Manuel Puig: El autor de los géneros no respetables

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El 22 de julio de 1990, hace 25 años, falleció en México Manuel Puig, el escritor que comprendió antes que nadie la cultura marginal.

“Me siento tentado de traducirle la letra del bolero, aunque se burle de mí y de mi respeto por géneros no respetables”, escribió Manuel Puig en “Acapulco Metafísico”, un de los relatos-notas-ensayos de “Estertores de una década, Nueva York ’78”.

El texto nos presenta un Puig inédito y, a la vez, recurrente en las temáticas que siempre cultivó: el cine (el cine de Hollywood, como precisión), las grandes divas y divos, la cultura de los márgenes neoyorkinos, el sexo y como el autor remarca los “géneros no respetables”.

Desde su aparición novelística rutilante, con “La traición de Rita Hayworth”, Puig se presentó ante el público con una marca de orillo que siguió presente en todos sus textos: el narrador que cultiva los géneros desprestigiados.

Con la omnipresencia de su amor por el bolero y la veneración por el cine comercial norteamericano de los años ’30 y ’40, este autor, uno de los más originales de habla hispana en los últimos cincuenta años, teje en “Estertores…” una serie de situación y perfiles que delinean la vida de la ciudad cosmopolita por excelencia: Nueva York.

El cruce del mejor cine internacional con las miserias cotidianas de latinoamericanos, marginados, drogadictos o simplemente gente que no pertenece al engranaje de esa rueda trituradora de nervios que es el poder y el dinero en Nueva York, le dan a Puig el material para trazar historias simples y cotidianas que, sin embargo, está recubiertas de poesía pura.

Los doce relatos de “Estertores…” están narradores desde esa voz particular que sigue a Puig desde su primeras narraciones: la que agudiza la indefinición sexual, la que se convierte en él o ella en un cerrar y abrir de párpados (ese Querida/o…, que traza en los puntos suspensivos la marca del no lugar categórico).

Esta “originalidad” de Puig es la que motivó el rechazo de la crítica tradicional en sus comienzos y la posterior prohibición por parte de los gobiernos autoritarios. Esa misma originalidad, que habla con simpleza de la sexualidad y la violencia, es la que rescató a su autor en muchos mercados mundiales y (tardíamente) en Buenos Aires.

En cambio, “Bye-Bye Babilonia”, la segunda parte del texto, constituye una compilación de sus notas para la revista “Siete Días Ilustrados” entre 1969 y 70 y además una amplio repertorio de sus opiniones cinematográficas.

Con agudeza, ingenio y, a veces, mucho humor, Puig relata encuentro (reales o ficcionales, ya no importa) con grandes divos/divas del cine europeo y traza el panorama de ciudades como París, Londres, Milán o Nueva York.

Valiéndose, una vez más, del mecanismo del diálogo, el texto recorre intimidades de ciertas estrellas como Katharine Hepburn o Francois Truffaut, traza perfiles de movimientos como el hippismo o de los argentinos en el exilio y derrama virtudes o críticas hacia los blancos preferidos.

El neorrealismo italiano (sobre todo César Zavattini), Samuel Beckett y el teatro del absurdo y algunas estrellas de Hollywood convertidos en viejas nostalgias son sus blancos predilectos para la sorna, así como la Hepburn se constituye en la diva predilecta del texto.

También ensaya una crítica desopilante contra la manía norteamericano de los film pornográficos de baja calidad, a los que Puig denomina “de jadeo, no sé si por ciertas escenas apasionadas o por la prisa con que se las filma”.

Con la pulcritud de español neutro, el texto nos habla descarnadamente de los aspectos de la sociedad newyorkina y del mundo cinematográfico que Puig abrazo con pasión, primero desde la críticas y luego desde la literatura.

El autor. Manuel Puig nació en General Villegas, provincia de Buenos Aires, en 1932, y falleció en Cuernavaca, México, en 1990. Estudio Filosofía y Letras en Buenos Aires, cine en Roma (obviamente con Zavattini) y luego dejó la pantalla para dedicarse abiertamente al género narrativa.

“La traición de Rita Hayworth” (1968) y “Boquitas pintadas” (1969) lograron atrapar al público intelectual y al académico, pero las dictaduras militares censuraron a Puig y los condenaron al ostracismo en las librerías.

En México, Brasil o Europa, la crítica literaria primero y el público después rescataron su obra y convirtieron en un auténtico escritor profesional. Más allá de algunas crónicas para revistas italianas o mexicanas, Puig sólo se dedicó a escribir ocho novelas, algunas de las cuales se inmortalizaron en el celuloide, como “El beso de la mujer araña” (1976), filmada por Héctor Babenco.

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