Lugones se suicidó tomando una mezcla de whisky y cianuro en el ahora célebre hotel “El Tropezón”, en el Delta del Tigre, en febrero de 1938.
Hace 80 años, más precisamente el 18 de febrero de 1938, Leopoldo Lugones, una de las plumas más cotizadas y prolíficas de principios del siglo XX en Argentina, ponía fin a su contradictoria vida.
Hoy un tanto olvidado por los lectores y la crítica, Lugones tuvo una importancia y una influencia tan notorias en la generación de escritores que le siguió -entre ellos Jorge Luis Borges- que “El Día del Escritor” se celebra aquí el día de su nacimiento, ocurrido en Villa María, Córdoba, el 13 de junio de 1874.
Gran poeta en los tiempos en que reinaba Rubén Darío, agudo ensayista y narrador hábil, tuvo sin embargo un comportamiento político errático que lo condujo desde el socialismo utópico al fascismo declarado en “La hora de la espada” de 1930, cuando la Argentina conoció su primera dictadura, con José Félix Uriburu.
Una paradoja de su destino intelectual fue que el único hijo que tuvo, Leopoldo “Polo” Lugones, se hizo tristemente célebre como introductor de la picana eléctrica para torturas mientras era Jefe de Policía de esa dictadura.
Tal vez decepcionado de sus opciones políticas o de su vida amorosa con una mujer mucho más joven (un escándalo de la época por el cual su hijo amenazó con internarlo en un psiquiátrico), Lugones se suicido tomando una mezcla de whisky y cianuro en el ahora célebre Hotel El Tropezón, en el Delta.
Este hado fatídico alcanzaría a “Polo”, quien se suicidó en 1971; a su nieta Susana “Piri” Lugones, desaparecida en 1978 por la última dictadura cívico-militar; y a su bisnieto Alejandro, quien se suicidó en El Tigre, siguiendo un camino ancestral.
Una familia trágica, podría decirse.