Recuerdo, a mediados de los \’90, una reunión del coloquio de IDEA que se desarrolló en el Hotel Llao Llao, publicitado ejemplo en aquella época de lo que podía hacerse con el plan de canje de deuda ya que había quedado en manos del brazo inversor del Citibank, lo que \”demostraba\” que la Argentina había \”regresado\” al mundo.
En fin, en la cena inaugural un importante empresario sentado a mi lado me dijo algo que quedaría grabado en mi memoria: \”Vea, si el gobierno es populista, de derecha o comunista, a nosotros nos importa poco, lo importante es que podamos hacer negocios\”.
La mezcla de cinismo e ingenuidad que encierra esta frase resulta paradigmática. No se puede criticar que un hombre de negocios quiera hacer eso, negocios; la cuestión, siempre, es cómo. O, si se quiere, la cuestión es si no importa el cómo.
La edición 47º del Coloquio que acaba de cerrarse hoy, tres lustros más tarde que la del Llao Llao, exhibe la decadencia de la dirigencia empresaria argentina, que busca adaptarse a las condiciones existentes sin conocerlas en profundidad, sin preguntarse con mucha seriedad cuál debería ser su rol, y extiende su horizonte a lo sumo a doce meses bajo la acusación de que la imprevisibilidad de la economía en la Argentina, sumadas al contexto internacional, condiciona cualquier tipo de proyección.
En realidad, estos \”análisis\” revelan una pasmosa vagancia intelectual, característica que puede extenderse a la dirigencia argentina en general y que modela en buena medida el escenario económico del país con casi ningún grupo empresario nacional importante, internacionalizado, y un Gobierno que maneja los principales resortes de la economía sin una contraparte democrática, seria y progresista en el mejor sentido de la palabra. La Administración Kirchner ha hecho y deshecho en los últimos años y la dirigencia patronal no ha sabido darse una conducción que estuviera a la altura de las circunstancias de cambio que supusieron la aparición del kirchnerismo y las crisis globales internacionales.
El empresario brasileño Marcelo Odebrecht fue, para sus colegas argentinos, una de las \”estrellas\” de este Coloquio. Contó un cuento hadas de cómo su grupo se desarrolló y se expandió regional e internacionalmente en un entorno hostil y degradado. Se trataría, según uno de los herederos de ese emporio de la construcción, de un \”caso\” digno de imitar, suponemos que por los grupos argentinos (si los hubiera). El elogio, la consideración de \”star\” de los negocios de Odebrecht, dice mucho de los empresarios locales.
Se trata del cóctel de cinismo e ingenuidad del que hablaba al comienzo. Algunos de los hombres de negocios que se sonreían cuando escuchaban al empresario brasileño, conocen perfectamente la manera en que Odebrecht viene \”atado\” en la Argentina a otros empredimientos industriales, como es el caso de la minera Vale. La construcción de muchas de las obras que ese emprendimiento requiere fueron adjudicadas por la compañía del país vecino, sin licitación, a Odebrecht. Difícilmente pueda considerarse esto como un \”modelo de negocios\” aplicable en otros rubros. O sí, si se tiene al Banco Nacional de Desarrollo (Bandes) de Brasil detrás, a su cancillería, y se explota el peso económico y político de la octava potencia industrial de Occidente en detrimento de los empresarios locales hasta el punto de convertirlo casi en un caso de extorsión: vamos a invertir 4.500 millones de dólares y vamos a financiar a Odrebrecht, pero ellos tienen que quedarse con toda la obra civil.
Como en todo, aquí se abren dos facetas del análisis: la primera es local. ¿Qué puede hacer el Gobierno nacional en un caso así? Si no se acepta esa condición, Vale no invierte, dirá algún alto funcionario del ministerio de Planificación. Es improbable: el potasio que esa minera quiere extraer, cuyo yacimiento está ubicado al sur de Mendoza, es un fertilizante indispensable para sostener el desarrollo agropecuario de Brasil; y es el más cercano, con lo cual los gastos de flete son mucho menores que los que implicarían otras opciones extrazona.
Podrás decirse que en el marco de la asociación estratégica entre Argentina y Brasil, el negocio de Vale y Odebrecht debe tener alguna compensación en otro rubro. Realmente no se sabe porque el Gobierno nacional no lo ha explicitado. En rigor, no parece que exista ese \”tablero de control\” de los negocios bilaterales y tampoco existe un debate sobre el modo de reracionamiento que debemos darnos con Brasil, aunque nadie duda de que no debería tener una matriz confrontativa porque casi lo mejor que puede pasarnos económicamente como país es que a nuestro gigante vecino le vaya bien. Pero esto no significa que el reracionamiento deba ser entre un íncubo y un súcubo.
La Argentina padece muchas taras pero no es cierto que una de ellas sea, ahora, que los empresarios locales se ven avasallados por sus colegas brasileños. No es una cuestión de autoestima ni nada que se le parezca. Se trata de una postura de extrema comodidad que ya es histórica. Y que nos ha llevado hasta acá, con un Brasil que se ha desarrollado más y mejor que la Argentina en las últimas dos décadas.
Esa posición de comodidad se aplica al mercado interno. Los empresarios que admiran a Odebrecht a sabiendas de cómo hacen negocios, lo envidian, quieren y tratan de hacer negocios de esa manera, sin competidores y tomados de la teta de la Administración nacional. De ningún modo estamos en contra del rol de impulsor del Estado de aquellos sectores de la economía que pudieran ser considerados estratégicos. Sucede que la nueva matriz productiva no ha tenido una amplia discusión porque la oposición no está preparada y porque los empresarios no están para eso, no tienen referentes lúcidos ni interesados en dar un debate.
Como ha quedado claro una vez más en este Coloquio de IDEA, los empresarios se cuecen en su propio caldo, se escuchan entre ellos o, a lo sumo, escuchan a la oposición sin profundizar demasiado. Y, en general, siguen convocando a los mismos economistas, a los mismos comunicadores, a los mismos analistas que han venido cantándoles la canción que ellos quieren escuchar, cuyas primeras estrofas dicen que en la Argentina el Estado lo es todo, nos ahoga con impuestos, no nos deja libres para hacer lo que querramos y nos cambia las reglas de juego permanentemente.
Todo o parte de esto hasta puede ser cierto, pero no explica la posición relativa de las empresas argentinas frente a las brasileñas y las mexicanas, las que –salvando las diferencias entre unas y otras– enfrentan unas condiciones que no son tan distintas a las que imperan aquí. Basta ver los ránkings que se publican anualmente.
Claro que para armar un grupo empresario hace falta tener en claro el rol social que cualquier empresa debe cumplir, en tanto agente económico básico de intercambio comercial. Junto con el crecimiento de la facturación y los dividendos, se debe tener el cuenta el contexto social y el desarrollo armónico de los factores económicos estatales y privados. A esto, hace unos años, se lo llamaba \”capitalismo social\”, pero ahora las palabras definen muy poco.
*Director de gacetamercantil.com
Twitter: @villalongaj