Las elecciones primarias de este domingo dejan algunas pocas certezas. La primera es que, escrutado el 95 por ciento de los votos, la fórmula Daniel Scioli-Carlos Zannini se encuentra a décimas de conseguir el 39 por ciento de los votos, contra todos los binomios unidos de la alianza Cambiemos (Macri-Michetti, Sanz-Llach y Carrió-Florez), que apenas superan el 30 por ciento.
Esta realidad es la que explica la rápida reacción de Massa y Macri, en ese orden, quien siempre tuvieron en la mira un posible acuerdo en esta etapa. Aunque Macri diga que sería para el ballottage, es toda una señal.
Pero más allá de cualquier elucubración, tras una PASO con un 74 por ciento de participación, lo que comienza hoy es una batalla política por conservar y aumentar los caudales conseguidos, lo que en cada caso significa cosas distintas: para Scioli, se trata de conseguir en los próximos 70 días que apenas cinco puntos de Sergio Massa o de José Manuel de la Sota deriven hacia su fórmula para evitar una segunda vuelta. Para Macri o para Massa la tarea luce distinta: el primero debe conseguir que peronistas descontentos con el kirchnerismo y peronistas que ya votaron a Scioli, decidan cruzar el Jordán para darle su apoyo por una razón casi de laboratorio y hoy difícil de cuantificar, de modo tal que Cambiemos consiga llegar a una segunda vuelta. Para el líder del Frente Renovador, la tarea que enfrenta es tan o más compleja que para Macri, pero con diez puntos porcentuales por debajo. A pesar de la muy buena performance de Felipe Solá en la provincia de Buenos Aires, el massismo debería dar vuelta a los votantes del macrismo convenciéndolos de que la suya es una mejor opción para ir a una segunda vuelta con Scioli y ganarle. La única salida es un acuerdo. Por eso “Unidos somos más”, alentó Macri al final del día de elecciones.
Los festejos de la noche del domingo en los tres búnkeres son de manual, todos podían presentar buenos números y seguir sosteniendo que estaban en carrera, pero esa carrera –la más difícil- se presenta básicamente para Macri y Massa. El primero debe horadar el techo del 30 por ciento para obligar a Scioli a superar el 45 por ciento de los votos e imponerse en primera vuelta. El segundo, convencer a millones de argentinos de un voto casi épico desde un peronismo que hereda las banderas del duhaldismo, y poco más, con un poco de aggiornamento.
La alquimia de los cruces de electores entre una opción y otra permite imaginar muchas alternativas. Queda preguntarse adónde irán los votos de quienes quedaron afuera de la gran pelea, Progresistas, la izquierda trotskista y Rodríguez Sáa, que acumularon casi diez puntos. Según los primeros análisis, la mayoría de los votantes de Margarita Stolbizer serían reacios a votar a Scioli: son una variante del radicalismo un poco a la izquierda, ese que reivindica las banderas del alfonsinismo ético. Los adherentes a Nicolás del Caño, que superaron por escaso margen al otrora “milagroso” Jorge Altamira, son disciplinados, como se vio en la segunda vuelta de la elección en la Ciudad. En esa ocasión facilitaron el triunfo de Horacio Rodríguez Larreta al llamar al voto en blanco (por razones que a la mayoría de los mortales, en particular los peronistas, son difíciles de entender o directamente cuestionables). Sería extraño que no repitan el gesto, lo que en este caso favorecería a Scioli. Por último, los votantes de la familia puntana serían naturales del massismo, pero el líder del Frente Renovador y De la Sota destrataron al senador y ex presidente semanal, que antes de las PASO ya había iniciado conversaciones con sciolistas connotados.
En suma, descontando que algunos puntos del massismo irán a parar al gobernador bonaerense y que otros le lloverán desde estas facciones menores, parece evidente que Scioli-Zannini tienen todas las de ganar el 25 de octubre.
Aquí entran a jugar otros factores, uno no menor que –descontado un triunfo de Scioli en primera vuelta– se produzca un efecto “relax” o una reacción contraria, algo que desde la oposición comienza a jugarse, que evite ese temprano triunfo. Las razones son múltiples.
Un punto aparte. Que Aníbal Fernández haya ganado la interna del FpV en territorio bonaerense –de manera ajustada, es cierto– demuestra que su alto porcentaje de imagen negativa se encuentra por fuera del peronismo. Por otra parte, ningún analista considera posible una fuga de votos de los peronistas que optaron por la dupla Domínguez-Espinosa, bastante más ortodoxa que la compuesta por el jefe de Gabinete y el titular del AFSCA, Martín Sabbatella. Aquí, como en la ultraizquierda, la disciplina partidaria pudo nuevamente más y volvió a dar por el traste con los sesudos análisis de encuestadores y columnistas dominicales, como siempre incapaces de entender a ese animal extraño que es el peronismo.
Salvo una revolución democrática basada en un hartazgo generalizado por las formas, ya que no por el fondo, que al menos hoy no se ve en el horizonte, los errores que admitió Massa, los que no reconoció Macri y una maquinaria electoral aceitada del oficialismo, le han permitido a Scioli instalarse cerca de su sueño de llegar a la Casa Rosada con un caudal de votos importante si se tiene en cuenta que este proyecto político, como le llaman en el oficialismo, probablemente porque lo consideran inconcluso, lleva ya doce años en el poder. Otra de las certezas a horas de este domingo de primarias.
* Director de gacetamercantil.com