La serie de notas sobre las enfermedades contagiosas que conoció el país sigue con esta sobre la curiosa crónica de hace un siglo, donde es posible reconocer muchas de las vicencias actuales.
No voy a negar que tengo Whatsapp y en estos días es una de las formas de comunicación con los amigos, entre ellos el ingeniero Juan Carlos Ferreri, presidente de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, en cuyo link (https://www.ciencias.org.ar) pueden los lectores acceder a todos mis artículos sobre la epidemia y, además, a interesantes aportes de los académicos Marcelo Urbano Salerno, Luis A. Quesada Allué y Daniel H. Silva. Justamente Ferreri es uno de esos amigos con los que compartimos conversaciones o nos enviamos algo interesante, y fue quien me envió la ilustración de “Caras y Caretas” del 2 de noviembre de 1918 en ocasión de la famosa -y letal- “gripe española”.
Esto me invitó a buscar el ejemplar de ese día para que ilustrara un artículo. De entrada nomás, con la firma de “La Todanillera”, aparecen estos versos: “Oirá usted por donde paso / macaneos de esta clase: / — A mi suponer me aterra / que la “grippe” ¡ horror! / Durase lo que ha durado la guerra. * * * Aquí yacía un señor, / sincero conservador,/ que como tal le iba mal / y que, al pensarlo mejor, / resucitó radical”.
No olvidemos que en ese momento el presidente era Hipólito Yrigoyen, cuya política sanitaria describiera hace unos días Diego Barovero. A continuación la picardía les llega a los legisladores: “Cuando les atacan las enfermedades / a los diputados, / han de preguntarse, serios y alarmados: — ¿Para qué nos sirven las inmunidades?”.
No se salvaba tampoco el ministro de Hacienda “¿ Salaberry, por qué no guarda cama ? / Porque, al verle arma al brazo / si le encuentra la “grippe”, huye y exclama :— ¡Me va a dar un sablazo!”.
Al canciller Honorio Pueyrredon, hombre muy atildado, le decía “¿La raya está derecha? / No ocurrió novedad hasta la fecha. / La raya está torcida ? / Algo muy grave ocurrirá en seguida / (La raya pertenece al pantalón / del doctor Pueyrredon /. ¡Qué tremendas son esas singulares / rayas protocolares!)”.
Proseguía con un epitafio: “Aquí yace un rentista distinguido, / quien, aun cuando lo intenta, / no comprende ni nunca ha comprendido / el impuesto a la renta”. Y pasaba luego a un galeno: “El médico explicó sesudamente / que el alcanfor no sirve para nada /a la gente atacada / de la “peste benigna”. Nuevamente / a la casa volvió, y al poco rato / notó, con pasmo digno de Torello / (que llevaba ; hasta el gato! /una bolsita de alcanfor al cuello”.
Este Pablo Torello no es el que estuvo en el último gobierno sino un homónimo y era ministro de Obras Públicas de Yrigoyen.
Continúan los cuartetos: “A N. la “grippe” atacó, / y cuando se mejoró/ hizo un soneto risible /que nadie le publicó / ¡La “grippe” es cosa terrible! / Ha muerto anciana y / como siempre, fea / y, extraña a otros asuntos, / como hizo con los vivos, coquetea /con los fieles difuntos./ Pájaro alegre que los aires surcas/ en plena libertad :/ a nadie envidias dominando solo / la azul inmensidad. / En pájaro Salinas convertido / no sentiría esplín; / “Figúrese” lo que sería un pájaro / que supiese latín!. Este Salinas es José Santos, ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, riojano de una familia de docentes a quien se le atribuían algunos “bloopers” de la época.
Naturalmente, no faltaban los palos a don Hipólito el presidente: “— Con los primores de tu estilo absurdo / se enjoyan, Irigoyen, / el radical más frío y el más burdo. /— ¿Y qué vamos a hacerle? / : Que se enjoyen!”. Un matrimonio seguramente de campanillas celebrado en esos días mereció estos versos: “Apenas celebróse el matrimonio / les agarró una “grippe” del demonio. / Y el esposo decía: / — Si un soltero “engripado” se divierte / y se halla satisfecho de su suerte, / mucho más agradable todavía, / es la “grippe” de dos en compañía”. En la boca de un marido obligado a la cuarentena ponía: “Don Ramón “engrippado” / vivía el infeliz malhumorado. / Hoy, hace un buen papel, / pues está don Ramón / en’ la luna de miel / de la “desgrippacíón”. / Tanto le hace padecer / su mujer con sus zonceras, / que el marido gritó ayer— / Esto no es una mujer; / sino un kaiser con polleras”.
A esos aspirantes a cargos públicos les colocaba este epitafio: “Quien aquí goza del descanso eterno / no sirvió para nada ¡qué dolor! / No fue ni opositor ni del gobierno. /No fue ni concejal ni interventor”.
Los ediles de la ciudad daban también tema para la Tonadillera: “Entre casi concejales: / — Esto de quicio me saca. / — ; Hay epidemias fatales! /— ; Qué cosa ¡La “grippe” ataca! / también a los radicales”.
En ese mismo número no faltaron avisos como el de Lysoform, que recomendaba veinte gotas en un litro de agua,“la proporción necesaria para desinfectar toda la casa”, en venta en la farmacia más cerca de su domicilio y también en Asunción y Montevideo.
Para comodidad la mueblería de A. De Micheli y Cia., en avenida de Mayo 1001, ofrecía una mesa para la cama de los enfermos en 35 pesos pero con la salvedad de que también podía comprarse “en 10 cuotas y sin interés”. Con una pistola apuntando sobre un fondo negro se promocionaba el Alquitrán Guyot, que “tomado en todas las comidas, en dosis de una cucharadita de café por vaso de agua, basta, en efecto, para hacer desaparecer en poco tiempo el resfrío más persistente y la bronquitis más inveterada”. Se conseguía, también, en muchos casos, “detener y curar una tisis bien declarada, pues el alquitrán impide la descomposición de los tubérculos del pulmón, destruyendo los malos microbios, causantes de esta descomposición”.
La afamada droguería La Franco Inglesa, de Badaracco y Bardin, ubicada en su tradicional esquina de Sarmiento casi Florida, ante la cantidad de pedidos anunciaba: “En estos últimos quince días, el número excesivo de enfermos de Influenza nos ha traído una enorme demanda de medicamentos por nuestros clientes de la Capital y del Interior. HEMOS hecho los mayores esfuerzos para atender todos los pedidos; pero la enfermedad de un número crecido de nuestros empleados, y el enorme recargo de trabajo habido, no nos ha permitido atenderlos con la solicitud que acostumbramos. HEMOS hecho lo humanamente posible para cumplir con cada uno, nuestros deberes profesionales, con toda escrupulosidad y honradez, como es norma de nuestra conducta, por las causas indicadas, algunos de nuestros clientes no han sido atendidos como acostumbramos, pedímosle disculpas; hemos puesto toda nuestra buena voluntad en hacerlo”.
No faltaba tampoco una página destinada a informar al público sobre la enfermedad: “La grippe es una enfermedad microbiana, contagiosa, epidémica y caracterizada por la localización del agente patógeno en las vías respiratorias y gástricas y su repercusión sobre el sistema nervioso”.
“El agente microbiano, hoy reconocido como específico, fue aislado por Pfeiffer, en 1892, en las secreciones de los atacados: es un microbio en forma de bastoncito fino y corto, y forma en gelosa u otro medio nutritivo, colonias finas y brillantes. Su virulencia es acrecentada cuando se asocia a los comunes estafilococcus y estreptococcus, que a su vez, son los más activos agentes de las complicaciones así como cuando se asocia al neumococo, produciendo la terrible neumonía gripal”.
La gripe, advertía, “es altamente contagiosa y su difusión se hace por contagio directo de persona a persona o por intermedio de objetos que han estado en contacto con los enfermos; las secreciones de los bronquios contienen por millares los bacilos de Pfeiffer y al toser los enfermos, los bacilos se mezclan con el aire y llevan la infección a todas partes”. Acotaba que era una enfermedad “epidémica y como ha sucedido entre nosotros, ataca a miles de personas simultáneamente, lo que confirma la teoría de que el contagio se transporta por el aire”. Un primer ataque “no confiere sino una inmunidad muy pasajera y se puede contraer varias veces la enfermedad en una misma epidemia”, confirmaba.
“El agente infeccioso ‘de la grippe’ penetra por las vías respiratorias y, por tanto, casi siempre comienza con inflamaciones de la mucosa nasal, faríngea o bronquial y después pasa a la sangre, determinando una intoxicación por sus toxinas, que afecta el sistema nervioso, y de aquí el malestar general y decaimiento, qué obliga al enfermo a acostarse. Síntomas: Como casi todas las enfermedades infecciosas, tiene tres períodos: incubación, que alcanza a 24 horas después del contagio o menos, en seguida lagrimeo y dolor de cabeza, fiebre de38 a 40 grados, según la intensidad del ataque, con pulso de 100 por minuto, ligeros escalofríos, resfrío, dolor de garganta y casi inmediatamente dolor en todo el cuerpo, gran cansancio y una penosa sensación de constricción en la cabeza, que se agrava con la tos o con cualquier movimiento. Sobreviene pérdida del apetito y esta falta de apetito se prolonga en la convalecencia y suele durar una y dos semanas, cualquiera quesea la forma de grippe o pulmonar, que se llama así cuando predominan los fenómenos respiratorios, o nerviosa o gastrointestinal”.
En cuanto se sentían los primeros síntomas, “el mejor tratamiento es el siguiente: 1º. Un laxante de magnesia, o aquel que se tenga hábito de emplear. 2º. Tomar cada cuatro horas un sello de los siguientes: Sulfato quinina 0.25 cent. Antipirina 0.15 cent, para un sello e iguales V. 3º. Hacer gargarismos calientes y alcalinos, para lo cual se disuelve una cucharada de bicarbonato de soda en un litro de agua filtrada. Si el dolor de cabeza fuera muy persistente y continuo, puede aplicarse paños fríos o hielo en la cabeza. La pieza del enfermo debe estar bien aireada, pero evitando las corrientes de aire directas. También puede emplearse esta otra forma de sellos: Bromidrato quinina. . . o.30 cent. Aspirina o. 10 para un sello e iguales V. Para a tomar uno cada seis horas. Para combatir la tos, que es pertinaz y molesta, puede usarse esta poción expectorante y calmante: Agua destilada de pino marítimo 100 grs. Benzoato soda 2 grs., Agua laurel cerezo 5 grs., Jarabe de codeína 25 grs. Para tomar una cucharada de postre cada tres horas”.
No obstante, aclaraba, que las dosis prescriptas en sellos y bebidas eran para adultos. “Si se trata de niños entre 4 y 12 años las dosis se reducen a la cuarta parte”. Los médicos de Brasil “han puesto en práctica, con resultados excelentes, el tratamiento que sigue, que se aplica a cualquier forma de grippe: Esencia de canela… 10 gramos Alcohol a 90° 200 grs. Se debe tomar de esta mezcla: Una cucharadita de café, en media copa de agua azucarada, cada dos horas, hasta la desaparición de la fiebre. Después, dar una cucharadita tres veces al día y durante algunos días en la convalecencia. Para los niños, la cuarta parte de la dosis. Si la fiebre está arriba de 38 grados, debe hacerse alimentación líquida: té o café con leche, sopa ligera, de tapioca, o sémola, chuño con leche o purés livianos. Si los dolores se localizaran en una articulación o en una región del cuerpo, tomar 0.50 centigramos de aspirina cuatro veces al día”.
Durante la epidemia, añadía, “las personas ancianas y los débiles en quienes es más grave la enfermedad, deben evitar las aglomeraciones, donde es más fácil contagiarse. Deben evitarse todos los abusos de bebida y comida, así como los enfriamientos que predisponen a la enfermedad. Debe también recordarse que el miedo es lo que más deprime el sistema nervioso y es una buena medida ejercitar la voluntad para no dejarse dominar por un temor que nada justifica, ya que la influenza es bien conocida y se combate con éxito”.
Muchas caricaturas, versos, publicidades y noticias podríamos seguir contando, pero como van las cosas no va a faltar oportunidad de volver sobre el tema.
* Historiador. Académico de número y vicepresidente de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación