Hace 30 años, Rosas regresaba al país luego de 137 años de “exilio”

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Los restos del Restaurador de las Leyes y jefe de la Confederación Argentina fueron depositados en el cementario de la Recoleta tras una multitudinaria marcha.

Se cumplen hoy, lunes 30, treinta del regreso al país de los restos del brigadier general Juan Manuel de Rosas, luego de 112 años de descansar en tierra inglesa quien fuera el jefe de la Confederación Argentina, con lo que dejó de tener vigencia entonces la sentencia del poeta José Mármol: “Ni el polvo de sus huesos esta tierra tendrá”.

Luego de la batalla de Caseros (1852), Rosas emigró a Inglaterra,donde vivió hasta su muerte el 14 de marzo de 1877. En su testamento dejó establecido lo siguiente: “Art. 3: Mi funeral, debe ser solamente una misa rezada, sin pompa ni aparato alguno; Art. 4: Mi cadáver será sepultado en el Cementerio Católico de Souhtampton, en una sepultura moderada, sin lujo de clase alguna, pero sólida, segura, y decente, si es que hay cómo hacerlo así con mis bienes, sin ningún perjuicio de mis herederos”, y agrega en un codicilo posterior (en 1873) que sería “hasta que en mi patria se reconozca y acuerde por el gobierno la justicia debida a mis servicios”.

Las pasiones que su figura suscitó en vida continuaron luego de su muerte a pesar del paso del tiempo. Recién con la aparición del revisionismo histórico en las primeras décadas del siglo XX y con la creación del Instituto Juan Manuel de Rosas en 1938 (integrado por el general Agustín Iturbide, los historiadores Julio Irazusta y José María Rosa, y Manuel de Anchorena entre otros) que cobra fuerza la organización de la repatriación de los restos de Rosas con la formación de un Comité presidido por Anchorena como descendiente directo del Restaurador de las Leyes.

El Comité pro-repatriación recurre a Juan Domingo Perón durante su segunda presidencia -y luego en su exilio- para lograr su objetivo. Por eso, cuando Perón vuelve a la presidencia en 1973 nombra a Anchorena embajador ante el Reino Unido de la Gran Bretaña con un encargo principal: repatriar los restos de Rosas.

La muerte de Perón, al año siguiente, truncó las expectativas de repatriación y durante la última dictadura militar el tema no fue tenido en cuenta. Con la vuelta a la democracia, y posiblemente a causa de la vigencia de la antinomia rosismo-antirosismo, durante la presidencia de Raúl Alfonsín la solicitud de repatriación no prosperó.

En cambio, las palabras del discurso inaugural del presidente Carlos Menem, el 9 de julio de 1989, presagiaron vientos favorables para la intentona: “Yo proclamo solemnemente ante mi pueblo que a partir de este momento se inicia el tiempo del reencuentro entre todos los argentinos (…) Se terminó el país del ‘todos contra todos’. Comienza el país del ‘todos junto a todos’ (…) Yo quiero ser el presidente de la Argentina de Rosas y de Sarmiento, de Mitre y de Facundo”, expresó al asumir su mandato.

Por lo tanto, Menem respaldó al Comité de Repatriación y así fue que Londres acordó permitir la exhumación y traslado de los restos de Rosas.

Enseguida fue nombrada una Junta Ejecutiva para la Repatriación de los Restos del brigadier general Juan Manuel de Rosas, comisión oficial que iría a Inglaterra para traerlos. La integraban Julio Mera Figueroa, Manuel de Anchorena, Martín Silva Garretón, Ignacio Bracht, Eugenio Roma, Guillermo Heisinger y José María Soaje Pinto. Llegó a Londres también una “delegación popular” de personas que viajaron por su cuenta para acompañar la repatriación, entre los que estaban Juan Manuel Soaje Pinto, hermano del delegado oficial, y el cantante Roberto Rimoldi Fraga, famoso por sus canciones nacionalistas y rosistas.

El vicecanciller Juan Archibaldo Lanús se puso al hombro el espinoso tema y en su despacho se firmó el acta constitutiva del comité.

Finalmente, a las 3 de la tarde del 21 de septiembre de 1989, el cuerpo de Rosas fue exhumado en el cementerio de Southampton. Su féretro, cubierto con la misma bandera nacional que había ondeado en la embajada argentina en Londres durante la guerra de Malvinas, fue subido a un avión de la Fuerza Aérea y, junto a la comisión, se dirigieron a Francia. Cuando penetraron el espacio aéreo galo, los franceses le rindieron los honores de jefe de Estado: honores militares completos, la bandera francesa a media asta y alfombra roja.

El equipo de repatriación permaneció en Francia por unos días mientras los restos de Rosas eran cambiados a un nuevo féretro, ahora cubierto por la bandera argentina y el poncho rojo federal.

La última etapa del viaje comenzó el 29 de septiembre. Luego de dejar Francia, el avión hizo escala en las Islas Canarias y llegó a Recife, Brasil, a las 2.30 de la madrugada del día siguiente, sábado 30 de septiembre, el momento en que  sus restos volvían a tocar suelo americano luego de 137 años de “exilio”.

Aquel sábado 30 a las 8.25 llaga al aeropuerto internacional de Fisherton, en Rosario, provincia de Santa Fe. ¿Por qué a Rosario? Para tomar su repatriación como símbolo de unidad nacional, como una convocatoria a la unidad argentina en el pasado y el presente al amparo de la Bandera Nacional. Rosas volvía a tocar suelo argentino y se rompía la “maldición” del poeta unitario.

En el aeropuerto, ante autoridades nacionales, provinciales y municipales, el féretro fue subido a un helicóptero rumbo a la base rosarina de Prefectura Naval para, desde allí y sobre una cureña militar, recorrer una corta distancia hasta el Monumento a la Bandera, acompañado por sus descendientes directos (siete tataranietos) en una Rosario totalmente embanderada y colmada de gente.

A las 10.30 llegan los restos al altar levantado frente al Monumento y se desarrolla una misa a cargo solemne a cargo del arzobispo de Rosario, monseñor López. Luego, Menem descubre una placa conmemorativa. Los discursos de rigor estuvieron a cargo de Carlos Ortiz de Rosas, emocionado tataranieto de Juan Manuel, y del propio Presidente en el que sería el primer discurso de su primer mandato.

“¿Es posible construir una patria sobre el odio entre hermanos? ¿Es posible la Argentinas si continuamos desgarrándonos sobre nuestras viejas heridas? ¿Es posible una nueva y gloriosa Nación si se la basa en los falsos pilares de la discordia, de la desunión y la lucha fratricida? (…) Por eso, al darle la bienvenida al brigadier general don Juan Manuel de Rosas también estamos despidiendo a un país viejo, malgastado, anacrónico, absurdo”, expresó Menem. Y recordó la frase de José Hernández: “A veces saber olvidar también es tener memoria” y los conocidos versos del Martín Fierro sobre la importancia de la unidad entre hermanos.

A continuación, la cureña con los restos de Rosas, escoltada por alumnos de la escuela más antigua y más reciente de Rosario, seguida por autoridades e innumerables personas que arrojaban claveles rojos a su paso, recorren pocos metros hasta el patrullero de la Armada “Murature”, en el cual es depositado el féretro para emprender viaje aguas abajo del río Paraná hacia la ciudad de Buenos Aires.

Miles de personas rindieron honor a Rosas desde las orillas del río mientras pasaba la flota. A la altura de la Vuelta de Obligado, las tres ramas de las Fuerzas Armadas saludaron a Rosas con cañonazos y pasaje de aviones. En San Pedro se detuvieron, cadetes militares subieron a la nave y presentaron trozos de las cadenas que se habían usado en la batalla de Obligado. Luego retomaron su rumbo hacia la capital del país, a la cual llegarán triunfalmente el 1º de octubre.

Aguardando la llegada de Rosas en el puerto de Buenos Aires había una multitud. Se iniciaba entonces un desfile impresionante que lo acompañaría a lo largo de 55 cuadras camino al cementerio de La Recoleta, el destino de su reposo eterno.

Una carroza militar llevó el féretro. La escoltaban el Regimiento de Granaderos a Caballo General San Martín, personal de la Policía Federal vestidos con los uniformes de la época de Rosas, una formación simbólica de “unitarios” -los ardientes enemigos de Rosas-, Menem, su gabinete y otros funcionarios del gobierno, muchos de los descendientes de los grandes generales del siglo XIX que se opusieron a Rosas en vida, y se calcula que cinco mil gauchos provenientes de varias partes de Argentina y Uruguay en la retaguardia.

Manuel de Anchorena montó a caballo. Otro hermoso animal, sin jinete, caminó en medio del desfile, vestido con el poncho rojo que simbolizaba las huestes del brigadier general. Anchorena estimó que más de un millón de personas se alinearon a lo largo del camino hacia la Recoleta, aunque la cobertura televisiva se limitó a la recepción en el puerto de Buenos Aires y a la entrada al cementerio. El desfile fue ignorado.

Llegados al cementerio, los restos fueron depositados en la bóveda de los Ortiz de Rozas, estando el responso a cargo del padre Alberto Ezcurra, descendiente de la esposa del Restaurador, quien destacó la importancia de la fecha: “Te damos gracias Dios porque Juan Manuel ha encontrado un lugar no solo en el suelo de su Patria, sino también en el corazón del Pueblo. (…) Te pedimos que nos des la gracia de construir una Argentina mirando hacia las profundas raíces, hacia los valores espirituales, culturales y tradicionales de nuestra Patria y no los que vienen importados desde afuera, hacia las ideologías, hacia los imperios que Juan Manuel enfrentó sin ceder ante ellos”.

El féretro fue simplemente cubierto con la bandera nacional. Como Juan Manuel quería, sin lujo ni ostentación.

La presidencia de Menem tendrá otros momentos de reconocimiento a la figura de Rosas: con el comienzo del nuevo sistema monetario, Rosas apareció en el billete de 20 pesos; y la inauguración de un monumento a Rosas en la plaza intendente Seeber, en Buenos Aires. Durante la presidencia de Cristina Kichner será reconocido feriado el 20 de noviembre, Día de la Soberanía Nacional, aniversario de la batalla de Vuelta de Obligado, y construido un nuevo monumento-museo en el sitio de la batalla.

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