El día que se marchitó la Primavera de Praga

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Hace 50 años se terminaba un intento por implantar un “socialismo de rostro humano” que pudiera gozar de cierta liberta e independencia del férreo control de Moscú.

Medio siglo ha pasado de aquel corto pero, a la luz del recuerdo, fuerte período conocido como “La primavera de Praga”, el intento por ponerle un “rostro humano” al comunismo que intentó Checoslovaquia y que fue aplastado por los tanques de Moscú, que logró una victoria por la fuerza que le provocó una enorme pérdida de apoyo a la Unión Soviética del otro lado de la “cortina de hierro”.

Clima previo. Dos décadas después de la repartición del mundo de la posguerra entre el capitalismo y el comunismo, 1968 fue un año muy convulsionado en todo el planeta.

En el mismo año en el que el Mayo Francés conmovió al mundo con su “imaginación al poder”, en Checoslovaquia se dio un movimiento llamado “Primavera de Praga” que intento ser un faro de mayor libertad e independencia desafiando al férreo control de la Unión Soviética sobre sus países satélites. Hace exactamente 50 años, el 20 de agosto de 1968, el ejército rojo que 25 años antes liberaba al país de los nazis se convertía en el opresor que extinguía la última luz de esperanza que Occidente albergaba sobre el comunismo.

El primer soplo de aire fresco surgió en 1967, cuando la Unión de Escritores de Checoslovaquia comenzó a mostrar su descontento contra el régimen del Partido Comunista Checoslovaco y en el boletín del sindicato algunos de sus miembros sugirieron que la literatura debía ser independiente de la doctrina del partido.

Sin embargo, este desafío al estricto control fue sancionado y el control del bolentín, “Literární Noviny” y de varias otras editoriales fue transferido al ministerio de Cultura.

Pero el descontento contra el presidente Antonín Novotný, que llevaba adelante la “desestanilización” checoslovaca mucho más lentamente que en otros países vecinos, fue perdiendo apoyo. Así fue como el 5 de enero, uno de los dirigentes más radicales, Alexander Dubcek, lo reemplazó como secretario general del Partido Comunista Checoslovaco. Florecía la Primarvera de Praga.

Perfume de libertad. Dubcek declaró que la misión del Partido era “construir una sociedad socialista avanzada en sólidos fundamentos económicos, un socialismo que se corresponde con la histórica tradición democrática de Checoslovaquia, de conformidad con la experiencia de otros partidos comunistas”.

En abril se anunció el aumento de la libertad de prensa, la libertad de expresión, la libertad de circulación y la libertad de los partidos políticos, con énfasis económico en bienes de consumo y la posibilidad de un gobierno multipartidista.

Según el líder checoslovaco, “el socialismo no puede significar solamente la liberación de los trabajadores de la dominación de la clase explotadora, sino que debe hacer más por las disposiciones para una vida más plena con la personalidad que cualquier democracia burguesa.”

Además, el programa limitaría el poder de la policía secreta y avanzaría ha la separación de Checoslovaquia en Chequia y Eslovaquia.

Por último, también habría cambios en la política exterior, incluyendo tanto el mantenimiento de buenas relaciones con los países occidentales como la cooperación con la URSS y otras naciones comunistas.

Demasiados cambios en demasiado poco tiempo para que los líderes de Moscú los aceptaran tranquilamente. Mientras la sociedad checoslovaca, sobretodo los jóvenes que habían crecido después de la Segunda Guerra, dominaban las calles y se hinchaban los pulmones respirando los nuevos aires de libertad, en la Unión Soviética se fueron preparando para cortar de raíz este movimiento considerado “antisocialista”.

Todo se marchitó. El 20 de agosto de 1968, 200.000 soldados y 2.300 tanques del Pacto de Varsovia (que unía a Moscú con sus aliados) invadieron Checoslovaquia. Dubcek fue detenido y trasladado a Rusia. Y la Primavera de Praga se marchitó.

Se acordó que Dubcek permaneciera en su cargo pero con un programa de gobierno mucho más moderado.En Europa del Este hubo países como Rumania  Finlandia que cuestionaron fuertemente a Moscú. Nada de eso importó. En Occidente, en cambio, las únicas voces que se escucharon fueron las de intelectuales de izquierda que mostraron su desilusión con el comunismo, ya que la actitud soviética sólo servía para avivar las críticas de los gobiernos capitalistas.

EEUU y sus aliados, en el fondo, no vieron con malos ojos la invasión a Checoslovaquia, ya que la URSS se autocolgaba el cartelito de “dictadura” y además frena la aparición de un socialismo más abierto que podría esbozar una tercera posición que fuera apoyada por las personas descontentas por el sistema occidental.

En abril de 1969, Dubcek fue sustituido como secretario general por Gustav Husak, y comenzó un período de “normalización” que revirtió todas las medidas tomadas durante la Primavera de Praga.

En 1987, el líder soviético Mijaíl Gorbachov reconoció que sus políticas de liberalización, glásnost y perestroika, tenían una gran deuda con el “socialismo con rostro humano” de Dubcek. Con la caída del socialismo en 1989, Dubcek se convirtió en presidente de la Asamblea Federal durante el gobierno de Václav Havel. Cuando se le preguntó cuál era la diferencia entre la Primavera de Praga y las reformas de Gorbachov, un vocero del Ministerio de Relaciones Exteriores respondió: “Diecinueve años”.

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