En 1991 enfrentó un pedido de condena de 300 años de prisión por narcotráfico, pero fue condenado sólo a tres a cambio de información. Enfermo de cáncer, publicó sus memorias.

De la Redacción

La vida de Jon Pernell Roberts es digna de una película de acción. Su destino pareció marcado desde el día en que nació, en el año 1948, en el seno de una familia de mafiosos italianos que vivían en el barrio neoyorquino del Bronx. Su padre, Nat Riccobono, y sus tíos llegaron a Nueva York desde Sicilia.

Cuando sólo tenía siete años vio a su padre asesinar a otro hombre. Y el delito comenzó a formar parte de su vida cotidiana.

Años después su padre fue deportado y su madre murió, y Joe tuvo un destino errante: estuvo en varias casas hasta que a los 16 años se a sus tíos en la mafia y comenzó a regentear una serie de clubes nocturnos que tenían en Nueva York, donde se codeó con figuras de la música desde Jimmy Hendrix a John Lennon. Hasta que tuvo que dejar la ciudad al quedar implicado en un asesinato.

Se enroló entonces en el servicio militar y prestó servicios durante cuatro años en Vietnam, en los cuales el asesinato se convirtió en una norma, según él mismo confesó luego. \”Cuando ves que a tu mejor amigo lo atacan por la espalda con un cuchillo una mujer de unos 30 años y ves a un niño de unos 10 años que le dispara a tu amigo, sus valores cambian un poco\”, asegura.

Regresó a Estados Unidos con una placa de metal en su cabeza debido a una explosión y se radicó en Miami, donde comenzó sus vinculaciones con el mundo narco.

\”Cuando llegué a Miami, yo no era contrabandista. Era como el resto de los \’dealers\’ de la calle tratando de ganarme la vida, y llegó un punto en el que tenía tanta demanda que esa gente ya no me podía suministrar\”, revela.

A través de su novia conoció al narcotraficante Mickey Munday, que le presentó a Rafael \”Rafa\” Salazar Cardona, del Cartel de Medellín, liderado por Pablo Escobar.

Fue entonces cuando comenzó a introducirse en el negocio del transporte de droga de Colombia a Miami y a tejer un entramado de relaciones políticas en busca de protección. Así, en la década del \’80 se convierte en uno de los principales donantes del Partido Republicano que ocupaban la Casa Blanca de la mano de Ronald Reagan, e incluso asistió a una cena ofrecida por el entonces vicepresidente George Bush padre. Además, colaboró por entonces con la CIA en la entrega de armas a las Contras nicaragüenses.

Según revela el mismo Roberts, a fines de 1976, movía mensualmente 50 kilos de cocaína por valor de 500.000 dólares. Y comienza a darse una gran vida: mansiones con varios sirvientes, un Porsche, caballos de carrera y amigos en altos cargos.

En 1986 el gobierno de Estados Unidos lo acusa de haber introducido en todos esos años unas 56 toneladas de cocaína procedente de Colombia, por un valor estimado de 2.300 millones de dólares. Cinco años después fue detenido y afrontó un pedido de condena durísimo: 300 años de cárcel.

Pero el fantasma de toda una vida tras las rejas de pronto se evapora: decide aportar información a la policía a cambio de que le reduzcan la condena a sólo tres años de prisión. Y al salir de la cárcel, busca garantizarse su futuro económico y vende los derechos para que se publique un libro y se filme una película sobre su vida.

El libro, que escribió con el periodista Evan Wright, autor del reconocido \”Generation Kill\”, se llama \”American Desperado\” y acaba de salir a la venta en Estados Unidos.

La película comenzaría a rodarse a mediados del año próximo, y su personaje lo interpretaría Mark Wahlberg, protagonista de \”The Fighter\”.

Pero Roberts, de 63 años, no podrá disfrutar de los réditos que se obtengan por sus ventas: un cáncer terminal lo tiene condenado a vivir sus últimos días en su casa al norte de Miami, rodeado por su esposa Noemi y su hijo de 11 años, Julian, fruto de una relación anterior. Hace tres meses decidió dejar la quimioterapia por los terribles efectos secundarios que le provocaba y ahora sólo se aplica inyecciones de vitamina que le extienden su vida un tiempo más.

Paradojas del destino, el ex narco confiesa: \”Es frustrante que sea esto lo que va a acabar conmigo. Sobreviví a tantas peleas, a tantas batallas, pero sé que no podré vencer esta\”.

Pero es optimista: \”No sabía si iba a llegar a ver publicado mi libro y lo he conseguido. Ahora espero aguantar hasta que salga la película\”.

Sobre sus años de \”negocios\” con el cartel liderado por Pablo Escobar, asegura que los colombianos \”no eran más asesinos que el resto\” sino que \”armaban más ruido\”, ya que \”mataban a alguien y lo dejaban muerto en la calle\”.

\”Los colombianos tenían una sobreproducción de droga y necesitaban ayuda para introducirla en Estados Unidos\”, recuerda ahora Roberts, y dijo que por eso él se encargó de aportar barcos, avionetas y pistas de aterrizaje clandestinas.

Y los multimillonarios ingresos que obtenía lo llevaron a ser uno de los hombres más ricos de Miami, considerada por entonces, la ciudad grande más violenta de Estados Unidos.

\”No me arrepiento de las cosas que hice. Era una vida de ensueño. Tenía mujeres, autos… Nadie podía decirme no hagas esto\”, recuerda con melancolía. Y tiene un solo deseo para el poco tiempo que le queda de vida: que su mujer y su hijo \”vivan lo mejor posible\”.

Y no duda cuando le preguntan sobre el futuro de Julian: \”He hablado con mi hijo y yo no sé si voy a vivir un mes, una semana, no sé lo que voy a vivir. Pero no quiero que él siga mi camino\”, asegura sin vacilaciones.