El primer Jardín de Infantes porteño

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En esta nota, el autor da cuenta de un artículo en el que se buscan suscripciones para la primera escuela para niños de dos a seis años, prohijada por Mariquita Sánchez, entonces de Thompson.

Las páginas de La Gaceta Mercantil no dejan de sorprendernos. Y una noticia publicada el 31 de diciembre de 1827 anuncia la creación en Buenos Aires de una “Escuela para niños de dos a seis años de edad”. Se trata de un jardín de infantes propiciado por un grupo de destacados vecinos que ofrecen “recibir las suscripciones” de los interesados en sus casas.

Estaban encabezados por “doña Mariquita Thompson, calle de la Florida Nº 87”, figura que no es necesario presentar a los lectores; y acompañada por “don Juan P. Robertson, calle de la Biblioteca Nº 126; don Tomas Fair, calle Cochabamba Nº 106; don Félix Castro, calle de la Paz Nº 106; el Padre de San Martín, calle de Chacabuco Nº 157 y el Sr. Anchoris, calle de 25 de Mayo Nº 110”.

Los acompañantes eran personas bien conocidas en Buenos Aires. Robertson era un comerciante inglés muy vinculado a la sociedad porteña ya que junto con su hermano Guillermo había sido testigo por invitación del entonces coronel José de San Martín, el 3 de febrero de 1813, del combate de San Lorenzo; Fair era otro británico vinculado a la actividad agrícola, uno de los propulsores de la colonia de Santa Catalina y propietario de tierras en la zona de Llavallol y Monte Grande, en los actuales partidos de Lomas de Zamora y Esteban Echeverría. Castro era militar y empresario, natural de San Miguel de Tucumán, diputado a la legislatura porteña, y era socio de Robertson en un campo en Santa Fe. El Presbítereo Valentín San Martín era un porteño que había profesado en la orden dominicana, que con la reforma rivadaviana se secularizó. Se había dedicado a la enseñanza de las primeras letras y era párroco de San Nicolás de Bari. Al nombrar al señor Anchoris la nota no establece a cuál de los hermanos se refiere: Ramón era sacerdote y Gabino era, en sociedad con el anterior, propietario de una imprenta conocida por el apellido familiar, pero nos animamos a decir que se trata del presbítero, de destacada actividad pública.

“Entre las muchas innovaciones útiles en punto de Educación que distinguen la época presente, y les hacen honor, tanto a los genios que las han concebido, como a los amantes de la humanidad, que las han llevado a su debido resultado; ninguna ha producido un efecto tan benéfico, ni promete ventajas tan sólidas, como la institución de escuelas para la educación de criaturas en sus más tiernos años. Cuando se creía que era hacer violencia al entendimiento humano, antes de que tuviese la madurez de algunos años; y si lo dejaba bajo este principio erróneo, en una estéril inacción o expuesto a imbuirse de toda clase de vicios, que por lo mismo que hallarán un asilo no ocupado, tomarán el cuerpo de una maleza que no bastarán años ulteriores de cuidadoso cultivo a cortar de raíz, cuando éste mal se sentía por todos, sin que se descubriese el correspondiente remedio, unos pocos hombres filántropos y observadores de la hallaron este remedio, que, como el de la vacuna, recibido con desconfianza pero aplicado con buen suceso, está cundiendo, como cundió aquel, y fertilizando el espíritu de la edad tierna, como la constitución física, libró la vacuna de un mal terrible y verdadero porque permaneciese muchos años oculta en nuestra constitución”.

“Las escuelas para la educación de las criaturas -continúa LGM-, desde dos años para arriba son las que han obrado admirables resultados, que a pesar de no ser su institución de siete años a esta parte, se experimentan hoy de ellas. En Inglaterra es donde se ha planificado esta institución, llena de beneficencia, y fundada en los principios de una filosofía, la más sana y luminosa. ¿Se creerá que por medio de signos visibles, pinturas, lecciones fáciles y explicadas familiarmente de un modo sencillo, y aún captando la voluntad del niño, a leer y deletrear, la geografía, aritmética, diferencia entre objetos naturales y artificiales, gramática, historia sagrada, cronología, el uso de los sentidos, de las cosas domésticas, manufacturas, puntuación, música, astronomía, los elementos –y fundado todo en una moral práctica, elevada, religiosa? Pero no sólo esto es hoy así sino que existen en Inglaterra sobre 300 escuelas de esta clase, de ellas 200 planificadas el año pasado, y todas con un buen suceso, que admiran y llenan de placer al filósofo, al filántropo, al estadista, al religioso. Cada uno de estos reconoce en estas instituciones una fuente de sana ilustración, que regando en estación propia el tierno y fértil suelo del corazón, brotará con el tiempo en manantiales puros, que adornen a la vez y fertilicen la naturaleza humana”.

La nota abunda en detalles del ejemplo inglés. “La sociedad nombrada de las escuelas británicas y extranjeras a quien debe este país el envío del señor Thompson, que planificó en Buenos Aires las primeras escuelas Lancaster, alienta siempre a propagar y extender las ventajas de la educación, y movido de las insinuaciones de algunos amigos de ella residentes aquí, ha enviado a su costo después de haberle enseñado por muchos meses el sistema de educación de niños, y proveídole de mapas, pinturas, lecciones, y lo demás necesario para poner en planta una escuela aquí, al Sr. García de nación español, que ha pasado algunos años en Inglaterra y tiene todas las cualidades necesarias, para llenar el objeto al cuál ha venido”.

Señala que García tenía ayuda para su empresa. “Ayudado éste de algunos amigos de la educación tanto nacionales como extranjeros se están dando los pasos para la plantificación de una escuelas de niños, y como se trata de hacer el ensayo entre gente de muchos posibles se convida y suplica al pueblo ilustrado de Buenos Aires a que siguiendo el noble ejemplo de interés de la sociedad británica, que a sus expensas propias, ha proveído maestro, materiales y libros, concurran con las suscripciones que pueda cada uno dar, para promover el establecimiento de tan útil como interesante institución. Después de formada la escuela estará abierta para la inspección del público, previniéndose que no se enseñará en ella doctrinas algunas que sean en oposición a la religión establecida en el país”, apunta la crónica, Y finaliza con los domicilios arriba mencionados para contribuir con las suscripciones.

No sabemos el éxito de este jardín de infantes, pero sí podemos destacar el empeño de la comunidad británica, junto a esa mujer excepcional que fue Mariquita Sánchez de Thompson, en adelantarse a los tiempos. Recién más de cinco décadas después llegaría a Buenos Aires Sara Eccleston para dar forma a la educación a través de los jardines de infantes. Con esta nota salvamos del olvido aquel intento de la fuerte comunidad británica residente en Buenos Aires, junto a algunos criollos fervorosos de la educación.

* Historiador. académico de número y vicepresidente de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación

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