Graaner, el misterioso testigo sueco de la Independencia

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Este oficial escandinavo fue el único extranjero que asistió al Congreso de Tucumán, en 1816, y en estos días se cumple el bicentenario de su muerte. Sus interesantes informes.

Alguna vez mencionamos el especial interés que Juan Manuel de Rosas tuvo por la celebración del 9 de julio, evocando aquel de 1816 en que el Congreso reunido en Tucumán declaró la Independencia. Al recorrer las páginas de La Gaceta Mercantil encontramos numerosos testimonios sobre las fiestas con que se celebraba, no sólo en la ciudad, sino también en el campamento de los Santos Lugares o en pueblos como San Fernando de Buena Vista.

Resulta curioso que hubiera un sólo extranjero presente en el Congreso de Tucumán, el sueco Johan Adam Graaner, que fue testigo de lo ocurrido en la casa de doña Francisca Bazán de Laguna el día de la independencia, cuyo fallecimiento nos aprestamos a conmemorar el próximo 24 de noviembre. Sin embargo, no resistimos la tentación de volver a hablar de él a pesar de haberlo estudiado en otros trabajos.

Había nacido en la provincia de Uppland, en 1782, hijo del oficial del Ejército Johan Graaner, cuya vocación por la carrera de las armas supo alentar e ingresó en la Armada cuando tenía 19 años para recibir los despachos de teniente de marina en 1808, y los de capitán en 1810. En ese momento fue trasladado a las fuerzas terrestres, participó en las campañas de los suecos contra los rusos entre 1808 y 1809, contra Napoleón en 1813 y en un breve enfrentamiento con Noruega en 1814. Al año siguiente solicitó licencia para viajar a América del Sur, la que una vez obtenida le permitió pasar a Río de Janeiro, y luego a Buenos Aires y Montevideo. Llegó a nuestra ciudad en marzo de 1816 y recorrió el norte hasta Salta y Jujuy, para partir nuevamente de regreso a su tierra natal el 22 de setiembre de ese año.

De regreso escribió un informe a Bernadotte, al antiguo mariscal francés de Napoléon convertido en príncipe heredero de Suecia, quien decidió enviarlo nuevamente al Río de la Plata en calidad de agente secreto. Después de cinco meses de navegación arribó a Buenos Aires en abril de 1818, a poco pasó la Cordillera y llegó a Santiago de Chile, a fines de junio. En marzo de 1819 decidió volver a su tierra natal y embarcó en Valparaíso, dispuesto a dar la vuelta al mundo. Después de cuatro meses y medio arribó a la desembocadura del Ganges, en la India, donde desembarcó. Con problemas de salud emprendió el viaje directo a Inglaterra, pero murió a bordo a la altura del Cabo de Buena Esperanza el 24 de noviembre de 1819.

Dadas las personalidades que trató debió estar provisto de muy buenas recomendaciones. El 29 de mayo de 1816, el redactor del Congreso en Tucumán asentó en el acta: “Hizo presente el señor Presidente habérsele presentado un oficial sueco con permiso de su soberano, el rey de Suecia, para buscar servicio en América y discutido si convendría o no, dejarle pasar al interior sin asegurarse antes del conocimiento de su persona y designios, o al menos tomar algunas precauciones para evitar los que pudieran ser perjudiciales al país, por más conveniente la franqueza, que acreditando la libertad con que el país admitía a los extranjeros, los atrajese a nuestro suelo”.

El 5 de julio de 1817, nuestro personaje envía un informe al príncipe de Suecia y Noruega donde abundan a veces acertados informes sobre algunos actores que directa o indirectamente estuvieron ligados a los episodios de julio de 1816. Después de una acabada descripción sobre la geografía, población y riquezas de nuestro territorio, esboza en forma breve lo ocurrido desde los comienzos del movimiento emancipador hasta ese momento, aunque reconoce que “sería una empresa superior a mis conocimientos y muy fuera del tema que me ocupa, tratar de desarrollar los motivos secretos o conocidos que desde mucho tiempo atrás habían preparado la revolución general de las colonias españolas”. Para Graaner, “será menester entonces que me limite, según el plan preconcebido, a lo que se relaciona con la revolución particular de cada uno de los países recorridos por mí”.

Algunos de sus comentarios sobre ciertos personajes resultan interesantes y no escapa a su mirada el general Manuel Belgrano: “Hijo de italiano, doctor en leyes, ex secretario de la Tesorería de Buenos Aires (lo confunde con el Real Consulado), hombre de talento y energía”, lo describe. Curiosamente, a José de San Martín lo hace “hijo de un francés” y además lo lleva a Flandes, donde nunca estuvo. “Soldado de probada valentía, de franqueza verdaderamente militar, ciudadano virtuoso, severo en sus costumbres y el oráculo de sus subalternos”, San Martín “sirvió por algún tiempo en la guerra en España y en Flandes, a las órdenes del marqués de la Romana, como capitán de la Guardia Española. Por desgracia, que tuvo por causa la caída del caballo, le impidió continuar por entonces al mando”.

Al director supremo Juan Martín de Pueyrredón lo considera “uno de los hombres más ilustrados”. Relata que es hijo de un francés y que su padre era nativo del Bearn. “Murió el padre en Buenos Aires, donde dejó una familia particularmente estimada. Tiene ahora unos cuarenta años, más o menos, su físico es interesante y sabe combinar admirablemente bien su seriedad española con la urbanidad francesa. Más político que soldado, trata de ganarse la voluntad de todos los partidos y de unir las facciones opuestas por medios pacíficos, y en esto ha obtenido un resultado superior al que podía esperarse. Ha sabido hasta reprimir la aristocracia de diferentes jefes de la fuerza armada, sin que ellos lo hayan advertido y con esto se ha ganado la confianza de todos sus conciudadanos. Sin compartir ni aprobar las supersticiones y los prejuicios de sus compatriotas, hace como que se presta a ellos y al mismo tiempo trata de anularlos”.

Muchos datos más proporciona este interesante personaje, a quien rescatamos en las vísperas del bicentenario de su muerte, tarea en la que nos acompaña otro colega, Roberto Colimodio, y también el primer secretario de la embajada de Suecia, Andreas Pérez Fransius.

* Historiador. Académico de número y vicepresidente de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación

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