaban la luz en los espejos y los más humildes con velas o candiles, así todos colaboraban en nada mejor que el llamado “lucimiento” de la fiesta.

La celebración religiosa del día 11 se realizaba con el ceremonial de estilo. Los cabildantes se reunían en la puerta del edificio capitular, pasaban por la casa del Alférez Real a buscarlo y, así presididos por el Real Estandarte, que portaba este funcionario se encaminaban a la Catedral para la misa solmene que presidía el obispo. No pocas veces esta fiesta ocasionaba problemas entre las autoridades civiles llámense gobernador, virrey o cabildantes muy quisquillosos en lo que era el protocolo, y a veces con el mismo obispo, indignados como estuvieron en su momento con don Benito de Lué y Riega porque les envió un simple clérigo a ofrecerles el agua bendita y no a una dignidad, como sucedió en las vísperas en 1806. Por si fuera poco, cuando llegaron a la Catedral los cabildantes se encontraron con que el obispo había comenzado la misa sin esperarlos.

En estas celebraciones también se entonaba el Tedeum en acción de gracias por los beneficios recibidos, entre ellos el haberse librado de alguna epidemia o plaga, al extremo que desde 1758 todos los días 11 se celebraba una misa en honor del Santo Patrono.

Había sido el rico comerciante vasco don Gaspar de Santa Coloma -figura casi olvidada en la historia porteña-, hombre generoso y munificente, quien hizo erigir, entre otras tantas obras, en la Catedral porteña el altar en honor del Santo Patrono.

Juan Manuel de Rosas, al hacerse cargo del gobierno en 1827, dispuso una serie de iniciativas para restaurar el espíritu católico en las instituciones, muy atacadas en tiempos de Bernardino Rivadavia, cuando la reforma religiosa.

La celebración del Patrono llena columnas en La Gaceta Mercantil con la crónica de la celebración, pero una por demás llamativa es la del 1º de febrero de 1834, que describe como se recordó al Patrono de Buenos Aires en el Ejército que participaba de la Campaña del Desierto: “Día 11 de noviembre de 1833. Diana a las 3 y lo que queda dicho hasta aclarar. Madrugada fresca con calma. Se dio ración de aguardiente a la tropa. Amaneció bueno. Viento fresco. Nubes en parte. A las 12 del día se hizo salvas en celebridad del Santo del día, como Patrono Principal de Buenos Aires. Nadie trabajó”.

En 1836 Rosas le entregó al Santo la bandera que usara en aquella campaña, así como la espada y la medalla que le otorgara la Sala de Representantes. En ocasión de la fiesta pronunció esta invocación: “Sin duda que las glorias militares que han inmortalizado a este Pueblo tan heroico como generoso, han sido conseguidas bajo el amparo de un Patrono, como vos, que siendo a un mismo tiempo Santo esclarecido y militar valiente, probásteis en las guerras contra los bárbaros de las Fronteras Romanas, que las virtudes cristianas pueden reunir la bravura, la piedad, la libertad, la defensa de los derechos y el amor a la humanidad. A nosotros también nos ha cabido la fortuna de conducir a vuestros hijos los porteños, hasta los confines del desierto…. Aquí está la bandera que condujo de triunfo en triunfo a este virtuoso ejército. Ella queda en vuestras manos, como un testimonio de gratitud, debido a la victoria que nos ha concedido el Ser Supremo por vuestra intercesión”.

Numerosos datos podríamos agregar pero exceden este artículo. Hace muchos años existió en Buenos Aires una Asociación de Caballeros de San Martín de Tours, presidida por el arquitecto Ángel Ibarra García, a quien sucedieron Pedro Roberto Vázquez Mansilla y Antonio Balcázar Morrison, quienes organizaban la misa mensual, la celebración del Patrono en consenso con la Ciudad y tenían como sede la Sala Capitular del Cabildo Porteño. Reconocían en esa fecha a distinguidas personalidades y en distintos ámbitos: Luis Federico Leloir, Juan Manuel Fangio, Manuel Mujica Láinez, Niní Marshall, María Luisa Bemberg y Lía Cimaglia Espinosa, entre ellas, para nombrar a mujeres que también formaban parte de la entidad.

De alguna manera se mantuvo vivo el recuerdo del Patrono hasta 1976, en que la fiesta del 11 de noviembre era día no laborable en la Ciudad. Curiosamente, todas las ciudades se honran en celebrar la fecha de su fundación y la de su Santo Patrono como capitales de provincia con larga tradición como Salta, Córdoba, Mendoza o Corrientes, por citar sólo algunas de ellas. En cambio Buenos Aires ha perdido su identidad y quizás el hecho de ser la Capital Federal le ha hecho olvidar a sus autoridades hace muchos años esas conmemoraciones, y cada vez más pasan desapercibidas del calendario festivo, incluso creo que ni los alumnos de las escuelas saben esto. Todo se limita a un homenaje organizado por la Fundación Juan de Garay en el monumento que lo recuerda, el 11 de junio, y la misa en la Catedral el 11 de noviembre, al que asiste algún funcionario de relativa jerarquía cuando en el interior el gobernador con su gabinete y los poderes públicos asisten en corporación a las fiestas evocativas con las ciudades embanderadas en un clima de fiesta.

Esperemos lograr que alguna vez se imiten los buenos ejemplos de las capitales del  interior en esta impersonal ciudad de Buenos Aires, olvidada de sus tradiciones; para evocar los aniversarios del Patrono y su fundación, seguro con buen criterio y representaciones de época, hasta se incentivaría el turismo que tantos beneficios da económicamente a la vez que sería de justicia histórica el concretarlo.

* Historiador. Académico de número y vicepresidente de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación

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