Marchas en Hong Kong: Revolución cultural

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Cientos de miles de ciudadanos hongkoneses salieron a las calles para rechazar las presiones de Pekín, que no permite elecciones libres en la península. La tensión entre la cultura occidental heredada de los británicos y el control social de la República Popular China genera tensiones con imprevisibles consecuencias. A mitad de camino entre Oriente y Occidente.

La “Revolución de los paraguas”, como ha bautizado la prensa internacional al movimiento prodemocrático hongkonés, ha llevado a estos “indignados” hasta las puertas de la República Popular China en su lucha por el “sufragio universal y la justicia social”, según define sus objetivos el “dossier” preparado por la revista digital Sin Permiso, terminología que varía –según las orientaciones de los grupos– hacia el nombre de “reformas prodemocráticas”.

Lo que comenzó a fines del mes pasado como una huelga de estudiantes de secundaria, convocada por la Federaciónde Estudiantes de Hong Kong yScholarism –un movimiento dirigido por un estudiante de 17 años, Joshua Wong, detenido en las primeras manifestaciones sin que hasta hoy haya sido liberado–, se ha convertido en un gran movimiento ciudadano que, bajo una casi continua lluvia, ocupa desde el comienzo todo el centro financiero de Hong Kong. Un movimiento que ha sido capaz de superar la represión de la policía antidisturbios y que cuestiona lo que sin Permiso llama “el pacto oligárquico negociado en 1987 entre el Reino Unido yla República Popular China para asegurar bajo la consigna de ‘una nación, dos sistemas’, la estabilidad financiera, la falta de derechos ciudadanos y el poder político y económico de la oligarquía millonaria de Hong Kong”.

Scholarism es un movimiento estudiantil surgido de la protesta contra un nuevo plan de estudios que fue visto como una flagrante imposición, abiertamente política y nacionalista, del gobierno central chino, y que fue prontamente retirado.

El 1º de octubre, Día Nacional de China, en el que se conmemoran los 65 años de la creación dela República Popular, en 1949, tuvo este año un protagonista especial: Hong Kong. Las multitudinarias manifestaciones que el movimiento prodemocracia “Occupy Central” intensificó, el pasado miércoles, día festivo en todo el país, enfrentó a las autoridades de Pekín, quienes exigen el desalojo de las calles y el cese de las protestas.

La decisión de Pekín de que las elecciones al próximo jefe del Ejecutivo de la región, en 2017, se celebren por sufragio universal pero solo entre una terna de candidatos previamente autorizados por el Gobierno central, generó un profundo desencanto en parte la población de la ex colonia británica.

A través de “Occupy Central”, que agrupa a numerosas asociaciones políticas, sociales y estudiantiles de la ciudad-estado a favor de la instauración del sufragio universal sin restricciones en Hong Kong, las fuerzas prodemocráticas se comprometieron a emprender una lucha “a largo plazo” para lograr sus objetivos.

“Occupy…” fue fundado en enero de 2013 por un profesor de Derecho dela Universidadhongkonesa, Chan Kin-man. El movimiento surgió ante la sospecha de que la reforma electoral sería insuficiente y, en respuesta, los manifestantes ocuparon el centro financiero y comercial.

La BBC ha llegado a preguntarse si el futuro de HK como centro financiero no esta “amenazado”. Esto, según SP, da una idea de cuáles son las prioridades del establishment mundial. Pero independientemente de lo quela BBCquiere que el mundo crea, “Occupy…” no es tanto una lucha por la democracia como una lucha por la justicia social.

Es cierto que los ciudadanos no soportan más la interferencia de Beijing en sus asuntos internos, ya sea la inmigración desde China, los atentados a la libertad de prensa o los programas nacional-propagandísticos de “educación moral y nacional”. Estos problemas, si bien son graves, palidecen en comparación con la difícil realidad de la vida cotidiana.

Como el profesor de la City Universityde Hong Kong, Tony Carroll, señala, uno de cada cinco habitantes vive por debajo del umbral de pobreza, mientras que la desigualdad ha aumentado hasta uno de los niveles más altos del mundo.

Los salarios no han aumentado en línea con la inflación –lo que significa que han caído en términos reales– y el mínimo (que no fue introducido hasta 2010) se ha fijado en 3,60 dólares la hora, menos de la mitad que en Estados Unidos, no hay derecho de negociación colectiva, no hay prestaciones de desempleo ni pensiones; la semana de trabajo promedio es de 49 horas; y los precios de la vivienda se encuentran entre los más caros del mundo. Incluso el neoliberal The Economist sitúa a HK en lo más alto de su índice de capitalismo de “amiguetes”, a una cierta distancia de los demás.

La lista de personas que se han pronunciado contra “Occupy Central” es particularmente reveladora: el oligarca Li Ka-shing, el HSBC, las cuatro firmas contables más grandes del mundo, entre otros en los círculos de negocios. El principal problema con la administración hongkonesa de Leung Chun-Ying no es solamente el hecho de que no fuese elegidA democráticamente, sino, ante todo, su servilismo hacia los dos principales dos grupos: Beijing por un lado, y las elites locales por el otro.

En otras palabras, está muy lejos de ser democrático y representativo. No es difícil ver por qué las grandes empresas y los oligarcas están aterrorizados ante la aparición de “Occupy Central”: cualquier movimiento hacia una democracia auténtica les haría perder poder y su control sobre HK. El status quo, por otra parte, les conviene.

Durante este año “Occupy…” ha realizado varias votaciones sobre sus políticas y tácticas. En junio realizó una encuesta pidiendo a la gente su opinión sobre qué sistema electoral debía presentarse como alternativa a las propuestas de Pekín.

Las tres opciones que fueron votadas entre una larga lista, implicaban la selección pública directa de los candidatos. Unas 800 mil personas votaron por internet o en las urnas, y la propuesta final fue un híbrido entre la nominación pública, la selección por un comité y primarias de los partidos políticos establecidos, que fueron las tres formas mayoritarias de proponer candidatos.

Después de esta votación, el contramovimiento “Firma por la paz yla Democracia” organizó una recogida de firma en toda la ciudad para protestar contra la ocupación del centro, alegando el impacto negativo sobre los negocios y la reputación internacional de HK. Reunió un millón de firmas pero los rumores (y gran parte de lo que ha estado sucediendo en los últimos meses se ha basado en rumores y habladurías) atribuyen a los empresarios haber obligado a sus empleados a firmar a cambio de promesas de tiempo libre o de amenazas de echarlos de su trabajo.

Por ahora el gobierno chino se dedica a contemplar –por el momento– las revulsiones en Hong Kong, lo que le supone un serio desafío. Estas son las mayores manifestaciones prodemocracia en suelo chino desde Tianamen, en 1989, y traen ecos de las revoluciones árabes de hace tres años, auténtico anatema para el poder central.

Hasta el momento Pekín ha dejado que sea el gobierno autónomo que encabeza Leung el que se desgaste en la respuesta a las campañas de desobediencia civil de los estudiantes y “Occupy…”. Entretanto estudia sus opciones, todas ellas complicadas.

El movimiento prodemocracia exige la marcha de Leung y una reforma que permita comicios verdaderamente libres. Pero para muchos manifestantes, de lo que se trata sobre todo es de defender el modo de vida y un incipiente sentimiento de identidad como hongkoneses, más marcado entre los más jóvenes. No se sienten chinos y ven con preocupación lo que consideran una presencia cada vez más patente dela Chinacontinental y de sus ciudadanos en la ex colonia británica. Algunas de las pancartas que muestran los estudiantes lo exponen claramente: “Somos hongkoneses. Somos asiáticos. No somos esa China”.

La estrategia oficial, por ahora, es esperar. Instar a los manifestantes a volver a sus casas y ver si las protestas pierden fuelle por sí solas, como ha ocurrido con otros movimientos de “indignados” en otros puntos del planeta.

El 20 de octubre comienza la reunión anual del plenario del Partido Comunista de China (PCCh), una fecha clave en el calendario político del país, y en la que se presentan las prioridades a desarrollar a lo largo del año.

El presidente Xi Jinping querrá llegar a esa reunión sin deberes pendientes. Y sin manifestaciones en un rincón del país que manchen su imagen de líder que está al mando. Su preocupación no es tanto que las protestas puedan extenderse a otros lugares del país. Hong Kong y sus áreas circundantes, al fin y al cabo, siempre han servido de campo de experimentos económicos y políticos antes de que las autoridades chinas decidan si exportarlos o no a otros territorios.

La ex colonia, levantada sobre una península y un archipiélago, está separada por una frontera del resto del país. Además, las informaciones que llegan a China sobre lo que ocurre en Hong Kong son muy limitadas, dado el control del poder central sobre los medios de comunicación chinos y sobre internet.

Pero una campaña de desobediencia civil prolongada en Pekín sí podría socavar la estampa de Xi. Su campaña contra la corrupción ha causado malestar entre la gente, que si bien no va a mover un dedo mientras Xi proyecte una imagen de líder duro, parece estar a la espera de que el Presidente cometa un error.

Sucede que hay mucho en juego en los1.100 kilómetroscuadrados que ocupa Hong Kong. La región especial actúa como uno de los grandes centros financieros de China, canaliza la inversión exterior de buena parte de los cuatro billones de dólares en reservas del gigante asiático y atrae a inversores de todo el mundo gracias a la libre circulación de capitales y a su capacidad para operar en yuanes, la divisa china que no es convertible.La Bolsade HK es el sexto mercado financiero del mundo, el segundo de Asia, después de Tokio, y ha escalado también al sexto puesto en el mercado global de divisas.

Una opción que no parece completamente descabellada sería dejar caer al impopular Leung, una de las exigencias de los manifestantes a cambio de su retirada de las calles. El movimiento prodemocracia podría apuntarse un tanto momentáneo. Y aunque ha declarado públicamente que lo apoya, Pekín se desharía de un dirigente que, con una serie de decisiones como el uso de la fuerza (los paraguas también han servido para atajar los gases pimienta), no solo ha demostrado poca cintura política sino también ha contribuido a dar alas al movimiento democrático en cada momento estratégico. La disputa de fondo, la reforma electoral y las aspiraciones autonómicas de los manifestantes quedarían aplazadas.

Mientras Xi se dedica a la lucha contra la corrupción aún no ha podido evitar que, en los documentos obtenidos por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, en sus siglas en inglés), aparezcan en los paraísos fiscales casi 22 mil clientes extranjeros con direcciones en China y Hong Kong. Entre ellos figuran algunos de los hombres y mujeres más poderosos de China (incluidas 16 de las personas más ricas del país y hasta empresas de su propio cuñado).

La clientela chino-hongkonesa ha tomado posesión de las Islas Vírgenes Británicas. El Credit Suisse ayudó al hijo de Won Jiabao, ex vicepresidente de Hu Jin Tao, a crear su empresa en esas islas. En mayo del año pasado fue incluida en esta lista Kong Donmei, nieta de Mao y fichada como una de las personas más acaudaladas del país. Su aparición en plan multimillonaria causó malestar en muchos ancianos combatientes.

La nueva generación de líderes, llegados al poder en el congreso quinquenal del PCCh en2012, haemprendido una cruzada contra la corrupción ante la amenaza que supone para la supervivencia del partido. “Evitar que el Partido sea corrupto en el gobierno en el largo plazo del país es una misión política fundamental. Y debemos hacerlo de forma correcta”, dijo Xi hace unas semanas.

En sus dos años de mandato, Xi ha dejado en claro que su prioridad es afianzar la estabilidad social y consolidar la autoridad del PCCh al frente del país. Las reformas políticas no entran en su agenda o tienen una prioridad muy baja. Si hay algo que tiene claro el líder chino es una ley de Mao: no apartarse jamás del Partido Comunista ni imaginar nada fuera de él, el Partido Comunista es el único que los puede hacer progresar.

En cuanto a la parte económica, el único relato que acepta Xi es el de Deng Xiao Ping (el “pequeño Timonel” que sucedió a Mao), que se basa en reformas económicas que incluyan al mercado.

Xi pertenece a la nobleza roja, su padre fue un participante de la “larga marcha” y como tal fue educado. Cuando su padre se opuso a la “revolución cultural”, Xi abandonó sus estudios y se fue a vivir a una granja donde estudiaba a la luz de una vela. De todas maneras sus estudios los terminó en Harvard.

En unas palabras y con suprema habilidad china los suavemente revoltosos chicos de Hong Kong (hacen la manifestación pero después limpian todo ellos mismos) han comprendido que deberán pensar otro tipo de estrategias y que muy de a poco lograrán lo que piden. Los chinos tienen horror a otra Tianamen, pero si no hay más remedio…

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