La región fue inmortalizada en la clásica novela del irlandés Bram Stoker y quedó inevitablemente vinculada con el terror por el vampiro más célebre de toda la historia. Un recorrido por sus míticos castillos.
La región rumana de Transilvania fue inmortalizada en la mítica novela del irlandés Bram Stoker y quedó inevitablemente vinculada con el misterio y la oscuridad por la huella de Drácula, el vampiro más célebre de toda la historia.
Entre los lugares que alberga esta misteriosa y bella zona es el Castillo Corvin, el más grande e imponente de toda Rumania, y convertido en un sitio terrorífico por excelencia.
Según la leyenda, en él conviven las almas en pena de los prisioneros turcos que fueron obligados por el príncipe Drácula a cavar sus propias tumbas. Y la tenebrosa figura de la Dama de Blanco es una de las más míticas. Se trata de una mujer que supuestamente estaba casada con un noble, que la sorprendió teniendo relaciones sexuales con un sirviente y la mató clavándole una estaca de hierro en la cabeza.
El Castillo de Corvin, que data del siglo XIV, fue entregado por el rey Segismundo a Voicu Corvin, pasando a ser la residencia de la familia. Tiene un aspecto imponente, con salas que albergan colecciones de armas antiguas y un Museo Etnográfico.
Transilvania está rodeada por los montes Cárpatos, un sistema montañoso de Europa oriental. En la tierra en la que los vampiros son héroes, la región central del país es en una de las más famosas debido a que alberga a la ciudad de Sighisoara, la principal fuente de inspiración en la novela de Stoker.
En esta urbe rodeada por 14 torres -que son parte de una fortaleza cimentada en 1260 y es considerada una de las construcciones medievales mejor conservadas del mundo- nació el mítico vampiro.
El primer lugar en el que todo turista suele detenerse es una casa amarilla marcada con una placa metálica que la registra como el sitio donde, en noviembre de 1431, nació Vlad Draƒculea, príncipe sanguinario de Valaquia, que encarnaría al legendario Conde Drácula.
El auténtico Drácula fue un personaje sediento de sangre, aunque metafóricamente hablando. Fue un gobernante firme y valiente pero despiadado con sus víctimas, a las que le gustaba hervir, decapitar, enterrar vivas y, sobre todo, empalar, por lo que se lo conoce como Vlad el Empalador.
Otro lugar para visitar por esas tierras es el castillo de Bran, en Brasov, a 89 kilómetros de Sighisoara. Este es el sitio que el escritor irlandés tomó como referencia para describir la morada del protagonista de su legendaria novela. El lugar fue construido en 1377 y según los lugareños, Vlad Draculea nunca lo visitó, de acuerdo con un artículo publicado por la revista “Travel+Leisure”.
El castillo, construido en 1382 por los sajones de Brasov para defender el paso de Bran de la amenaza turca, pudo haber servido de refugio para Vlad algunas noches de 1462, tras el ataque a la fortaleza de Poienari, en el valle de Arges.
El lugar tiene un magnetismo especial para los turistas, con sus torres de cuento de hadas alzándose desde lo alto de un risco entre montañas.
Fue residencia real veraniega hasta la abdicación del rey Miguel en 1947, y en 1957 se convirtió en museo.
En 2006, tras 60 años en manos del gobierno comunista, las llaves del castillo fueron devueltas a un pariente de los dueños originales, Dominic de Habsburgo, nieto de la reina María.
En 2007 salió a la venta, pero dos años más tarde se anunció que la familia había decidido no venderlo y garantizar así su futuro como museo.
Los años de Vlad Draculea en el poder, como príncipe de Transilvania primero y como rey de Valaquia después, se caracterizaron por la eficaz defensa de su territorio, que buscaban conquistar húngaros y turcos, aunque su particular sed de justicia lo llevó a cometer las peores masacres.
Los historiadores estiman que entre 1456 y 1462 hubo entre 40.000 y 100.000 muertos. Y también fue documentada la tala árboles para fabricar las lanzas de empalamiento.
Según la leyenda, no conforme con verlos sufrir, Vlad bebía luego la sangre fresca de algunas de sus víctimas.
A pesar de todo, Draculea es considerado un héroe nacional y por eso la novela “Drácula” estuvo prohibida en Rumania hasta 1992.