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Las encuestas son ya una anécdota. Hasta los más responsables le daban un piso de 20 puntos de diferencia a la presidente Cristina Kirchner sobre cualquier segundo, Ricardo Alfonsín o Eduardo Duhalde. Pero el resultado de las primeras elecciones primarias en la historia del país da mucho paño como para quedarse en el comentario recurrente sobre los errores o excesos de los encuestadores. El resultado, entre otras muchas cosas, vuelve a advertir sobre la verdadera influencia de los medios masivos en las decisiones del electorado nacional.

Con el 96% de las mesas computadas, Cristina Kirchner supera el 50% de los votos. Y Duhalde y Alfonsín no se sacan ventaja a 38 puntos de distancia.

¿Qué votó la gente? Votó dos cosas: votó a favor del continuismo. De manera conservadora votó el \”no cambio\”. El suelo se mueve lo suficiente debajo de todos nosotros como para que sean pocos los que quieran probar algo distinto. Sistemáticamente los argentinos han venido inclinándose este año por los oficialismos, en cada una de las provincias.

Veníamos advirtiendo, hace varios meses, que las opciones locales eran eso, solo locales. Y que las consultoras que no estaban compradas, del mismo modo que anticipaban las derrotas del kirchnerismo en la Capital, Santa Fe y Córdoba, marcaban de manera consistente que incluso en esos distritos la Presidente mantenía alta la intención de voto a su favor. Y así fue.

Lo segundo que votó la gente, volviendo a la pregunta anterior, fue un castigo, un castigo a la oposición que se dividió cuanto pudo, que vaciló, se lanzó, renunció a lanzarse, inició internas y las suspendió. Todo esto hizo la oposición, sea peronista o radical, en los últimos meses. Sólo un milagro como el de Altamira podía torcer el destino de los candidatos antiK después de tanto desatino. No vale la pena ya recordar cada nombre y cada traspié, pero salvo Duhalde, que más allá de sus reales posibilidades actuó siempre con el impulso del que cree que va a volver a gobernar, los demás precandidatos parecieron convencerse muy rápido de que no era momento de enfrentar al oficialismo. El único que lo hizo explícito fue Hermes Binner, a quien nadie podrá acusar de no haber avisado: su Frente Amplio y Progresista no estaba destinado a terciar en estos comicios porque se trata de una herramienta política en construcción de cara al 2015.

Así las cosas, cuatro candidatos (Alfonsín, Duhalde, Binner y Rodríguez Saá) se repartieron el 42% de los votos. Si el 100% cosechado por Duhalde y el gobernador puntano fueran el 23 de octubre, sin ninguna pérdida, a la \”bolsa\” del ex presidente; y si lo mismo ocurriera con los sufragios que recaudó Binner, pero dirigidos a Alfonsín, ese día nos encontraríamos con que el radical y Duhalde acumularían, cada uno, entre 20 y 25 puntos. Se trata del mejor escenario imaginado jamás por el kirchnerismo. Ninguno se acercaría siquiera al mágicoo 30% que, si Cristina no supera el 40, los instalaría en el ballotage.

La avalancha de votos recibida por la Presidente se explica por diversos y complejos factores. Pero anticipa que es muy probable que se consume el triunfo del oficialismo en primera vuelta, con independencia del resultado que obtengan las oposiciones. Y a pesar de la inusitada ofensiva desatada por la oposición mediática, hasta aquí mucho más potente y articulada que la política.

Y aquí volvemos a un planteo del comienzo. ¿Cuánto y de qué modo influyen hoy en los votantes los multimedios tradicionales, aquellos que se han venido desprestigiando durante décadas y que, desde 2008 a esta parte, dejaron girones de la credibilidad que les quedaba en una guerra contra el Gobierno que, hoy todos embarrados, parecen haber perdido? Al menos en el terreno de la disputa de las audiencias y de los relatos, como les gusta decir a los intelectuales filokirchneristas.

Ningún otro gobierno desde la restauración democrática soportó una ofensiva semejante. Y, naturalmente, ninguno echó mano a un arsenal de medidas y herramientas de tal calibre y tan diverso tipo como para enfrentarla.

Ahora bien, ¿el 50% de los votos de Cristina se explica sólo por los horrores de la oposición? No, de ningún modo, pero es un adagio archiconocido el que dice que, en política, el lugar que uno no ocupa es ocupado por el adversario. Y, desde el día siguiente a la muerte de Néstor Kirchner, una aceitada maquinaria política y de comunicación se lanzó a aprovechar esa coyuntura y convertirla en una oportunidad que, al final de la vida del fundador del kirchnerismo, parecía escurrírseles de las manos.

El luto, tanto el sincero de Cristina como su utilización mediática, sumado a las pocas medidas económicas destinadas a garantizar que hubiera plata en el bolsillo de los sectores medios aunque se \”recaliente\” la economía, le dieron forma a un cóctel elemental pero convincente.

La Presidente se encamina a un triunfo seguro el 23 de octubre. Sabiéndolo tan de antemano, no sería ocioso pedirle que en el momento de su mayor auge se detenga a pensar en cómo desactivar las cargas de profundidad que acechan a la economía nacional. Las de afuera y las de adentro. Bien podría ser el paso de la gobernante que ha sido hasta hoy, con sus buenas y con sus malas, a la estadista que podría ser mañana.

*Director de gacetamercantil.com

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