Los cimientos del estadio Monumental todavía tiemblan y no por las obras para agrandar su capacidad con tribunas hasta el ras del suelo más cercanas al campo de juego. El culpable es Marcelo Gallardo, quien ayer detonó una inesperada bomba al anunciar que cuando se termine su contrato, el 31 de diciembre, no lo renovará y dejará de ser el director técnico del equipo de Primera luego de los ocho años y medio más exitosos de la rica historia “millonaria”.
El “Muñeco” deja 14 títulos en las vitrinas, entre ellos dos Copas Libertadores y una ganada en la histórica final de Madrid ante Boca Juniors. Deja cinco eliminaciones consecutivas en duelos mano a mano con el rival de toda la vida. Y además deja una forma de trabajar, un estilo de juego, seriedad y nada de escándalos mediáticos que envuelvan al plantel.
Para los hinchas más jóvenes, Gallardo es el ídolo más grande del club. Los más estudiosos de la historia y los que más memoria tienen lo sentarán en la misma mesa que Norberto “Beto” Alonso, Amadeo Carrizo o Ángel Labruna.
Reemplazar a una figura de semejante talla será un desafía sumamente difícil, tanto para quien se anime a calzarse el traje de técnico como para la dirigencia actual, que tal vez se enfrente a una oportunidad única: convertir a Gallardo en el Johan Cruyff de este lado del océano Atlántico.
El genio holandés, además de ser el mejor futbolista europeo de la historia, como entrenador cambió para siempre la historia del Barcelona de España. Sobre las bases que sentó “el tulipán de oro” en Cataluña, el equipo “blaugrana” se convirtió en un gigante del fútbol mundial. No solamente por la carrada de vueltas olímpicas conseguidas, sino por el estilo que el Barcelona -con mejor o peor interpretación por parte de los futbolistas- despliega en cualquier cancha del mundo desde 1988 en adelante.
Cruyff impuso el estilo de juego que había llevado adelante la “Naranja Mecánica” de Holanda que el capitaneó en la década del ’70. Las Inferiores del Barcelona enseñan a jugar de esa manera. Los refuerzos deben adaptarse a esa manera de entender el fútbol. Y el DT de turno, respetar esa identidad.
Para extrañar lo menos posible a Marcelo Gallardo, River tiene el desafío de mantener el estilo y las ideas de Gallardo más allá del apellido de quien se siente en el banco de suplentes. O de los nombres de los 11 que salen al verde césped.
El “Millonario” tiene en su ADN el fútbol ofensivo, pases y gambetas, estética y resultados de la mano. Pero en su historia pasaron entrenadores “líricos” como César Luis Menotti o Ángel Cappa, que no ganaron nada. Hubo “ofensivos” como Labruna y Ramón Díaz, que ganaron casi todo. También “contragolpeadores” como el “Bambino” Veira, único campeón del mundo del club, “defensivos” como “Mostaza” Merlo o Timoteo Griguol, “pragmáticos” como Daniel Passarella… El cimbronazo de la salida de Gallardo es la posibilidad para poner al “Muñeco” como ejemplo de manera de trabajo. Como lo es Cruyff en Barcelona. Sería algo raro en un fútbl argentino que exige resultados inmediatos. Pero también fue inusual tener durante ocho años y medio consecutivos al mismo entrenador dando órdenes… y vueltas olímpicas.