El hombre que se inventó una vida

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Este performista alemán, que vivió en 1921 y 1986, transitó por un siglo en el que el arte tomo muchos rumbos diferentes. El lo utilizó como un medio para expresar su pensamiento político.

Si duda Joseph Beuys se anticipó a su tiempo, y cuando el arte conceptual todavía ni siquiera tenía ese nombre, él se movió como pez en el agua en esto de ponerle el cuerpo a las obras de múltiples significados. En algunos casos con obras que hoy bien podrían ser las acciones con las que Greenpeace llama la atención sobre los peligros que corre la tierra. De hecho, en 1970 fue uno de los fundadores del Partido Verde alemán y se vinculó con el artista argentino Nicolás García Uriburu y ambos colorearon las aguas del Rhin en la ciudad de Düsseldorf (García Uriburu ya lo había hecho en los canales de Venecia en 1968). También ambos se presentaron en la Documenta Kassel VII plantando siete mil robles, tarea que finalizó cinco años después.

Beuys estiró el límite de la premisa de Marcel Duchamp sobre que cualquier objeto ubicado en un museo es una pieza de arte al expresar que “todo hombre es un artista”. Cuando la palabra “todo” precede a una frase puede anular su significado: si todos somos artistas, quizás ninguno lo sea.

Pero Beuys fue un hombre político que militó activamente con la idea de una democracia directa, una forma moderna (y centroeuropea) de anarquismo. Pero en su juventud se enlistó en las fuerzas armadas de la Alemania nazi. En marzo de 1943 fue enviado a luchar contra el Ejército ruso en Crimea y allí se prepara como radio operador. El avión en el que luchaba cae, el piloto muere y él queda mal herido. Es encontrado por una patrulla alemana y es llevado al hospital, en el que estuvo tres semanas, y mientras se recuperaba inventó una historia sobre su caída: que había sido encontrado por un grupo de tártaros que lo curó y lo cubrió de grasa y que lo envolvieron con telas de fieltro para que no muriera congelado. Nada de esto sucedió, sin embargo es la historia sobre la cual basó su obra. Y es por esto que justifica el uso que hizo de grasa y fieltro. Su traje hecho de esos materiales (que está en una de las salas de la muestra), es una de las obras más icónicas de Beuys y que es parte del simbolismo de su obra, basada en un hecho imaginativo y no real, como aparece en muchas de sus biografías. Como también fue producto de su mente una visita imaginaria a España, lugar en donde nunca estuvo.

También en la vida de Beuys hay otras contradicciones: por un lado siente que su paso por las aulas como profesor en una escuela de arte es su mejor obra, pero por el otro se cuestiona si se puede enseñar arte; la perfomance en la que, con la cabeza cubierta de polvo dorado, sostiene en sus brazos a una liebre muerta y en la que, desde el título elegido para esta acción, habla de la imposibilidad de que la liebre entienda sus explicaciones sobre el arte. De está acción hay una filmación que se puede ver en esta exposición. En otro video quedó registrada una acción que realizó en Nueva York. Allí, llegó en avión y desde el aeropuerto fue trasladado en ambulancia a la galería, en donde, dentro de una jaula, convivió con un coyote, él cubierto por un gran abrigo de filtro y un bastón (los dos elementos que se repiten en sus obras). La perfomance se tituló “I like America and America likes me”, aunque lo curioso es que literalmente no pisó el suelo americano.

Beuys atraviesa una depresión grave en 1955, causada precisamente por las dudas sobre su desempeño como artista, los problemas de dinero y las experiencias de la Segunda Guerra Mundial. Se interna para tratar su depresión en dos clínicas psiquiátricas en Essen y en Düsseldorf. A la salida de sus internaciones se recluye en una granja, donde revive su interés por el arte, la ciencia y la filosofía. La muestra que comentamos arranca desde este período algo oscuro en la vida de Beuys.

Desde 1964 su foco como artista se centra en la realización de conferencias y acciones políticas. En 1967 funda el Partido de los Estudiantes, tiempo después participa de la creación de la Organización para la Democracia Directa, donde expone sus principios a través de conferencias performáticas. En 1972 es expulsado de la Academia de Düsseldorf, donde daba clases, por los conflictos con las autoridades sobre sus ideas y sus métodos de enseñanza.

Para el público interesado en el arte conceptual puede tratarse de una visita interesante y para continuar la justificación de que cualquier cosa puede ser arte, aún para quienes lo realizan sin ninguna pericia en cualquiera de las disciplinas escudados en la palabra idea, que la mayoría de las veces está ausente. Para quienes están más cerca de lo académico, esta muestra los deja con las manos vacías, ni siquiera puede motivar preguntas sobre ningún tema en particular.

En la Fundación Proa estará abierta hasta junio, de martes a domingo, de11 a19 horas. Valor de la entrada: 20 pesos.

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