La primera fase del Mundial fue la etapa de la rebeldía. Los equipos que se permitieron jugar, atacar y arriesgar, sin importar el rival, le dieron emoción y espectáculo deportivo a este Mundial de Brasil 2014.
Argentina no fue rebelde, no tuvo identidad. Solo se apoyó en Messi, ganó y nada más. Aunque también debo decir “y nada menos”.
En los octavos de final viene ganando la historia y el estado físico: Brasil, Holanda, Francia, Alemania ya están clasificados a cuartos; en cambio Colombia y Costa Rica son los últimos “rebeldes”.
Hoy fue el turno de Argentina, que de a poco está definiendo de qué lado del mostrador se quiere ubicar.
Todavía con poco aire en la garganta por el tanto agónico de Di María sobre el final, me atrevo a decir que los jugadores comenzaron a definir la personalidad colectiva, aunque sigue siendo distinta a la del técnico Sabella.
A diferencia del partido contra Irán, donde Di María declaró, a mi entender de manera incorrecta, que Argentina “jugó bien” y el problema fue que los rivales se encerraron atrás, hoy la Selección, con el mismo resultado y ante un rival similar, hizo todo lo que tenía que hacer.
Suiza vino a hacer su juego e irónicamente terminó perdiendo con un contragolpe que encontró mal parada a su defensa. Pero está bien, mantuvo sus armas hasta el final y murió en el intento.
La Selección fue hoy ofensiva, abrió la cancha con Di María y Lavezzi, que rotaron de banda y tuvieron movilidad. El “Pocho” además, cumplió su objetivo de ayudar en la marca al mediocampo. Los laterales, Zabaleta y Rojo, pasaron al ataque de manera alternada cuando se cerraban los extremos. Higuaín jugó bien de nueve, ganó de arriba en varias oportunidades ante los centros que, hasta el día de hoy no habián encontrado un referente de área, y además le dio espacios a Messi que jugó donde más le gusta: en el centro.
El 10 argentino había aparecido solo unos segundos durante los tres partidos de la primera fase. Pero hoy fue dueño de la pelota, la tomó en tres cuartos de cancha y fue vertical, alternó su clásica gambeta para no ser adivinado, disparó de larga distancia, intentó entrar al área “dribleando”, generó paredes y dio el pase de gol. Usó todas las herramientas que la técnica otorga para superar a un rival que, durante el segundo tiempo, se dedicó exclusivamente a cerrar su arco.
Esta es la idea que tiene Messi para su equipo. Una identidad ofensiva desde lo colectivo y dinámica para recuperar el balón.
Fue fundamental la tarea de Mascherano, el capitán del sacrificio y la seguridad de este equipo que además de jugar, habló, mandó y se hizo patrón.
Suiza pudo haber hecho un gol, es verdad, pero eso es parte del riesgo de tener una identidad ofensiva. También Argentina pudo haber convertido de manera temprana y obligar a Suiza salir del fondo. Todo puede ocurrir, por eso es fútbol, depende de uno decidir quién quiere ser.
De a poco los jugadores se van ganando el respeto de su DT e incluso ellos mismos confían en que Argentina ya no puede ser rebelde. Eso fue parte de otra etapa en la historia de nuestro seleccionado. Hoy la “albiceleste” es banca y llegó la hora de hacerse cargo. Seguramente jugando así, con “la nuestra”, tengamos más alegrías que tristezas.