Un sesquicentenario que no se puede olvidar

Fecha:

Compartir

De origen patricio, el presidente vivió en una época dorada de la Argentina pero en la que se incubaban profundos enfrentamientos.

El 4 de octubre de 1868, cuando llegaba al final la presidencia de Bartolomé Mitre y a pocos días de que lo sucediera Domingo Faustino Sarmiento, nació Marcelo Máximo Torcuato de Alvear, hijo de Torcuato de Alvear y de Elvira Pacheco. Por sus abuelos llevaba la sangre de dos militares que formaron el grupo inicial del Regimiento de Granaderos a Caballo, los futuros generales Carlos de Alvear y Ángel Pacheco, de tanta trascendencia en nuestra historia.

Abogado, revolucionario en 1990 junto a Leandro N. Alem, lo había sido también en el movimiento de 1893 y lo sería en 1905, constituyéndose en uno de los fundadores de Unión Cívica Radical. Diputado entre 1912 y 1917, el presidente Hipólito Yrigoyen lo nombró embajador en Francia, cargo que desempeñó de 1917 a 1922. Ese año, don Hipólito designó a Alvear como su sucesor, tanto que una chanza de la época decía que sus iniciales MTDA significaban “me tocó de arriba”.

En las elecciones del 2 de Abril de 1922, Alvear se impuso con 419.172 votos, casi el 48 por ciento, y el 12 de junio en la Asamblea Legislativa la fórmula que integraba con Elpidio González obtuvo 235 sufragios contra 101 de sus adversarios.

Regresó al país a principios de setiembre, después de una gira por Inglaterra, Bélgica, Francia, España e Italia como presidente electo, donde lo colman de atenciones. En el puerto le dio un abrazo a Yrigoyen, que lo estaba esperando, y le dijo: “Usted sabe que siempre seré su amigo fiel”.

Sin embargo, eran evidentes las diferencias ya a fines de abril, antes de la Asamblea Legislativa para proclamar la fórmula, el embajador de España, el marqués de Amposta, informaba a su gobierno: “El Sr. Marcelo Alvear de ser proclamado constituirá, a no dudarlo, el presidente ideal en las actuales circunstancias, no creyéndose que su política esté subordinada a opiniones extrañas, ni que sea su labor inspirada por las mismas, aunque no hay que olvidar que la segunda parte de la fórmula, o sea el Sr. Elpidio González quien ocupará la vicepresidencia, es un incondicional del Sr. Yrigoyen y que, si por azares políticos llegara a usufructuar el poder, sería indudablemente el actual mandatario el que realmente gobernaría”.

El primer signo del alejamiento se hizo evidente cuando Alvear integró su gabinete con destacados individuos del partido de neta tendencia antiyrigoyenista. El 12 de octubre, Alvear asumió la presidencia en tiempos que al decir de Luis C. Alem Lascano eran de “la Argentina ilusionada”. Como bien lo afirmó Félix Luna, “la de Alvear fue una presidencia suertuda, deslizada suavemente en años de gran prosperidad sin sobresaltos ni dificultades… durante su administración, pues, no hubo grandes alteraciones económicas, ni en el país ni en el mundo, Moneda estable, ocupación plena, abundancia de vivienda, afluencia de capitales…”.

Lo cierto es que en marzo de 1923, siguiendo los informes del diplomático español, había problemas para reunir las Cámaras Legislativas a pesar de ser mayoría el Partido Radical, con “la dificultad consiguiente de promulgar acuerdos ni votar leyes… están en mora las soluciones más serias para la administración… el presidente Alvear y sus ministros hacen cuanto pueden para reanudar el funcionamiento regular de las Cámaras, dándoles toda clase de seguridades de su aprecio y manifestándose dispuestos a la más leal de las colaboraciones, pero todos sus trabajos estréllanse ante la resistencia pasiva de los legisladores que no concurren al recinto del Congreso, viéndose obligado el gobierno a acudir a toda clase de subterfugios con objeto de no interrumpir la vida administrativa de la Nación”. El delegado de Madrid observaba detrás de esto “la mano oculta de Yrigoyen a quien responden muchos diputados y senadores, siendo indudablemente de lamentar que la cuestión partidista influya hasta ese punto en la marcha política de un país…”.

Un mes después el marqués de Amposta describía al presidente como “bien intencionado y deseoso de llevar a la práctica muchas ideas propias sobre todo en lo que se refiere al saneamiento de la administración y a la política de economías, ampliando el concepto gubernativo y sacándolo de la influencia del comité y de la bandería en que lo colocó el Sr, Yrigoyen… el prestigio del Sr. Alvear ante la opinión independiente y ante los grandes diarios continúa… y éste elude con habilidad todo lo que pueda colocarle en abierta pugna con su predecesor y con la mayoría del partido que aún responde a éste”.

La apertura del 62º período ordinario de sesiones y el primer mensaje de Alvear tuvo, según el embajador, “el significado de homenaje a la representación popular y de obligación cumplida de comunicarse con el país y exponerle sus observaciones de gobernante” interrumpiendo “la costumbre que quiso implantar el anterior presidente y que observó durante los seis años de duración de su período”. Se felicitaba de reanudarse “las prácticas saludables y constitucionales, que predicaron los grandes estadistas argentinos”.

En un despacho posterior del 12 de abril de 1924, refiriéndose a las elecciones para legisladores nacionales, el representante ibérico las señala como “una etapa memorable” donde la lista personalista (yrigoyenista) obtuvo una pequeña mayoría. En la de senador del año siguiente por renuncia de Tomás Le Breton, designado ministro de Agricultura, sostiene que los partidarios de Yrigoyen “prefirieron el triunfo del candidato socialista Sr. Mario Bravo al del candidato presidencial Sr. Goyeneche”, agregando que la desinteligencia entre ambos grupos “es un asunto que ya no se puede disimular; y se ignoran las consecuencias que podrá traer para la futura política argentina”.

En marzo de 1925, el marqués de Amposta señalaba que “otro de los asuntos de actualidad es la situación económica de la República, en la que es justo distinguir la que a las finanzas oficiales se refiere y la general del país. La Argentina es indudable que, aún en medio de la desvalorización ganadera atraviesa un período prospero, ensombrecido únicamente por la economía oficial. Las características de éstas son los elevados y constantes déficit del presupuesto, que desde hace años se vienen produciendo, para enjugar los cuáles se ve obligada la nación a contraer obligaciones a corto plazo y en otras formas que hasta ahora ha hecho frente, por medio de bonos de Tesorería renovados a cada vencimiento. El aumento de los gastos públicos ha progresado con mayor rapidez que la capacidad económica del pueblo, si se mide ésta por las extensiones cultivadas y sus rendimientos. Como tal aumento de gastos requiere medias excepcionales, el gobierno hace cuanto está a su alcance en tal sentido, encarando el problema en forma terminante para detener la creciente progresión y estabilizar el presupuesto”. Este tema parece recurrente en nuestra historia y aquello de “una cosecha nos salva”; bien sabido es que las visitas de los príncipes de Gales y Humberto de Saboya dejaron un déficit de medio millón de pesos que el presidente abonó de su propio bolsillo. Pero también señalaba el diplomático que “las actividades industriales en aumento, el apoyo del gobierno fomentando el desarrollo de los recursos del país, el superávit de la producción que aumenta el poder adquisitivo del país y la política colonizadora que piensa seguirse, prometen para la Argentina una considerable ampliación de las bases de su prosperidad”.

En febrero de 1928 llegó a Buenos Aires el nuevo embajador de España, Ramiro de Maeztu, quien a los pocos días informó al presidente del Consejo de Ministros “de los rumores circulados que daban como segura la preparación de un golpe militar”. El 18 de abril el diplomático fue invitado a pronunciar una conferencia en la biblioteca del Jockey Club, a la que asistieron Alvear y algunos ministros.

Sufrió el destierro y la cárcel, tras haber vivido “su hora más gloriosa” como candidato a presidente, y luego debió apelar a la venta de los lotes heredados de su madre en su residencia “La Elvira” en don Torcuato para sostenerse. Murió el 23 de marzo de 1943 acompañado por Regina Paccini, el amor de su vida. En junio de ese año los diarios anunciaban el remate de platería, porcelanas, alfombras, cuadros, cristalería y con eso subsistió ella hasta que, recién en 1963, se le concedió la pensión de viuda de presidente.

El sesquicentenario del nacimiento de Alvear pasa casi inadvertido y podemos repetir, como el político conservador Emilio Hardoy: “¡Pobre Marcelo! De una dignidad y de una honradez que correspondían al don cuasi divino de portar un nombre ilustre”. Su ejemplo no debe ser olvidado.

* Historiador. Académico de número y vicepresidente de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación

Compartir

Últimas noticias

Suscribite a Gaceta

Relacionadas
Ver Más

Steps to Creating Woodworking Ready Plans

Planning is essential for woodworking projects. The construction process...

Transradio Internacional: un hito en las comunicaciones en el centenario de su inauguración

El viernes 25 de enero de 1924, con la presencial del entonces presidente Marcelo T. de Alvear, comenzaba a funcionar en Monte Grande.

Literatura 2024: las publicaciones que se vienen, tema por tema

Ficción, no ficción, política, psicología, deportes, biografías, recopilaciones, feminismo y más, detallado género por género.

Historias. De curanderos y otras yerbas

Pascual Aulisio y Evaristo Peñalva fueron dos personajes famosos por sus conocimientos para aliviar malestares con recetas "no oficiales" de la medicina occidental.