El adjetivo obsceno, según el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), apela a alguien “impúdico, torpe”, o a algo que resulta “ofensivo al pudor”. El casamiento de la modelo Jésica Cirio y el intendente de Lomas de Zamora en uso de licencia Martín Insaurralde encaja a la perfección en esta definición.
Como a esta altura ya debe quedar claro, la banalidad no es una cuestión banal. La frivolidad en el manejo de la cosa pública, en los ’90, llevó a la Argentina a una de las peores crisis de su historia, con millones de ciudadanos debajo de las líneas de la pobreza y la indigencia. Insólitamente, como también ocurre con los delitos de corrupción público-privada, la relación entre el “farandulerismo” en el poder y sus consecuencias políticas, económicas y sociales no queda siempre del todo clara. Se diluye. El propio tratamiento mediático que se da a la cosa pública, hoy, apunta a eso, a desdibujar la división entre política y entretenimiento: los políticos deben ser, si quieren subsistir en la sociedad de la información, personajes del mundo del espectáculo.
El fenómeno no es reciente (damos como antecedente los ’90) pero el caso Cirio-Insaurralde lo pone sobre el tapete. El sostén mediático lo dan canales como América TV, que cruzan a diario a políticos en campaña con paneles de periodistas de espectáculos. Insaurralde, así, estaría en línea con la estrategia de su futuro socio, Sergio Massa, y ambos –en este tópico– serían efluentes del gobernador bonaerense, Daniel Scioli.
Insaurralde, en rigor, no es candidato de Massa sino de Marcelo Tinelli, el conductor al que todos acuden en campaña para cortar camino y conseguir, vía el conocimiento masivo, la intención de voto que la falta de ideas y la indefinición le impedirían alcanzar. El primer candidato a diputado bonaerense por el kirchnerismo, en 2013, llegó a “Showmatch” naturalmente: en realidad, ya tenía contactos de negocios y personales con el entorno “tinelliano” y desde allí fue que terminó relacionado con Cirio, la que, sin duda, ayudó a cerrar el “paquete” televisable: el del muchacho del Conurbano que salía de una enfermedad terrible, rehacía su vida y, como en una telenovela, terminaba junto a la mujer más deseada. Nada más potente para construir una rápida carrera política.
Es cierto que la política hoy es otra cosa. La militancia es mayoritariamente rentada y el acceso a los medios es un atajo parea llegar al poder o retenerlo. También lo es que la “mélange” entre espectáculo, política y redes sociales le ha dado forma a una “sopa” que ya no tiene vuelta atrás.
Sin embargo, el equilibrio interno de esta fórmula puede romperse con facilidad, es inestable. Mientras Cirio se probaba su vestido de novia en un local de la Recoleta y el abogado –y amigo de la pareja– Fernando Burlando anunciaba que reencarna a una nueva Evita, miles de bonaerenses trataban de volver a sus casas inundadas. En un breve espacio de sentido común, uno de ellos reclamaba ante las cámaras que los dirigentes bajaran a los barrios a tomar contacto directo, no mediático, con las necesidades de la gente, ese genérico que ha reemplazado a otro que suena muy antigüo, pueblo, y que no tiene espacio en la “caja boba” salvo cuando hay una catástrofe que sirve para que un dirigente le enrostre a otro sus falencias, campaña mediante.
* Director de gacetamercantil.com