Editorial Peperina editó “El Mundo del Ex-Libris, una obra clave para expertos y neófitos que recorre una actividad cautivante y poco difundida.
“El ex libris es el vínculo más íntimo y artístico que une al libro con su propietario” (Walter Shukte)
El libro de Mauricio Schvarzman (“El Mundo del Ex-Libris”, Editorial Peperina) es una guía fundamental, una recopilación de datos e información para entender -y para muchos lectores, también descubrir- a los ex libris.
Schvarzman cita numerosas fuentes y se detiene en las tendencias, los estilos, la historia a través de los siglos, y en los ex.libristas: los poseedores y los artistas creadores de los grabados.
Presenta, desde las primeras páginas, una investigación sobre el devenir del ex-libris, en sus albores en Europa, y su desarrollo, para concluir con un detalle sobre los artistas que lo trabajan en Argentina, desde fines de siglo XX hasta hoy.
Hay precisiones sobre la temática y sobre quienes encargaron los grabados para sus libros, y del que se considera un antecesor del ex-libris, un faraón de Egipto de hace poco más de 3.000 años.
El ex libris surgió en el siglo XVI con una finalidad práctica y utilitaria definida: es un pequeño grabado que en un principio fue un escudo unido a un libro para indicar e identificar su pertenencia a una familia, a una biblioteca o a un individuo; encargado, también al principio, sólo por las clases privilegiadas como la nobleza y el clero.
El autor traza una primera etapa preclásica, tradicional o heráldica que nace con el libro impreso, en 1528. A partir del siglo XVIII los costos de los libros son más accesibles y entonces los ex libris dejan de ser exclusivos de las clases privilegiadas y comienzan a ser solicitados, por ejemplo, por médicos y abogados.
En ese siglo se establece una etapa pictórica: el escudo de armas estará rodeado de imágenes que quitarán el protagonismo exclusivo al blasón. Esas nuevas figuras conmemoran aniversarios, recuerdan a artistas o deportistas, a poetas, científicos, militares, figuras legendarias, costumbres y arquitectura.
Durante la Primera Guerra Mundial se dejan de imprimir los ex Libris ante una crisis de la demanda cultural, y luego de la Segunda Guerra renacen, pero con la formación de asociaciones de coleccionistas, en Europa y en Estados Unidos.
Las asociaciones, a su vez, conforman federaciones por países, e instituciones internacionales, y cada dos años se reúnen en Europa, América o Asia.
Hoy, dice Schvarzman , los cambios llevan a que el ex libris sea casi un documento intelectual de identidad para los comitentes que encomiendan a los artistas su realización.
Los primeros ex libris fueron creados y ejecutados por artesanos, y ya en el siglo XV los llamados maestros alemanes como Albert Durero, le dieron a esta pequeña hoja -apunta el autor- dignidad artística.
Schvarzman hace un notable trabajo de recopilación e investigación histórica del ex libris en Europa; la primera sociedad de ex libristas surgió en Londres en 1891, y que desde la Edad Media hasta ese año han existido no menos de 690 dibujantes y grabadores de ex libris.
El más antiguo antecedente es del año 1370 a.C: una tableta de loza fina en uno de los papiros del faraón egipcio Amenophis XX.
La Biblioteca Nacional de Francia tiene volúmenes con ornamentos, arabescos y mosaicos de oro que pertenecieron a reyes como Jorge de Bohemia, y capellanes como el de Schoenstatt.
Los exlibris son muy valorados durante el Renacimiento, siglos XV, XVI y XVII. Luego, en los dos siglos siguientes, decae la calidad artística porque son las imprentas las que hacen un trabajo tipográfico pero sin vuelo artístico. Y es a fines del siglo XIX que vuelven a cobrar importancia.
En Argentina. Dice el autor que la información disponible sobre el tema en Argentina es escasa y dispersa, aunque logra establecer entre los años 1650 y 1860 una primera etapa en los ex libris en lo que hoy es territorio argentino.
La Compañía de Jesús, en Córdoba, edita el primer ex libris en 1650 mientras que en Buenos Aires, en 1789, lo hace un fiscal de la Real Audiencia, José Márquez de la Plata.
Uno de los primeros ex libris del siglo XIX fue el encargado, en 1816, por el general José de San Martín.
Hacia finales de ese siglo el farmacéutico argentino Pedro Arata (1849 -1922) obtuvo su ex libris, editado por la compañía Sudamericana de Billetes en 1890, obra del italiano Alfonso Bosco; también lo hizo Estanislao Zeballos, político y abogado rosarino. Y el dibujante español Emilio Beltrán trabajó en un ex libris para la Biblioteca Nacional de La Plata
En el siglo XX encargaron los suyos los escritores Manuel Mujica Lainez, Victoria Ocampo, Roberto J Payró, Oliverio Girondo, Barón Biza, Ricardo Rojas y Eduardo Mallea. La artista Norah Borges, hermana de Jorge Luis, elaboró destacadas marcas de biblioteca. Y entidades como el Banco Central, el Jockey Club, el Círculo de Armas, el Colegio del Salvador y el diario La Nación, entre otras, obtuvieron los suyos.
Es a partir de 1990 cuando un reducido número de grabadores se proponen reinsertar el ex libris como obra de pequeño formato, que en la década de 1950 y hasta los años 80, había decaído en interés en los ámbitos culturales.
Aparecen ex libristas que participan en concursos y entre ellos destacan Adrián Giachetti, Osvaldo Jalikli, Rene Oreste Mundo, Ariel Kofman Sandra Laporta, Andrea Riccardi Marecelo Malagamba,Silvia Blasbarg, Juan Sebastian Canero, Marcela Pankok, Alejandro Iglesias (Mendoza), Veronica Meloni (Córdoba) y Celia Schulman (Entre Ríos).
Lo hacen en copias calcográficas, aguafuertes, figurativas o no, transparencias cromáticas, en paletas reducidas con varias planchas.
Hay que decir, como dato final, que el autor de este libro, Schvartzman, es un artista de ex libris multipremiado con 800 ex libris figurativos creados desde 1990 y 75 premios en salones de Europa.
JC