Alemania y Japón, de las ruinas de la Segunda Guerra al “milagro” económico

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La historia de los destinos paralelos de dos potencias económicas mundiales, 70 años después de su rendición.

Por Anne Beade con Damien Stroka en Berlín

TOKIO (AFP).- “Milagro” es el calificativo que mejor define la espectacular transformación de los dos grandes derrotados de la Segunda Guerra Mundial: Alemania y Japón. Esta es la historia de los destinos paralelos de dos potencias económicas mundiales, 70 años después de su rendición.

1945, año cero: los dos países están arruinados, devastados por un conflicto de una violencia sin precedentes.

En Japón, una cuarta parte de la riqueza nacional (Producto Nacional Bruto) de antes de la guerra se evaporó. Sin embargo, el archipiélago logró erigirse en apenas 25 años al rango de segunda economía mundial, con un crecimiento promedio del 9% anual entre 1955 y 1973.

Al “Odorokubeki Nihon” (Sorprendente Japón), según el titular de un artículo de 1962, respondió el “Wirtschaftswunder” (Milagro Económico) de Alemania que, todavía más rápido, se colocó detrás de Estados Unidos desde finales de los años 1950.

En la inmediata posguerra, los Aliados atajaron las capacidades industriales alemanas, concentradas en la cuenca del Ruhr (oeste), mediante, por ejemplo, el desmembramiento de la empresa IG Farben, que fabricó el gas Zyklon B utilizado en los campos de exterminio nazis. En Japón, a través del general Douglas MacArthur, el ocupante estadounidense también desmanteló grandes conglomerados (“zaibatsu”).

Guerra Fría. Pero esta política pronto se flexibilizó en el contexto de la Guerra Fría, cuando se dio prioridad al fortalecimiento económico para contrarrestar la “amenaza comunista”.

En 1948, estadounidenses, británicos y franceses introdujeron el marco alemán en las tres zonas alemanas bajo su control, y empezaron a luchar contra la inflación. Lo mismo ocurrió en Japón, bajo la batuta del banquero Joseph Dodge, se volvió más estricto.

La ayuda financiera masiva de los ocupantes tuvo un papel decisivo bajo la forma del plan Marshall en Europa, un gigantesco programa de 13.000 millones de dólares, mayoritariamente donaciones.

La muy joven República Federal de Alemania (RFA, antigua Alemania occidental, fundada en 1949, recibió unos 1.500 millones de dólares. La República Democrática de Alemania (RDA), satélite de la Unión Soviética fundada el mismo año, no se benefició porque Stalin rechazó la ayuda estadounidense.

Esta masa “considerable de dinero desencadenó la reconstrucción económica” de la RFA, aunque no fue más que un “factor entre otros”, explica a la AFP Arnd Bauerkämper, profesor de Historia en la Universidad Libre de Berlín.

El profesor cita la potencia industrial del país (automóvil, química, electrónica) y la “cantera de mano de obra” que constituyen los 13 millones de alemanes expulsados después de la guerra de los territorios de Europa Oriental. La condonación del 60% de la deuda alemana en 1953 en Londres también contribuyó a sacar el país del marasmo.

Durante los “Treinta Gloriosos” (1946-1975), el modelo de economía social de mercado impulsado por el canciller conservador Konrad Adenauer y su ministro de Economía y sucesor Ludwig Erhard dio a la RFA un periodo casi ininterrumpido de abundancia y de prosperidad (el crecimiento rondaba el 7% anual, el desempleo cayó del 11% en 1950 al 0,7% en 1965) hasta la crisis petrolera de 1973.

Triunfante. El repunte japonés es casi igual de prodigioso, pero “contrariamente a Alemania, dividida entre cuatro aliados, Japón construyó su recuperación bajo la tutela única de Estados Unidos”, que “asume la responsabilidad de su seguridad”, relata Tag Murphy en una obra reciente titulado “Japan and the Shackles of the past” (Oxford University Press).

El país se recuperó a pulso, aunque la guerra de Corea entre 1950 y 1953 dio un impulso beneficioso a las empresas niponas con una sobreabundancia de pedidos estadounidenses.

En 1956, cuatro años después de la salida de Estados Unidos de su territorio, el gobierno japonés publicó un libro blanco sobre la economía en el que animaba a la población a movilizarse, acabar con los lamentos y ponerse a trabajar.

El visionario ministerio de Comercio e Industria (Miti) convenció a los bancos y las empresas, “instituciones parecidas a una familia, tribu o fundación religiosa”, muy solidarias. Es cierto en relación a los exconglomerados (Mitsubishi Heavy, Sumitomo…), algunas empresas más pequeñas creadas antes de la guerra como Toyota o Matsushita (hoy Panasonic) o nuevas firmas movidas por capitanes de industria (Sony, Honda).

“Los empresarios deseaban invertir e innovar, estaban dispuestos a asumir riesgos con la sensación de que, por fin, había llegado su hora después de esos largos años de guerra”, subraya Ivan Tselichtchev, profesor de Economía en la Universidad de Gestión de Niigata (noroeste).

Y destaca un contexto propicio (la preparación de los Juegos Olímpicos de Tokio-1964) y “un capital humano sumamente favorable” formado por trabajadores motivados, disciplinados y deseosos de ‘servir’ a su compañía”. Todo ello “amplificado por un sistema único de empleo vitalicio, de ascenso por antigüedad y de sindicatos cooperativos”.

Este modelo, que hoy muestra sus límites, propició la riqueza de un Japón triunfante antes de que el estallido de las burbujas bursátiles e inmobiliarias de principios de los años 1990 frenaran su impulso.

Desde entonces, la ahora tercera potencia económica del planeta (detrás de Estados Unidos y China) busca recuperar su brillo de antaño, mientras que Alemania puede jactarse de ser la locomotora de Europa.

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