Alexievich, cronista de la cruda realidad del imperio soviético

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Retrata el imperio soviético de Chernóbil a Afganistán en unos libros ausentes en las librerías de su país.

MINSK, Bielorrusia -. La Nobel de Literatura bielorrusa Svetlana Alexievich retrata el imperio soviético de Chernóbil a Afganistán en unos libros ausentes en las librerías de su país, que no le perdona su visión del “homo sovieticus” incapaz de ser libre.

La obra de esta experiodista de 67 años es rica en testimonios recabados con paciencia a lo largo del tiempo, y está traducida a varios idiomas, aunque poco al español.

“El fin del hombre rojo o la era del desencanto”, un retrato sin concesiones aunque compasivo del “homo sovieticus” más de 20 años después de la implosión del imperio, recibió en 2013 el premio Medicis al ensayo en Francia.

“Conozco bien a aquel ‘hombre rojo’: soy yo, la gente que me rodea, mis padres”, explicó en una ocasión. “No ha desaparecido. Y el adiós será muy largo”, abundó en otra.

Por eso siente “respeto” por los ucranianos que con sus protestas expulsaron del poder al expresidente prorruso Viktor Yanukovich en 2014.

“Hoy el modelo para todos es Ucrania. Su deseo de romper por completo con el pasado es digno de respeto”, opinó la Nobel sobre ese país desgarrado por el conflicto entre separatistas prorrusos y las fuerzas ucranianas.

“Pienso que el imperio aún no ha desaparecido. Y personalmente -dijo- tengo la inquietante impresión de que no desaparecerá sin derramamiento de sangre”.

Nacida el 31 de mayo de 1948 en el oeste de Ucrania en una familia de maestros rurales, diplomada de la facultad de periodismo de la Universidad de Minsk, Svetlana Alexievich trabajó en los años 1970 en la rúbrica de cartas al director de “Selskaya gazeta”, el diario de los koljós soviéticos.

Fue por aquel entonces cuando comenzó a registrar en su grabadora los relatos de mujeres que combatieron durante la Segunda Guerra Mundial. Inspiraron su primera novela: “La guerra no tiene cara de mujer”.

“Todo lo que sabíamos de la guerra fue contado por los hombres (…) ¿Por qué las mujeres que han soportado este mundo absolutamente masculino no defendieron su historia, sus palabras y sus sentimientos?”, se interrogó.

Censura. La acusaron de “romper la imagen heroica de la mujer soviética” y su libro tuvo que esperar a la Perestroika para ser publicado en 1985. Con él alcanzó la fama en toda la Unión Soviética y el extranjero.

Desde entonces, recurrió siempre al mismo método para sus novelas documentales, entrevistando durante años a gente con experiencias dramáticas: soldados soviéticos de regreso de la guerra en Afganistán (“Los ataúdes de zinc”) o suicidas (“Embrujados por la muerte”).

“Vivimos entre verdugos y víctimas, los verdugos son difíciles de encontrar. Las víctimas son nuestra sociedad, y son muy numerosas”, declaró Alexievich a la AFP sobre los protagonistas de sus libros.

Tras la catástrofe nuclear de Chernóbil en 1986, la escritora trabajó durante más de 10 años en “Voces de Chernóbil” (1997), uno de los dos libros traducidos al español con “La Plegaria de Chernóbil”. Incluye testimonios de miles de hombres enviados a trabajar a la central y de otras víctimas de la tragedia.

La Bielorrusia de Alexander Lukachenko, uno de los países más afectados por las consecuencias de Chernóbil, donde el tema sigue siendo tabú, ha prohibido su libro.

Según la Nobel, su obra “no gusta” al presidente en el poder desde hace más de 20 años.

“Vivimos bajo una dictadura, hay opositores en la cárcel, la sociedad tiene miedo y al mismo tiempo es una vulgar sociedad de consumo, la gente no se interesa por la política. Es una época difícil”, resumió la escritora en la entrevista que concedió a la AFP en 2013.

Los intelectuales bielorrusos tampoco aprecian demasiado las opiniones de esta mujer que por un lado reivindica la “cultura rusa” de la que ellos buscan distinguirse y por otro vive la mayor parte del tiempo en Europa occidental, por la que ellos sienten una mezcla de atracción y repulsión.

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