La injusta historia del “indio” Jim Thorpe

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El nativo de Oklahoma, que recuperó sus medallas a treinta años de su muerte, es reconocido como el tercer mejor atleta de todos los tiempos.

Por Pablo de Jesús

LOS ÁNGELES (AFP).- Dicen que en su lecho de muerte Jim Thorpe sólo repetía: “Mis medallas, devuélvanme mis medallas”. Después, perdió la conciencia, y murió el 28 de marzo de 1953.

A 62 años de su muerte, el indígena Thorpe tiene sus medallas, pero su familia perdió la batalla por regresar sus restos al lugar donde nació.

La Corte Suprema de Estados Unidos rechazó esta semana una apelación para mover los restos del legendario atleta olímpico Jim Thorpe desde Pennsylvania a la tierra nativa americana en su estado natal de Oklahoma.

Los hijos supervivientes de Thorpe, Bill y Richard Thorpe, querían trasladar los restos de su padre a las tierras tribales de la Nación Sac y Fox en Oklahoma, en concordancia a una ley de 1990 destinada a rectificar el saqueo de los cementerios nativos.

Jacobus Franciscus “Jim” Thorpe, bautizado en lengua indígena Wa-Tho-Huk, que significa “Sendero Brillante”, nació el 28 de mayo de 1888 en el llamado “territorio indio” de Oklahoma.

Sus padres eran de ascendencia mestiza. Por línea paterna, era descendiente de europeos, y por la materna, de los pobladores autóctonos del territorio americano.

Es considerado uno de los atletas más versátiles en el deporte moderno: ganó medallas de oro olímpicas en las pruebas de pentatlón y decatlón. Practicó además con éxito fútbol americano, béisbol, hockey sobre hielo, boxeo, tenis y arquería.

El atletismo lo practicaba sólo ocasionalmente, aunque fue éste el deporte que le abrió las puertas del Olimpo al vencer a todos sus rivales en las clasificatorias estadounidenses.

Ya en los Juegos de Estocolmo-1912 obtuvo un puntaje en el decatlón de 8.413 puntos, marca que no sería superada en casi dos décadas.

A su regreso de los Juegos Olímpicos, fue homenajeado con un paseo triunfal por la calles de Broadway, en Nueva York.

Pero su habilidad en el béisbol llamó la atención de la prensa deportiva estadounidense, que hurgando en su carrera descubrió que el joven Thorpe había jugado béisbol de forma profesional.

En los albores del olimpismo, existían estrictas reglas que impedían a los atletas profesionales participar en los Juegos Olímpicos.

Como una bola de nieve, las acusaciones fueron creciendo, pese a que el propio Jim reconoció haber jugado béisbol profesional en 1909 y 1910 en la liga de Carolina del Norte, con un pago de dos dólares por partido.

Muchos jugadores amateurs y universitarios también lo hacían, pero usaban nombres falsos.

Jim tuvo la honradez de jugar con su propio nombre, porque por su mente ni pasaban entonces los Juegos Olímpicos.

Un año después de su triunfo en Estocolmo, la Unión Atlética Amateur de Estados Unidos (UAA) le privó del estatus de amateur y el Comité Olímpico Internacional (COI) le retiró sus medallas y lo declaró profesional.

La AAU y el COI crucificaron a Thorpe violando el reglamento olímpico de que “las protestas debían ser hechas dentro de un margen de treinta días a partir de la ceremonia de clausura de los Juegos”.

Detrás de esto, estuvo el racismo solapado de la época, pues no fue hasta 1924 en que se le reconoció la doble ciudadanía a los indígenas estadounidenses.

Existen evidencias de que los censores norteamericanos de la AAU sabían que Thorpe había jugado por dinero no sólo béisbol, sino football americano y baloncesto, pero ocultaron este hecho para poder llevarlo a los Juegos Olímpicos.

En 1983, treinta años después de su muerte, el Comité Olímpico Internacional, bajo presión de su presidente Juan Antonio Samaranch, le devolvió sus títulos olímpicos a Thorpe.

La prensa estadounidense le reconoció como el tercer mejor atleta en la lista de los más grandes de todos los tiempos, detrás de Babe Ruth y Michael Jordan.

Lo que le fue negado en vida lo recibió en la muerte, incluso el Monumento que le negó su propia nación indígena.

Pocos meses después de la muerte de Thorpe, su tercera esposa, Patricia Askew, vendió los restos del gran atleta a un pequeño pueblo de Pennsylvania llamado Mauch Chunk, que buscaba una manera de atraer negocios.

El poblado erigió un monumento y en 1953 cambió el nombre a Jim Thorpe City.

Hoy, la ciudad de apenas 5.000 habitantes, vive del turismo que genera ser el lugar donde descansan los restos del indio Thorpe, quien nunca pisó una calle de ese pueblo.

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